- ¡Hola! Mi hija casi se muere de vergüenza al ver que había alguien aquí. ¡Estaba gritando como una loca! Disculpa si te ha molestado.
- No, no me ha molestado - mintió Ben -.
Ben se incomodó un poco más. Pensaba que era una discapacitada psíquica y que por eso chillaba.
- Entonces, ¿por qué gritaba así?
- Bueno, este es su lugar favorito. Hacía 5 años que no venía
- Pues sí. ¿A tí también te gusta? ¿Estabas dando un paseo, no?
- Sí, claro - mintió Ben.
- Mira, Carla, te presento a...
- ...Ben, me llamó Ben.
Para cuando se dio cuenta de que ella no podía tenderle la mano, ya la tenía extendida hacia ella. La echó atrás, avergonzado
- Perdón - dijo.
Le sonrió. Ben acercó la cara y le dio dos besos de cortesía, olvidando que las lágrimas aún surcaban sus mejillas.
- ¡Estás llorando! - dijo ella -. ¿Estás bien?
- ¿No habrás venido aquí para suicidarte?
- ¡Carla! - le dijo su madre -. Pero ¿cómo se te ha ocurrido esa burrada?
La cara de Ben le delató, y el marido dio un leve codazo a su mujer.
Ben estaba absolutamente incómodo, se vio atrapado en aquella situación.
- Claro hija - dijo el padre -, os dejamos. No te vayas muy lejos ¿eh?
Los tres rieron ante la broma. Se alejaron.
- ¿Te importaría empujar la silla y así damos un paseíllo?
- Vale... - dijo Ben.
Traquetearon por entre la hierba unos segundos en silencio. Ben le preguntó a Carla:
- ¿Tú también has pensado en...? Bueno ya sabes... dar el salto...
Siguieron paseando en silencio.
- Pero tú, ¿por qué quieres hacerlo? ¡Si estás bien!
Rompió a llorar. Comenzó a contale cómo se sentía, el vacío que había en su vida, su desengaño del amor, los dramas de familia... Carla escuchaba volviendo de vez en cuando un poco la cara hacia Ben..
- ¡Te estoy contando esto a ti, con todo lo que tienes encima! Menudo idiota soy. Como si no tuvieras suficiente...
- ¡No, no! - dijo Carla -. Ben, cada uno lleva lo suyo, es estúpido comparar sufrimientos. Te entiendo perfectamente.
- Me daría mucha pena que tiraras la toalla, Ben, porque tu vida merece muchísimo la pena.
Aquella frase en boca de cualquier otra persona le habría sonado vacía, pero en la boca de aquella chica era una verdad que se le hizo evidente.
Ben callaba, pensativo, llorando.
- Yo respondo -dijo Carla sonriendo -: ¡no es casualidad! Ben, ¿por qué no aprendes a vivir de nuevo? Si no tienes nadie que te quiera, yo te querré.
- Mi madre m quiere - dijo -, y creo que mi hermano también.
- ¿Y tus amigos?
- También, supongo...
- ¡Claro que sí! Si no no serían amigos. Lo que pasa es que no te dicen "te quiero" porque quedaría raro.
Ambos sonrieron.
A partir de aquel día Ben renació. Fue muchas veces con Carla a aquel lugar, y también a su casa a hablar con ella, sobre todo cuando le entraban "pensamientos raros", como los llamaban ellos. Y aprendió a vivir.