–Quedate quieta –me larga sin abrir los ojos.
A los pocos segundos retoma su cántico. Me tapo hasta el pelo. (+)
Voy para los consultorios. No hay nadie anotado. Salgo a comprarme un café negro de los grandes. Una mujer de unos cincuenta y tantos se acerca mientras lo pido y me muestra+
–¿No tiene algo pa’l dolor? –me pregunta sin siquiera saludar.
–Hola. ¿Cómo está? Buen día –le remarco.
–Sí, sí. También –se ríe solo para la derecha y hace un chasquido con la lengua.
(+)
–Si quiere vaya para la guardia que me tomo esto y enseguida la reviso.
–¿Cree que toy pa’ perder tiempo yo? Ni si lo toma bebido… –protesta.
–Como prefiera –contesto mientras agarro mi café.
Ella lucha con el envoltorio de su dedo. Giro para volver al hospital y la mujer(+)
–Vea –me dice tras ganar la batalla.
Tiene la punta del el dedo roja tirando a violeta, tumefacta hacia el dedo medio en que se la ve más amarillenta.
–Eso hay que drenarlo urgente –sentencio–. Si viene para la guardia, yo puedo hacerlo.
(+)
–¿Qué? ¿Me quiere achurá usté a mí? Ta loca. Yo solo quiero una pastilla pa’l dolor.
–Es que si no saco el pus de ahí, el dolor no le va a calmar por más pastilla que le dé, y la infección puede llegar al hueso.
–Chapuza –murmura.
(+)
–Como quiera. Yo ya le dije lo que hay que hacer.
–To’ pa’ no darme la pastilla. Quiere to’ pa’ su casa –refunfuña.
La esquivo, cruzo y la dejo hablando sola. Entro al hospital y voy para el estar. Ya son siete y cuarto.
(+)
–Traigo a la nena –me dice–. ¿Usted la quería?
Miro a la hija. Mis neuronas tardan unos segundos en reaccionar. (+)
–¿Qué le parece si va con su otra hija un rato y la madre de las chicas entra acá? –propongo.
El hombre asiente y sale del consultorio con la misma sonrisa de buenazo de antes.
–Cuidala –le dice a su ex mujer.
Ella no lo mira. Se pone dos (+)
–¿Puedo? –pregunta la mujer con los brazos separados y un pie hacia adelante.
Miro a la hija. (+)
Instruyo a la madre para que no se saque el barbijo y para que luego se lave bien las manos y salgo. Mi compañero petiso me espera para la recorrida previa al pase. Vamos consultorio por consultorio,(+)
–Yerba mala nunca muere –le larga el petiso antes de que yo llegue a pronunciarlo.
Me río.
(+)
Volvemos a los consultorios y hacemos el pase. Al llegar cerca del fondo, sobra una paciente en una de las camillas. Está de espaldas y mi compañero se acerca a preguntarle de dónde salió. La mujer gira con su dedo en alto.
(+)
–De acá. Necesito algo pa’l dolor y la dotora no me dio pa’ir a tomar café –me señala con la otra mano.
Algo en su sonrisa burlona me hace acordar a Cruela De Vil.
–Yo le ofrecí drenárselo. Le dije que era lo que había que hacer –le contesto.
(+)
–Pero en mi cuerpo mando yo –responde.
Abro la boca para explicarle nuevamente lo que puede pasar si no se lo drenamos. El petiso me frena y me tironea hacia el consultorio siguiente.
–Dejala. Esta no la vas a ganar –remarca.
(+)
Sé que tiene razón, pero no me gusta. Les explico a los que llegaron lo sucedido, para que no piensen que me fui a tomar café y la dejé ahí.
–Ah, no. Ahora te quedás y la drenás. Y no te olvides de darle algo para el dolor sin tomar café –se ríe la pecosa.
(+)
–Va a haber que estudiarla, pero lo que tiene ahora no tiene nada que ver con una TBC –me informa el pediatra más viejo.
(+)
–Cualquier cosa con tal de que te mime vos –se ríe.
Me muerdo el labio de abajo, giro la cabeza hacia los costados y me alejo un poco.
Voy para el consultorio uno. Me pongo mi barbijo y entro. (+)
–Se te ve mejor –le digo y le sonrío detrás de mi barbijo, aunque ella no pueda verme la boca.
Asiente y sonríe por dentro de la máscara. La mamá le acaricia la espalda. Me despido y salgo. (+)
–Póngase este en vez de esos –le digo señalándole los comunes encimados–. Lo usé muy poquito y le aseguro que es mejor.
(+)
–Sí –contesta mientras se saca los otros.
Se queda mirando el que le di. La ayudo a colocárselo y se acomoda los pelos.
–Gracias, doctora. Por todo –me suelta antes de volver con su hija.
Algo adentro se me vuelve un poco más liviano.
(+)
Camino hasta el shock-room. El rotante de emergento le está haciendo el pase al que llega. La emergentóloga se debe haber ido ya. Le pregunto por el de la pancreatitis y por el de la cabeza rota.
–Vivos –contesta–. Es bastante.
(+)
Trato de alegrarme por eso y no pensar en cómo quedarán. Salgo. Afuera está soleado. Me prendo un pucho y lo fumo mirando el sol tratando de que no se me cierren los ojos.