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El año pasado mi viejo estuvo a punto de morir por una neumonía muy grave producida por el virus de la gripe A (Influenza H1N1).

Hasta ese momento no sabía que la gripe podía matar tan fácilmente.

(hilo 👇👇)
No es que lo ignorara, lo había escuchado y leído, pero era una especie de saber teórico y desarraigado. Aún si hay coincidencia en términos objetivos, hay una distancia infranqueable entre la información que podemos conocer y el campo de lo vivencial.
Jamás imaginé que en muy pocos días una persona podía pasar de estar en su casa con fiebre y tos, como en cualquier gripe, a estar en coma farmacológico con médicos que te explican que están haciendo todo lo posible, pero no saben si va a ser suficiente.
Lo que se aprende en esa emergencia, hace cuerpo de otro modo.

Un mes acompañando todo el proceso de mi viejo en terapia intensiva fue una suerte de curso acelerado sobre este tipo de infecciones respiratorias.
Incorporás prácticas y protocolos por posibles contagios, asimilás términos médicos nuevos, volvés a tu casa después de la visita y te encontrás leyendo papers sobre saturación de oxígeno, virología y tasas de supervivencia.
Hacés todo eso porque ignorás mucho, pero sobre todo porque la angustia es desbordante y el sentimiento de impotencia es difícil de capear.
Ese esfuerzo por comprender los mecanismos de la enfermedad y sus terapéuticas está compuesto también de un esfuerzo por intentar mitigar lo irreparable, lo inexplicable de una vida que se nos va de las manos.

El oxígeno se suministra desde un primer momento en el hospital:
se trata de ayudar a los pulmones inflamados que tienen que esforzarse en abastecer la demanda de oxigenación del cuerpo. Pero puede ser que la infección siga su curso y, a pesar del uso de mascarillas, el nivel de oxígeno en sangre disminuya.
Si los niveles de hipoxia se tornan críticos, los médicos pueden decidir intubar al paciente para que no empiecen a fallar otros órganos, para que no muera.
La respiración artificial no puede suplir completamente a los pulmones, pero permite un tiempo adicional para mantener a la persona con vida mientras baja la inflamación y se recupera la posibilidad de respirar por medios propios.
Entiendo que el coronavirus que está circulando (Covid-19) no es el mismo tipo de virus, pero las neumonías que provoca en algunos casos y el tratamiento necesario cuando se agravan, es prácticamente el mismo que para la gripe A y similares.
Quizás por eso cuando empezaron las noticias sobre el coronavirus, presté atención de otra manera.

Circuló una entrevista a un médico italiano que contaba sobre el colapso de las unidades de terapia intensiva, la falta de respiradores y la selección que estaban obligados a hacer
Sólo intubaban a aquellos pacientes que tenían más posibilidades de sobrevivir a las neumonías graves.

La foto que ilustra la nota es de una terapia intensiva y se ve un paciente pronado (boca abajo). Esa imagen me cierra la garganta.
Recuerdo a mi viejo en esa posición, su espalda subiendo y bajando al ritmo mecanizado de la respiración artificial, al día siguiente de que la médica me había explicado que esa posición para mejorar el flujo respiratorio, era “lo último” que podían hacer.
Recuerdo que se me cerró la garganta en esos días. Estaba completamente afónico y tuve que ir al Hospital Muñiz a buscar Oseltamivir (el antiviral para la gripe A) haciendo señas porque tenía la garganta inflamadísima por el desastre que estábamos pasando.
La medicación era para mi vieja que está inmunosuprimida de manera crónica y tenía algunos síntomas que hicieron sospechar a los médicos que podía haberse contagiado. El antiviral debía tomarlo mientras esperábamos los resultados (que por suerte dieron negativo).
Quiero pedir disculpas por el melodrama, lo que me interesa es dejar en claro que de ninguna manera subestimo lo que puede significar una sobresaturación del sistema de salud si la epidemia de coronavirus crece de modo exponencial.
Mi viejo pasó quince días intubado, superó por un pelo la etapa crítica y hoy está completamente recuperado. Estaría muerto si no hubiera podido acceder a esos cuidados intensivos que, claro está, no se reducen de ninguna manera a una máquina de respiración artificial.
Sino a un conjunto de médicxs, enfermerxs, kinesiólogxs muy profesionales y muy comprometidos.

Acceder a los cuidados, constituir éticas y políticas del cuidado es lo que tenemos que hacer en estos momentos. Y no confundirlas y reducirlas a éticas y políticas del miedo.
Recién estamos a mediados de marzo. Sean cuales sean las medidas que se tomen, es muy probable que la curva de casos aumente y se sume a las otras gripes y neumonías estacionales, saturando el sistema de salud (equipamiento y trabajadorxs) durante el otoño y el invierno.
Una política del cuidado no implica de ninguna manera “tomar medidas extremas” o “aislarse” como solución más eficaz y seria. Implica que nuestro miedo no invada las guardias hospitalarias, preocuparse por la condiciones de trabajo de quienes cuidan de nosotros en esos momentos.
Preguntarnos si nuestros mayores están vacunados para todas las formas de gripe para las que sí hay vacunas.

Una ética del cuidado se distingue de una ética del miedo porque tiende lazos en lugar de aislarse.
Aún si es necesario guardar ciertas distancias y suspender algunos encuentros, debemos saber tender lazos en la distancia. Ocuparnos de pensar cómo nos sostenemos, afectiva y materialmente, también para trabajadorxs informales o que dependen de actividades que se suspenden.
Una política del cuidado no requiere simplemente de “frialdad para actuar como corresponde”, pero menos aún reacciones dignas de una psicosis colectiva: de un “sálvese quien pueda” o de otros tipos de individualismos disfrazados de escepticismo superador.
No podemos depender solamente de "estrictos protocolos", es nuestro deber ser prudentes y estar atentos. También debemos aprender a guardar a buen resguardo la máquina-de-juzgar-el-error-infinito-del-otro.
Quizás en unos días tengamos que cerrar más lugares de encuentro, quizás debamos incluso recluirnos en nuestras casas. Ojalá que no sea necesario, pero si sucede tendremos que pensar modos de cantar y bailar y abrazarnos a la distancia.
Tendremos que hacer también nuestras máquinas de respiración artificial para que a nadie le falte oxígeno.
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