Hubo un arquitecto que construyó una casa junto al infierno para engañar a la muerte. Y la engañó tocando la guitarra, tomando muchas drogas y grabando 2717 películas porno
Y siguió siendo arquitecto.
En #LaBrasaTorrijos de hoy, Fernando Higueras y el Rascainfiernos.
HILO 👇
Una mañana de 1972, Fernando Higueras comenzó a cavar en el patio trasero de su casa en la calle Maestro Lasalle, en el madrileño barrio de Chamartín. No lo hizo con pico y pala, lo hizo con un lápiz encima de un papel de su estudio.
Pero cavó. Cavó 600 m3 de espacio y extrajo 600 m3 de tierra a siete metros bajo tierra.
Dos años después, donde antes había un jardín convencional, ahora había una casa única. La llamó rascainfiernos.
Puso una hamaca y se tumbó a leer un periódico de hacía 13 años.
En la página 42 del diario ABC del 18 de mayo de 1961, día jueves, dentro de la sección llamada «Ecos diversos de sociedad», aparece la reseña del enlace matrimonial entre la señorita María Elena de Cárdenas y Sánchez Gómez con el arquitecto D. Fernando Higueras Díaz.
Aquí:
Higueras tenía treinta y un años cuando se casó y, en realidad, tenía el título desde hacía solo dos, pero en esa época y en esa España ser arquitecto tenía una marca de prestigio como la de los doctores, los ingenieros o los notarios.
No como ahora, la verdad.
Tras la boda, Ignacio de Cárdenas, padre de María Elena y también arquitecto, montó un estudio para su yerno donde Fernando iniciaría su trayectoria profesional.
Allí se proyectó el primer gran edificio de Higueras y uno de los más famosos de Madrid: la Corona de Espinas.
En el margen interno de la M-30, poco antes de Moncloa, hay un volcán de hormigón desnudo y aristas afiladas como lanzas de vidrio. Lo llaman Corona de Espinas, aunque su verdadero nombre es Instituto del Patrimonio Cultural de España, antes Centro de Restauraciones Artísticas
El proyecto ganador del concurso, obra de Fernando Higueras y Rafael Moneo, fue Premio Nacional de Arquitectura en 1961. Sin embargo, el edificio no se terminó de construir hasta principios de los setenta, bajo la batuta del propio Higueras y de Antonio Miró.
No hay un edificio igual alrededor.
No hay ningún edificio igual en la Ciudad Universitaria.
No hay ningún edificio igual en el mundo.
Ha salido en películas de José Luis Cuerda y en cuadros de Antonio López.
La Corona de Espinas fue el primer gran proyecto de Higueras que salió del estudio que le había montado su suegro en la Avenida de América.
No fue el único.
A lo largo de toda esa época, Higueras proyectó algunos de los edificios más libres y más expresivos de la arquitectura española.
Algunos se construyeron, como las viviendas para militares en San Bernardo:
Un brutalismo vegetal, fértil y casi incorpóreo.
Allí también proyectó y construyó casas para algunas de las personalidades más importantes de la cultura española.
Como la casa del pintor Lucio Muñoz.
O la del artista César Manrique en Cercedilla.
A la de Nuria Espert, donde escribía Rafael Alberti y a la que el propio Higueras llamaba "la casa más bella del Mediterráneo"
Pero también proyectó un buen montón de edificios que nunca se construyeron, entre ellos, el edificio polivalente en Montecarlo, también en colaboración con Antonio Miró y que tal vez sería el mejor proyecto de Higueras.
El edificio de Montecarlo era una SALVAJADA libérrima, volcánica y brutal. Un artefacto fuera del alcance del pensamiento de la época.
(Tan fuera del alcance que invadía unas cuantas parcelas contiguas y por eso no ganó el concurso)
La arquitectura de Higueras era barroca, expansiva y brutal. Estaba llena de aristas, meandros, vuelos y aguijones. Imposible de evitar, advertida y frondosa. Lava recién arrojada, tal y como fue su propia vida.
Porque su vidas fue volcánica. Despotricaba de todos los arquitectos de su generación. Bramaba en las obras. Fumaba puros como camiones y, según sus propias declaraciones, follaba (cogía) como un semental.
Y, aun así, cuando construyó para él, cuando tuvo que dar forma a un contenedor para toda esa explosión, creó un lugar tan mínimo y tan oculto que era —y es— literalmente invisible.
El rascainfiernos eran (y son) dos plantas cuadradas de 9 x 9 metros estrictos atravesadas por un prisma vertical de espacio y luz de 4 x 4 metros igualmente estrictos. Encima de ese volumen, cuatro lucernarios de 2 x 2; debajo, una hamaca tendida sobre la diagonal.
Una escalera de caracol para conectar los dos niveles y, en cada pared, muros ciegos de hormigón. No hay ventanas y no son necesarias porque el sol inunda todo y, especialmente, porque las casas de Higueras debían ser una cueva y un refugio.
Y esta lo era.
¿De qué se refugiaba? Quizá de su vida pasada. Quizá de la profesión que amaba pero que también consideraba una fuente de sinsabores, de envidias, amiguismos, desprecios y encumbramientos sin talento. Tal vez se refugiase de su mujer y madre de sus 5 hijos, de quien se divorció.
Sin embargo, según su propio relato, Higueras se enterró cerca del infierno para engañar a la muerte.
En 2006 dijo: "Esta idea me salvo la vida hace treinta y tantos años en que mi amigo Fernando Nieva, al leerme el tarot, me vio antes de tres años bajo tierra, con un ciprés encima, al salirme cuatro veces consecutivas la muerte".
"Entonces se me ocurrió este rascainfiernos, planté un ciprés, hoy de dieciocho metros, y aquí sigo: vivo"
Fernando Higueras moriría dos años más tarde, en 2008. En esas tres décadas y media, por el rascainfiernos pasaron cuadros de Sorolla y colgaron enredaderas desde el lucernario.
También hubo fiestas, muchas. Por allí se reunió una camarilla feliz, a veces numerosa y otras restringida, de amigos. "Ven a verme a mi cueva", les decía, "¡vas a ver en qué rascainfiernos vivo!".
Bajo tierra se tumbó en la hamaca, alabó a algunos arquitectos y despotricó contra muchos otros. En el rascainfiernos tocó la guitarra, hizo fotografías y folló. Folló mucho y lo hizo delante y detrás de una cámara de vídeo.
Tocaba tan bien la guitarra que hasta Andrés Segovia alababa su técnica. En cuanto a lo de follar, dijo: "En este sótano grabé 2717 películas que cuando muera legaré a una fundación estadounidense. ¡Joder!, mira que me lo he pasado bien en la vida".
Hoy, el rascainfiernos es la sede de la fundación que lleva su nombre y que preside Lola Botia, su compañera desde entonces y hasta el final.
Ya no hay cuadros de Sorolla ni enredaderas cayendo entre la luz, pero la temperatura sigue siendo la idónea: nunca menos de 20 ºC, nunca más de 25. Sin necesidad de calefacción ni aire acondicionado.
Hoy las paredes están cubiertas de planos, maquetas y fotos, varias de ellas con el rostro inconfundible de Higueras.
La barba al viento y la mirada feroz que parece gritar la elegía que quiso para su muerte: "Cuando muera no quiero que nadie escriba: 'Murió de larga enfermedad; no se le escuchó hablar mal de nadie'. Lo que quiero es que pongan: 'Murió follando; habló bien de muy poca gente'".
Y con estas cuatro fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos de Fernando Higuera, del rascainfiernos, y de #LaBrasaTorrijos de hoy.
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(Es la hora de pasar la gorra!)
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.
Si queréis conocer más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:
Hubo un hombre que diseñó coches, barcos, una nave espacial del tamaño de un planeta y estuvo a punto de construir una cúpula que cubriría medio Nueva York
Y todo eso lo hizo después de su "suicidio"
En #LaBrasaTorrijos de hoy, Bucky Fuller y la cúpula sobre Manhattan.
HILO 👇
El 27 de abril de 1967 se inauguró la Exposición Universal de Montreal. Entre los pabellones de la Expo estaba el de los Estados Unidos. Una monumental cúpula de acero y plástico acrílico que envolvía tanto el propio edificio como los árboles y la vegetación de alrededor.
Debajo de la cúpula paseaban el presidente de los USA, Lyndon B. Johnson y el diseñador de la misma, Richard Buckminster Fuller.
Estos dos señores. (El serio es Johnson y el sonriente es Fuller)
La cosa es sencilla: la globalización es una marea imparable y las marcas dominan nuestra vida.
Es así. En cualquier ciudad del mundo hay un Zara y un Starbucks y un Apple Store y, por supuesto, un McDonalds.
Incluso en la India.
Y tiene gracia que existan McDonald's allí porque la India es uno de los países más vegetarianos del mundo y la mayoría de la gente no come ni ternera (obvio) ni cerdo. Y McDonald's vende hamburguesas.
"-¿Pero el Gran Hermano existe?- preguntó Winston Smith.
-Por supuesto que existe.
-¿Existe como tú y como yo?
-Tú no existes".
George Orwell. 1984.
Una de las principales señales de la inteligencia es la sensación de control. La autoconsciencia, que es la constatación de nuestra propia existencia, no deja de ser un primer mecanismo de control: controlamos lo que hacemos sin dejarnos llevar por el instinto.
En Benidorm se levanta un rascacielos que estuvo abandonado, al que le faltaba un ascensor pero en realidad no, objeto de bulos y símbolo de lo peor del Mediterráneo.
Un rascacielos dorado, casi maldito y (posiblemente) malévolo.