He pasado malas noches en mi vida. Ya decía el gran Chiquito que «una mala noche la tiene cualquiera». Pero esta ha sido como para sumarse a la Santa Compaña y seguirla hasta Cuba como hacía aquel personaje de «El bosque animado» aconsejado por el bandido Fendetestas. Va hilo👇
Serían las cinco de la madrugada, hora que si sé que existe es porque más de una vez ha sido la de volver a casa tras alguna noche de juvenil jarana o larga cena y tertulia con los amigos, cuando creí oír el tañido de una campana en la lejanía. No hice caso y me di media vuelta.
Y al hacerlo, volvió a sonar. Me incorporé en la cama y otra vez el tilín, talán, que empezó ya a incomodarme. Que no es que sea yo persona impresionable ni amigo de historias de fantasmas -soy un aguerrido Fitz-Edwards- pero que tampoco hay que ir por la vida de loco temerario.
Me quedé quieto y agucé el oído. Nada. Un silencio estremecedor. Ea, a dormir -me dije- y dicho y hecho. Pero fue caer otra vez en los brazos de Morfeo y otra vez la dichosa campana. Y me acordé de aquel día en el que el padre Gaztambide nos habló a la pandilla sobre la muerte.
Una charla algo inapropiada para niños de ocho o diez años sobre las variadas formas en las que la muerte nos puede avisar de su llegada. Y una, que no se me ha olvidado nunca, era como un toque de campana en la noche. Que sí, que era una metáfora, pero imaginen el mal rato.
Aparté esos pensamientos de mí y volví a intentar dormirme. Otra vez la campana y otra vez el desasosiego y otra vez la quietud y el silencio. Y vuelta a empezar. Hasta que di un repullo y la campana sonó claramente. Señor, que sudores. Que palpitaciones, que picor en el tobillo.
Echo mano al tobillo y noto algo enrollado. Enciendo la luz y veo una cuerdecita de hilo bramante atada con un lazo sobre la pernera del pantalón del pijama. La cojo, y al instante oigo tañer la campanilla. La desato, la sigo y al empujar la puerta del dormitorio -¡qué susto!-
veo una sombra alargada y oscilante sobre el suelo de la galería. Asomo la cabeza y veo a mi madre. Está dormida en una mecedora, con su bata, la mascarilla puesta y el rosario en la mano derecha sobre el regazo. Sorprendido, me acerco con mucho cuidado y cuando voy a despertarla
abre los ojos y me dice:
-¿Estás bien?
-¿Qué haces aquí,mamá?
-Velarte
-¿Velarme,por qué? Si no estoy muerto
-Ni lo quiera Dios. Y se echa a llorar. Estamos muy preocupados por ti. Por lo de la memoria. ¿Y si te da por salir a medianoche y te pierdes por la campiña como Pajarito?
Recordarán lo de anoche y la tragedia que montó porque se me había olvidado encargar el pastel cordobés para hoy, que es san Rafael.
-Mamá, ¿Qué Pajarito?
-El perrillo del abuelo. Uno blanco precioso. Se fue una noche, se perdió y apareció muerto debajo de un olivo del barranco.
Me quedo epatado. Oigo que alguien sube por las escaleras. Amalia. Con su redecilla del pelo, su bata de flores, un termo de café y una caja de galletas napolitanas que le chiflan.
-Doña Pilar, venga, que ya la relevo yo. Hola Jacobo, ¿te acuerdas de mí?
-Mamá, todos a dormir.
Suena la campana. Amalia ha cogido la cuerda, se agacha y se pone a atármela otra vez.
-Deje la cuerdecita.
-De eso nada. Su padre se la ató anoche a la campanilla de la escalera por si salía. Así se entera y puede seguirlo.
-Ya lo veo llegar como una centella. Mamá no llores.
-Es que tu padre está muy cansado pero fíjate si te quiere que hoy hasta va a madrugar para darte una vueltecita. Ha puesto el despertador y todo.
-¿A qué hora?
-A las diez.
-Una cosa heroica. Amalia deje usted de atarme la cuerdecita.
-Si no me lo ordena tu padre, ni hablar.
-Mamá, a dormir que yo estoy bien, que no me pasa nada
-Lo mismo que en el documental, doña Pilar. Lo niega.
Amalia sigue arrodillada con la cuerda.
-¿Qué documental?
-Uno que vimos en la tele, Jacobo. Y trata sobre estas enfermedades.
Mi madre llora.
-Deje de atarme la cuerda.
-Ni hablar.
-Hijo, es por tu bien.
Y en medio del forcejeo con Amalia y la discusión con mi madre, se me ocurre decir que hubiera preferido que fuera la muerte tocando la campana y no este vodevil.
-Tendencias suicidas, doña Pilar. Si ya le dije yo que el documental era divino.
Tardé todavía diez minutos en convencerlas, tuve que decirle a mi madre los doce hijos de Jacob y las Siete Colinas de Roma de carrerilla. Y ya Amalia aprovechó para que le declamara como hacía de niño la «Canción del pirata» de Espronceda. A eso de las seis volvió la normalidad.
A eso de las nueve bajé a desayunar. Quería ir a Córdoba a por el pastel cordobés y volver a tiempo para el aperitivo. Es una hora de camino más el paseíto por la Judería y no quería salir tarde. Mi madre y Amalia cuchicheaban pero se las veía tranquilas tras su paseo matinal.
-¿Dónde vas?
-A Córdoba a por el pastel a la confitería de Salvador.
-Espérate a que tu padre te de una vueltecita, Nene, y así me quedo yo más tranquila.
-Es que son las nueve y media y…
-Si se va a dar un madrugón el pobre. Tú, ahí quieto, toma el periódico y léelo en voz alta
Y así estuve hasta las diez y cuarto que llegó mi padre. En bata, somnoliento y bostezando. Se acercó a nosotros, besó a mi madre, me miró y dijo.
-Nene, ¿tres por cuatro?
-Doce, le contesto.
-Está magnífico, Pilarín, se puede ir a Córdoba. No hay riesgo, yo me vuelvo a la cama.
Mi madre me despidió como si me fuera a desembarcar en Normandía. Al pasar con el auto por delante del porche estaba saludándome con un pañuelo igual que Amalia. Me pareció verlas enjugarse las lágrimas por el espejo retrovisor pero quise creer que sólo era un raro espejismo.
No había llegado al cruce cuando sonó el móvil. Como llevo el manos libres, contesté. Mi madre.
-No te olvides que al salir a la autovía tienes que ir hacia donde pone Córdoba y vas a ver a tita Carmen un momento.
-Claro.
Lo de tita Carmen era nuevo pero no quise contradecirla.
Pasado Lucena volvió a sonar el teléfono. Era Alvarito.
-¿Don Jacobo Fitz-Edwards?
-Alvarito, no me pamplinees que llevo bueno el día.
-Era por si no te acordabas. Y empieza a reírse.
-No me digas que…
-Sí, la tía Pilarín ha llamado a tita Carmen y ella está en modo BBC.
-¿Y qué va contando?
-Está llamando a toda la familia para decirles que estás perdiendo memoria y que ya no reconoces ni a tus padres.
-Señor, que le gusta la tragedia.
-Bueno, que sepas que mi madre los está llamando para comunicar el desmentido.
-Dale las gracias, ya la llamo.
-¿Te acordarás?
Y se carcajea a mandíbula batiente.
-Claro, Josemari, no te preocupes que ya le escribo o le mando un telegrama.
-De acuerdo, tito Jacobito.
Este niño es un Ruiz de Almodóvar como la copa de un pino.
A ver como me encuentro a tita Carmen. Que ella es muy suya.
Ahora es mi padre al móvil.
-Nene, hazte un poco el lelo que me he apostado mil euros con tío Willy a que no te acuerdas de nada de lo que te pregunte tita Carmen.
-Papá, eso es trampa.
-¿Y qué? El fin es justo. Piénsalo. Cada brócoli que se come ese advenedizo achica tu herencia
Llego a casa de tita Carmen. Me reciben ya vestidos, nos sentamos en el salón. Tita Carmen saca un álbum de fotos y tío Willy una libreta y un portaminas azul
-A ver, Jacobo -tita Carmen abre el álbum sin mirar- ¿quién es este?
Era yo de Primera Comunión pero… mi padre me domina
-¿Alvarito?
Tío Willy anota una equis
-¿Y este?
Era mi abuelo pero digo don Anselmo
Tío Willy anota otra equis
Y así con ocho o diez fotos. Llega Conchita, compungida, con el costurero. Tita Carmen saca las tijeras y me mira
-Ahora vas a la confitería de Salvador a por el pastel
Mientras habla me anuda una cinta azul en el dedo índice.
-Para que no se te olvide.
-Vale.
Camino de la confitería me llama mi padre.
-Un éxito, Nene, que llorera tiene.
-Papá, a mí me da pena.
-No seas, latino. A ver esa sangre pirata y sajona, Nene. Que se note. Son mil euros.
Recojo nuestro pastel y el de tita Carmen. Cuando le pago a Salvador, me dice:
-¿Se le olvida algo más para su tía?
-No, ¿por qué?
-Por el lacito. A su tío lo manda con uno igual.
-¿Azul?
-Depende, pero siempre a juego con la corbata. Ya sabe lo superferolítica que es doña Carmen
Vuelvo a casa de tita Carmen. Le dejo su pastel, me besa cariñosa y como me da cosilla lo de la apuesta, le digo que qué guapísima está en la foto con los abuelos que tiene en el aparador y esa otra con mis padres y yo de Primera Comunión y cuatro o cinco más. Suspira y sonríe.
Me despido y al cerrar la puerta tras de mí escucho que le dice a Conchita:
-No está tan mal. Le va y le viene la memoria. Igual una de las veces que vuelva, se queda, como tío Ramón cuando dejó Madrid.
-Seguro que sí, doña Carmen.
Un whatsapp de mi padre. «Soberbio, Nene».
Al llegar a Las Golondrinas, mi madre me ha hecho recitarle la tabla de multiplicar y se ha quedado más tranquila. Hemos almorzado como reyes: salmorejo, flamenquín, rabo de toro y pastel cordobés, todo regado con vinos generosos de la tierra en pío homenaje a nuestro San Rafael.
Mi madre acaba de llamar a tita Carmen para decirle que estoy recuperadísimo y que no va a hacer falta llevarme a ningún neurólogo como la otra vez. Que ha debido ser algo episódico. Ha dicho episódico,como en el documental, doña Pilar, le apunta Amalia. Bendito día de san Rafael
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Me llama mi padre. Me urge a ir al salón. Está sentado junto a mi madre. Los dos muy serios. Mi madre, más.
-Nene, ¿cuántos años tengo? Ni mamá ni nos acordamos ahora mismo.
Me preocupo. Están mayores y a esas edades les puede ocurrir cualquier percance de salud en un pispás.
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-Ochenta y cuatro, papá, le contesto.
-¿Y yo?
-Eso, ¿y mamá?
-Los mismos, ochenta y cuatro.
Se vuelve hacia mi madre y le dice:
-¿Ves, Pilarín, como Jacobo no tiene lagunas de memoria? No sé por qué te preocupas tanto. Tiene sus años pero está bien.
-¿Me podéis explicar que pasa?
-Que como se te ha olvidado encargar un pastel cordobés para mañana que es San Rafael, nos hemos preocupado. Que vas cumpliendo años y podéis tener problemas de salud. Que lo vi en un documental.
-Nena, tranquila. Ya ves que está bien. Atontado, pero bien. ¿Qué hay del pastel?
Me ha comentado mi querido @tobiasestempran que explique a que llamamos en Córdoba, medio. O mediecito (seseando para ser cordobés autentico).
Pues es nuestra forma de pedir el vino. Ustedes van al bar y piden un vino. Así, sin más. Nosotros diferenciamos entre copa y medio. 👇
A la izquierda, el medio. A la derecha, la copa.
¿A qué parece raro? Es una broma habitual con los invitados foráneos.
-Como nunca has probado el Montilla-Moriles y es un vino generoso, ¿qué quieres, copa o medio?
-Mejor medio, ¿no? Dicen así, temerosillos.
-Un medio
Y... voilá!
Hay quien no entiende que la copa sea media copa llena y el medio, la copa hasta arriba. Sí, hasta arriba. Sin miserias. Lo de dejarle coronilla -aire entre la superficie del vino y el borde del catavinos- queda poco elegante.
Es que nos gusta el vino. No lo vamos a negar.
Como les contaba, cuando entramos a casa, tita Carmen decidió que nos hiciéramos un retrato de familia en el patio. Nos fuimos situando según sus órdenes y cuando dijo toda orgullosa: «Y aquí, a mi lado, mi querido esposo», nos dimos cuenta de que nos faltaba el novio. Va hilo👇
Entre la conversación y las risas se me había olvidado liberarlo de la silla. Al verse solo en el jardín y como tiene esa vocecita tan fina, no oímos sus grititos. Así que intentó levantarse. Pero como el correaje estaba bien sujeto a los travesaños, perdió el equilibro y se cayó
El pobrecito, con toda su buena voluntad y haciendo un esfuerzo infinito, consiguió ponerse a cuatro patas y avanzaba gateando muy despacito hacia el porche. Entre Antonio y yo lo incorporamos, le desatamos el correaje de la silla, lo cepillamos un poquito y lo entramos en casa.
El paseo nupcial en el viejo jaguar de tío Ramón fue muy emotivo. Cruzamos la cancela, salimos a la nacional y subimos hasta la ermita, donde tío Fernando les hizo unas fotos preciosas en las ruinas que vieron la primera experiencia mística de tía Adelita hace un siglo. Va hilo👇
Como tita Carmen está felicísima con eso de ir saludando por la ventanilla y quiere tener muchas fotos para enseñárselas a sus amigas de la asociación, tío Fernando se ha subido en la vespa del capataz y Alvarito, que está encantado con irse de aventura, le asiste como conductor.
Se acercan al auto, tita saluda agitando la mano y Willy lo hace militarmente llevándose la mano al casco. Se alejan para obtener instantáneas con el cartel de «Just Married / Recién Casados» que les ha preparado mi padre junto a la correspondiente ristra de latas de conservas.
Ayer tuvimos un día más o menos normal. Bien es cierto que mi padre y tío Fernando no se levantaron hasta casi las dos y después de almorzar se echaron la siesta. Y es que el viernes nos acostamos muy tarde tras la ajetreada despedida de soltero de tío Willy en Málaga. Va hilo 👇
No es que yo estuviera todo el día cazcaleando por Las Golondrinas. Entre el cansancio y la imaginaria que me tocó hacer para dejar a tío Willy en perfecto estado de revista sobre las nueve que es cuando mi madre y tita Carmen vuelven del paseo, necesité una siesta de tres horas.
Así que el pobre, sentado en una butaca del patio, sufrió primero el ninguneo,después el desprecio y al fin, un juicio sumarísimo que careció de toda garantía procesal. No sólo no se le proporcionó defensor, sino que juez, fiscal y jurado coincidieron en la persona de tita Carmen
De la despedida de soltero volvimos muy tarde y conseguimos lo que pretendíamos: campo libre. Las damas se habían retirado a descansar. La casa de los guardeses estaba cerrada a cal y canto con un letrero que decía: "La Lujuria mata al Amor, la penitencia lo revive" Va hilo 👇
No hacía falta llamar al CSI para deducir que aquel cartel era obra de tita Carmen, y no sólo intelectual, sino materialmente. Tenía móvil, capacidad y tiempo para perpetrarlo. Además, quienes la conocemos sabíamos que era capaz aunque no se puede acusar a tontas y a locas.
Pero un primer análisis la señalaba: esa cuidada caligrafía y su inimitable letra picuda la delataban. La tinta azul mares del sur de su estilográfica es rara y además de estar escrito en una de sus elegantes cuartillas membretadas, lo había firmado con nombre, apellidos y DNI.