Del Centro Histórico de la CDMX han brotado en los últimos días historias de horror sobre menores asesinados. El último, Alessandro, 14 años, fue hallado ayer en una maleta.
Abro HILO con la #NaciónCriminal de ayer sobre este doble horror: temer por los niños y tenerles miedo.
La mayoría de los comerciantes del Centro Histórico les llaman “Los incorregibles”. Y dependiendo de la zona donde se escuche sobre ellos, ese nombre cambiará según las calles: en algunas zonas les nombran “Los malcriados” y en otras les dicen “Los correcaminos”.
Todos esos nombres los pusieron distintos líderes de La Unión Tepito para darle una identidad a ese grupo de menores que funcionan como su brazo (des)armado, pero igual de peligroso. Desde hace, al menos, dos años se han vuelto una parte crucial del crimen organizado en CDMX.
La primera vez que los trabajos de inteligencia de la policía capitalina dieron con ese grupo fue hace dos años. En un expediente de unas 20 hojas está detallado el hallazgo hecho por casualidad: un niño de unos 13 años olvidó su mochila en Plaza de Santo Domingo.
Preocupado, puso a sus compañeros a buscarla, pero unos policías la encontraron primero. Para cerciorarse de que esa mochila era del adolescente de secundaria la abrieron y hurgaron entre las pertenencias, solo para hallar decenas de papeles que les parecieron familiares.
Eran franjas de papel bond tamaño carta.
De unos diez centímetros de alto cada una.
Recortadas torpemente con tijeras con el mismo texto.
“Guarde este mensaje como comprobante de que usted ya cumplió con ‘La Empresa’ y ‘La Empresa’ cumplirá con usted”.
Esos papeles eran los seguros de vida en 2018 al que comerciantes en el Centro Histórico se aferraban como talones de pago “del derecho de piso”.
Costaban entre 2 mil y 5 mil pesos al mes y amparaban a los dueños de los negocios de ser golpeados en vecindades o asesinados.
Cuando los policías descubrieron esos papeles, supieron que ese niño con uniforme escolar era el que cobraba las extorsiones y entregaba los volantes en la calle República de Perú.
Su descripción física empataba con la denuncia de un grupo se hacía llamar “Los incorregibles”.
Más tarde, la @SSC_CDMX fue descubriendo más datos: en muchos casos, eran niños y niñas de hasta 10 años que hacían labores que los líderes de La Unión Tepito les enseñaron a manera de juego, como silbar de un cierto modo si llegaba la policía...
... hacer señas con las manos si un cliente extraño entraba a una vecindad a surtirse de droga, a salir en bicicleta con los amigos a entregar esos volantes como seguros de vida.
La mayoría eran niños del barrio, a veces familiares de los propios líderes del cártel.
Trabajaban como halcones, cobradores de extorsión, pasadores de droga en sus tiempos libres, saliendo de la escuela, mientras jugaban futbol o vendían dulces afuera de la vecindad.
Su paga era simbólica: un teléfono robado, una gorra, un poco de dinero.
A la policía le llamó la atención que en las denuncias de los comerciantes se repetía que “Los incorregibles” a la hora de cobrar las extorsiones decían “por favor” y “gracias”.
No tocaban las puertas de los locales a cachazos ni eran violentos.
Tampoco tenían la saña de los niños sicarios que sorprendieron al país al inicio de la guerra contra el narcotráfico.
Eran, según los estándares del barrio, niños buenos haciendo travesuras.
Acaso por eso, por no ser violentos, pasaron por debajo del radar de la @SSC_CDMX durante dos años. Pero su función es crítica para grupos como La Unión Tepito: ellos son la tropa que se ha convertido en los ojos y las manos del crimen organizado en la Ciudad de México.
A los expedientes de infancia y crimen en la capital mexicana ahora se suma el asesinato de Alan Yair y Héctor Efraín, los dos niños secuestrados, torturados y asesinados en el Centro Histórico. Las razones del asesinato de los adolescentes de 12 y 14 años aún no son claras.
Pero la línea de investigación más fuerte de las autoridades apuntan a una historia similar al de “Los incorregibles”: niños que entraron a jugar a un mundo de adultos y que la violencia de los mayores los alcanzó.
El doble homicidio confirmaría una realidad incómoda de ver, pero que ya no puede ocultarse: la Ciudad de México empieza a convertirse en una ciudad que le teme a sus hijos más pequeños.
Hay dos países: el que ven los que gobiernan y en el que viven los gobernados. En el primero, el enemigo está bajo control; en el otro, todo está bajo control del enemigo.
Sr. @AlfonsoDurazo: aquí hay una lista incompleta, pero irrefutable, de regiones donde manda el crimen.
Vaya usted a San Miguel Totolapan, Guerrero. El corazón de Tierra Caliente.
Intente entrar a esas rancherías que dice usted que están pacificadas, a ver si no se topa con los hombres armados de Los Rojos o Los Ardillos o Guerreros Unidos o quien sea el nuevo dueño de la ampola.
El fin de semana pasado, el #CJNG cometió su masacre más grande en la Ciudad de México. La matanza pasó casi desapercibida. Para entenderla fui hasta donde ocurrió y hablé con los vecinos.
Abro HILO con la #NaciónCriminal de ayer sobre la historia detrás de este crimen.
Al principio, todos creían que la colonia era segura. Los niños podían jugar en las calles y las mujeres caminaban de noche por la colonia Providencia en la ahora alcaldía #Azcapotzalco.
Nada de qué preocuparse, excepto hace unos 15 años, en la calle Venustiano Carranza y cerca del deportivo Renovación Nacional, surgió un local donde una familia, apodados Los Chocos, vendía droga.
Pero nadie dijo nada porque eran vecinos pacíficos y no se metían con nadie.
Qué vergüenza lo que acaba de pasar en la audiencia virtual de Genaro García Luna en Nueva York: ha sido suspendida porque los periodistas mexicanos no muteaban sus micrófonos, pese a los regaños del juez.
"Pinches periodistas mexicanos pendejos", se alcanzó a escuchar.
¿Qué se escuchaba desde la ubicación de los periodistas mexicanos que se enlazaron en línea a la audiencia y no mutearon sus micrófonos?
Un noticiero de radio, conversaciones sobre un desayuno, la campaña del camión de la basura...
Que siempre sí. El juez Cogan reanuda la audiencia virtual.
Les traigo una historia de comida callejera y cárteles: así es cómo el "Marro" hacía negocios sucios de millones de pesos hasta con los tacos en Guanajuato.
Cuando la gente en Guanajuato dice que José Antonio Yépez, el “Marro”, se metió hasta la cocina del estado… están hablando literalmente.
Porque una de las actividades criminales más cotidianas del Cártel Santa Rosa de Lima, pero de las menos comentadas, es esta:
Durante los viajes que hice a Santa Rosa de Lima, pobladores que conocieron al “Marro” desde joven contaban que pasaba largas horas a lado de sus animales.
Era tanta su afición que en la finca donde lo aprehendieron el 2 de agosto vivía entre gallos de pelea y caballos.
Cayó “El Marro”, uno de los capos más violentos e infames del país.
Su detención es una buena noticia para la imagen abollada del gobierno federal y de Guanajuato en seguridad, pero ¿qué tanto cambiará la situación en el estado?
Abro HILO.
1/5. La caída de “El Marro” no significa la desaparición del Cártel Santa Rosa de Lima.
En todo caso adelanta una escisión: el grupo de fundadores disputará el control contra el grupo de nuevos miembros y negociadores que se había acercado al Cártel del Pacífico.
Desde hace meses, el gabinete de Seguridad de Guanajuato sabe que hay dos corrientes en pugna en el cártel:
miembros cercanos a José Antonio Yépez y los de recién ingreso, a quienes les une un mismo objetivo:
que el cartel siga vivo, aunque su líder esté fuera de circulación.