"Nunca volveremos a la situación «normal» que hemos conocido en las últimas décadas. En primer lugar, el motor de la civilización termoindustrial —el dúo energía-finanzas— está al borde de la extinción".
"Se están alcanzando límites; la era de las energías fósiles abundantes y baratas se acerca a su fin, como lo demuestra la avalancha de las energías fósiles no convencionales a precios medioambientales, energéticos y económicos prohibitivos".
"Este hecho destruye por completo cualquier posibilidad de retomar algún día el crecimiento económico, con lo cual firma la sentencia de muerte de un sistema basado en deudas… que sencillamente, no serán pagadas jamás".
"En segundo lugar, la expansión material exponencial de nuestra civilización ha alterado irremediablemente los sistemas complejos naturales que la sostenían. Se han traspasado fronteras".
"El calentamiento global y los colapsos de la biodiversidad, por sí solos, anuncian la ruptura de sistemas alimentarios, sociales, comerciales o sanitarios; es decir, desplazamientos masivos de población, conflictos armados, epidemias y hambrunas".
"En un mundo que se ha vuelto «no lineal», los
fenómenos imprevisibles de gran intensidad serán la norma, y hay que contar con que a menudo las soluciones que intentaremos aplicar afectarán aún más a los sistemas".
"Y en tercer lugar, los sistemas cada vez más complejos que proporcionan la alimentación, el agua y la energía, y que posibilitan el funcionamiento de la política, las finanzas y la esfera virtual, exigen aportes cada vez mayores de energía".
"Dichas infraestructuras se han vuelto tan interdependientes, vulnerables, y con frecuencia anticuadas, que una pequeña ruptura del flujo o del abastecimiento puede poner en peligro la estabilidad del sistema global al provocar efectos dominó desproporcionados".
"Estos 3 estados (la aproximación a los límites, el traspaso de las fronteras y la creciente complejificación) son irreversibles y, si se combinan, solo pueden tener un final. En el pasado han tenido lugar numerosos colapsos de civilizaciones que se limitaban a ciertas regiones".
"Hoy en día, la globalización ha creado riesgos sistémicos globales, y por primera vez se da la posibilidad de un colapso a escala muy grande, casi global. Pero no ocurrirá en un día".
"Un colapso tomará velocidades, formas y giros diferentes según las regiones, las culturas y los riesgos medioambientales, y por lo tanto, debe considerarse como un mosaico complejo donde nada puede preverse".
('Colapsología', de Pablo Servigne y Raphaël Stevens en @arpaeditores)
El colapso no es un apocalipsis con fuego y dragones, es un tiempo distinto convulso, "no lineal" en el que, quizá no se hayan dado cuenta, pero ya estamos inmersos. Entramos hace bastante, de hecho, seguramente antes de acabar el siglo XX.
En el fondo, esa es la razón por la que hoy cualquier tentación de vieja ortodoxia contable o rigorismo neoliberal (que si el déficit patatín, que si la deuda patatán) o previsión de crecimiento es un solo de violín en la cubierta del 'Titanic'.
Servigne y Stevens preveían que las convulsiones se hicieran muy patentes en torno a 2030. El libro es de 2015 (la edición española incluye un epílogo de este año). Las evidencias acumuladas (con números estremecedores) dicen que va más rápido de lo previsto en el peor escenario.
Habrá impagos masivos de deuda (si quedasen acreedores cuando venzan esas deudas) y seguramente, dado que el sistema financiero es puramente convencional y por tanto contingente, veremos una refundación del orden económico. El dinero son números en un servidor, ni más ni menos.
El libro explica por qué todo parece descontrolado (lo está) y por qué no toca deprimirse sino diseñar un tránsito sagaz hacia la era de decrecimiento del Antropoceno (no de sostenibilidad, ese umbral pasó). Y aplasta con datos a los numerólogos de la business school of Chinchón.
Y ya está, me ha quedado de bonito como una peli de Roland Emmerich.
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A raíz de este artículo sobre el hostigamiento legal y judicial a la libertad de expresión en España, ayer tuvimos un debate chulo aquí sobre si debe incluirse entre las amenazas a ese derecho la 'Cancel Culture' o Cultura de la Cancelación. Hilo eterno👇🏻 lavanguardia.com/politica/20210…
Mi respuesta rápida es no. De hecho que omitiera mencionar la Cancel Culture en el reportaje no es casual ni un olvido, es deliberado. Porque la Cancel Culture no es más que un bautismo ingenioso de algo que, en realidad, lleva bautizado muchos años: la Corrección Política.
Siempre que se rebautiza algo, se hace para cambiar su consideración. Los recortes de derechos laborales se rebautizaron como "flexibilidad laboral" para darles prestigio. Al revés, el activismo radical callejero se convirtió en "terrorismo de baja intensidad" para lo contrario.
Un marco para el hilo de ayer. ¿Para qué va a servir la comisión contra la desinformación que coordinará la Moncloa? Bueno, en primer término, leed esto de @Senguix, que inscribe la medida en el marco geográfico y temporal. ¿Qué hacen los demás países? lavanguardia.com/politica/20201…
Como veis, estas medidas tienen que ver con el caso Cambridge Analytica y el efecto en el Brexit (a través del uso de Facebook). Conocido es lo que pasó con Trump, o con Bolsonaro (tsunami de bulos a través del Whatsapp). Nos pasa aquí con la ultraderecha y sus memes.
Por razones funcionales y corporativas, es parcialmente asequible controlar fenómenos de intoxicación en redes abiertas como Facebook o Twitter (si ellas colaboran). Pero es muy difícil en mensajerías como WhatsApp, donde la gente mayor se pasa bulos como si no hubiera mañana.
A ver, sobre la Haterradora Horden Bidisterial, aka Bidisterio de la Berdá, que va a acabar con la prensa libre en España. (Me da una pereza olímpica esto, eh, pero vamos allá). Va hilo:
Para que la tal Orden comportase alguna afectación a la libertad de expresión o de prensa debería legislar "hacia afuera", es decir establecer pautas nuevas sobre el funcionamiento de los medios o los ciudadanos, incluir sanciones administrativas o modificar algún tipo penal.
Por supuesto, no hace nada de todo eso. Simplemente el Gobierno, o la administración, como queráis, establece "cómo vamos a actuar nosotros" para detectar bulos, valorar su extensión y gravedad, y mitigarlos emitiendo información que los contrarreste.
Sobre el Poder Judicial, la separación de poderes, la crisis política de la UE, la morosidad legislativa del Congreso y el rasgado de camisas periodísticas y políticas, me voy a enrollar un poquito...
Tenemos unos sistemas políticos ideados para otro mundo. Uno que en España murió hace 15 años, cuando colapsaron los viejos consensos y nadie se avino a fundar unos nuevos; y en Europa, cuando la ampliación creó un monstruo de 27 países sin cambiar las reglas para tomar acuerdos.
En España, esa crisis destruyó el bipartidismo (hoy sigue, os cuenten lo que os cuenten, tercamente por debajo del 50% de los votos y bajando). Pero nuestro sistema estaba expresamente pensado para funcionar a través del turno. De hecho, la LOREG está diseñada para afianzarlo.
Aunque uno está bastante curado de espantos, no he visto discursos periodísticos mucho más infantiles que plantear el dilema entre "los expertos" y "los políticos".
Todo esto llega una semana después de que grandes oráculos del periodismo quisieran vendernos (sin éxito, menos mal) la antipolítica, el "todos son iguales", "la política, qué desastre", por la sola razón de que la política hace seis años que no los obedece.
Ahora, ante la evidencia de que el "abajo todos" no es material con mucha salida ante una población sumida en la incertidumbre, llega una fórmula solo un pelín más sofisticada de antipolítica: expertos vs políticos.
BOOM: El ministro de Justicia anuncia que la semana que viene empezarán a tramitarse los indultos a los presos del Procés y, enseguida, la reforma de los delitos de Rebelión y Secesión en el Código Penal.