Ayer leía algo que me hizo gracia, porque a veces soy un simple. Un estudio sobre la presencia de sandías en America del Norte.
Es que resulta que en la conquista de la America Septentrional no iban por delante de los soldados los misioneros. Es que resulta que delante de los misioneros iban las sandías.
Se cree que las sandías llegan con la expedición de Pedro Menendez de Avilés y de Juan Pardo a Florida. Desde el asentamiento de Santa Elena, las sandías son introducidas en el interior. Las sendas indias se convierten en el perfecto itinerario de penetración al interior.
Salían soldados de patrulla, se llevaban su sandía, paraban a la vera de las sendas y se comían sus buenas porciones. Escupían mientras tanto las semillas, y continuaban la marcha.
Se ve que desde Santa Elena, en el litoral atlántico, se introduzco rápidamente más allá de las apalaches y más hacia el norte. Cuando llegaron los ingleses, casi 100 años después, pensaban que las sandías eran frutas autóctonas de América.
Pero no solo había sandías en el litoral atlántico. Los españoles al llegar a California las encontraron ya ahí. O en el valle de San Luis, en Colorado, más allá de Nuevo México. Son muchos los testimonios de la presencia adelantada de la sandía ahí donde llegaban los españoles.
Tanto los indios que comerciaban con los españoles, como los ganados que se llevaban a pastar cada vez más lejos, como las propias expediciones de reconocimiento pueden ser factores de la presencia de la sandía donde todavía no había una presencia misional o militar organizada.
Así que bien podemos decir que la sandía merece un lugar en el salón de la fama de #hispaniainvicta
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