En octubre de 1841 Anton Bruckner fue nombrado asistente de maestro en Windhaag, un pequeño pueblo cerca de la frontera con Bohemia. Con un salario miserable, además de ocuparse de múltiples tareas insignificantes, era también suplente de organista y sacristán.
A su superior le molestaba su entusiasmo por el órgano y la composición y le hizo la vida lo más difícil posible. Sólo le era soportable gracias a la amistad de la familia Sücka con la que formó una orquesta de baile en la que Bruckner tocaba el 2º violín en bodas y espectáculos.
Cuando su superior lo denunció por no cumplir con su trabajo, el prelado de San Florian transfirió a Bruckner en 1843 a Kronstorf, un pueblo aún más pequeño. Sin embargo, el castigo resultó ser una gran mejoría, pues estaba entre Linz y Steyr, y la gente era más ilustrada.
En Steyr había un órgano Krismann, como el de San Florian y Leopold von Zenetti, el maestro organista de Enns, se convirtió en el primer mentor musical de Bruckner, quien practicaba Bach en un viejo piano de un ático de Kronstorf, y tocaba el órgano de la parroquia de Steyr.
En 1845 Bruckner pasó sus exámenes y fue nombrado maestro en San Florian. También fue designado asistente organista del monasterio, y su antiguo maestro Kattinger lo alentó a perfeccionar su interpretación al órgano, la libre improvisación y la composición religiosa.
Después de las revoluciones de 1848, Bruckner adquirió notoriedad con su Requiem en Re menor y la Missa solemnis en Si bemol menor. Fue nombrado organista temporal en 1849 y organista en jefe en 1855. Empezó a estudiar Latin y un curso de 2 años en la Unter-Realschule de Linz.
En 1855, después de haber pasado sus exámenes en Linz, Bruckner se convirtió en maestro de escuela superior. Sin embargo, no se sentía satisfecho. En 1851 había viajado a Viena, para conocer al compositor Ignaz Assmayer, pupilo de Michael Haydn e íntimo amigo de Schubert.
Bruckner le dedicó su Psalm CXIV, y en una carta que le envió en 1852 se quejó amargamente de su posición en el monasterio y de la falta de interés en cuestiones musicales. En 1854 regresó a Viena, y le solicitó a tres destacados organistas y teóricos que lo examinaran.
En 1854 la Misa en Si bemol menor se interpretó exitosamente, y en 1855 Bruckner recibió elogios de Robert Führer, un conocido maestro organista de Praga. Bruckner viajó nuevamente a Viena a conocer a Sechter, quien claramente impresionado, lo aceptó como pupilo.
Sin embargo, antes de que Bruckner pudiera empezar sus estudios con Sechter, el primer organista de la catedral de Linz murió. Cuatro días después se hizo una competencia preliminar para encontrar un sucesor temporal. Bruckner ganó fácilmente con una fuga improvisada.
De última hora, Bruckner decidió participar en la competencia principal en 1856, y ganó nuevamente contra oponentes formidables. Este nuevo puesto no sólo cambio la vida monástica de Bruckner por una vida en la capital provincial.
Gracias a este puesto, Bruckner conoció al Obispo de Linz, el Dr. Franz Josef Rudigier, “the most forceful personality to cross the modest organist’s path. This was the man whose fiery temperament was to help in releasing the divine spark in Bruckner’s humble soul.”
Para terminar este hilo y la semana, comparto este fragmento de la Missa solemnis en Si bemol menor de Bruckner. Buenas noches.
Joseph Anton Bruckner nació el 4 de septiembre de 1824 en Ansfelden, un pequeño pueblo de la Alta Austria. Al igual que Schubert, era hijo de un maestro de escuela, pero según Redlich, su familia era gente sencilla de campo, sólo un grado arriba del campesinado.
Ademas de ser maestro de escuela, el padre de Bruckner era organista. Parece ser que su madre era una buena cantante. Anton fue el primero de once hijos, seis de los cuales murieron en la infancia. Junto con sus hermanos, creció en la pequeña comunidad rural de Ansfelden.
El último capítulo del libro está dedicado a algo que Alfred Brendel considera junto con el amor y la música, las más fenomenales bendiciones que pudo haber descubierto en este planeta: el humor. “They imbue life with sense. (And nonsense.)”
Para Brendel, el decir que alguien tiene sentido del humor, implica que hay quienes no lo tienen. Lo que parece gracioso a algunos, para otro puede ser ridículo. La gente sin sentido del humor rara vez se dan cuenta de ello, puede incluso tratar lo cómico con desprecio.
Alfred Brendel ganó en 2003 el London Critic’s Circle Award, el cual que se otorga a quienes han prestado por un largo tiempo un servicio distinguido a las artes. Este premio se ha entregado a Ninette de Valois, Alicia Markova, Judi Dench, Ian McKellen, Helen Mirren, entre otros.
En su discurso, Brendel confiesa que aún en ese punto en su vida y con el gran éxito alcanzado, sigue teniendo algo de la aprehensión que tenía en un principio cuanto trataba de consolidar su prestigio con la ayuda con la prensa, y a veces sin ella.
Dentro de la serie de conversaciones que Alfred Brendel incluye en su libro, se encuentra una muy peculiar entre lo que parece ser el “superyó”, el “yo” y el “ello” de Alfred Brendel, o AB1, AB2 y AB3 como él los bautiza.
Con su característico sentido del humor, Alfred Brendel discute consigo mismo sobre lo que pasa cuando un intérprete ejecuta una obra. Pregunta AB1 a AB" qué era lo que sucedía cuando interpretaba la Sonata Op. 111 de Beethoven. “Were you moved at all?”
En esta conversación de 2015 con Martin Meyer, autor de “Me of All People”, Alfred Brendel reflexiona sobre la música, la vida, el arte y varias otras cuestiones. Meyer pregunta a Brendel, ¿si pudiera cambiar algún aspecto de su vida como artista, cuál sería?
Brendel contesta que más que cambiar algunos aspectos, le gustaría inventar una serie de escenarios que hubieran cambiado su vida en un a dirección diferente: “Firstly: musical parents. No war, no memories of Nazis and fascists, no Hitler or Goebbels on the wireless…
En esta conversación de 1979, Alfred Brendel y Konrad Wolff, autor de “The Teaching of Artur Schnabel. A Guide to Interpretation”, discuten sobre ciertos puntos en los que Brendel no coincide con Schnabel.
Para Wolff, Brendel es el primer pianista desde Schnabel que ha gozado de plena autoridad en la interpretación de Mozart, Beethoven y Schubert. Además, en su opinión, su enfoque tiene mucho en común con el de Schnabel en los detalles de fraseo, tempo y dinámicas.