En términos estrictamente políticos, lo que demuestra la polémica de la Ley Trans (y sus dimensiones) es el increíble poder acumulado del PSOE como partido de Estado, con terminales en el activismo, la academia y los medios. Va hilo:
Este debate en el feminismo académico (en mucha menor medida en el activista) existe desde hace muchos años, pero no tenía dimensión política. Ni nada remotamente parecido. Por eso, la propuesta de ley Trans del PSOE en 2019 y su tramitación no generó ningún incendio.
De hecho, no solo no generó incendio ni titular alguno sino que concitó, además del apoyo de UP, el de casi dos terceras partes de la cámara. Su debate en comisión, hasta la elaboración de la ponencia, fue una balsa. Solo el catolicismo presente en las Cortes puso pegas.
Tras el cambio de manos de Igualdad (al que Calvo se resistió en julio de 2019 pero cedió en noviembre), el feminismo del PSOE (al menos, el que manda) ha girado 180 grados su posición. Pensemos bien: "Han reflexionado". O pensemos mal: "Celos". A lo que nos ocupa, da igual.
Al margen del debate ético, médico, o académico, el efecto, merced a sus terminales en el activismo y en los medios, el PSOE ha conseguido crear un enconadísimo debate político donde no lo había. Y dirigir la opinión de su marca en sentido opuesto al de 12 meses atrás.
Y lo ha hecho sin ningún coste mediático o político visible. Es decir, su giro copernicano no le ha pasado factura alguna, al menos a corto, y a nadie en su órbita se le ha hecho un esguince mental por defender una cosa y la contraria en solo doce meses.
Es una prueba descomunal de por qué el PSOE es el único partido de Estado en España: tiene músculo, satélites, recursos y experiencia. Acabe como acabe, el hecho político cierto, es decir, el debate, es de por sí una cura de humildad para todos los demás actores políticos.
Y Pitufín.
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"Nunca volveremos a la situación «normal» que hemos conocido en las últimas décadas. En primer lugar, el motor de la civilización termoindustrial —el dúo energía-finanzas— está al borde de la extinción".
"Se están alcanzando límites; la era de las energías fósiles abundantes y baratas se acerca a su fin, como lo demuestra la avalancha de las energías fósiles no convencionales a precios medioambientales, energéticos y económicos prohibitivos".
"Este hecho destruye por completo cualquier posibilidad de retomar algún día el crecimiento económico, con lo cual firma la sentencia de muerte de un sistema basado en deudas… que sencillamente, no serán pagadas jamás".
A raíz de este artículo sobre el hostigamiento legal y judicial a la libertad de expresión en España, ayer tuvimos un debate chulo aquí sobre si debe incluirse entre las amenazas a ese derecho la 'Cancel Culture' o Cultura de la Cancelación. Hilo eterno👇🏻 lavanguardia.com/politica/20210…
Mi respuesta rápida es no. De hecho que omitiera mencionar la Cancel Culture en el reportaje no es casual ni un olvido, es deliberado. Porque la Cancel Culture no es más que un bautismo ingenioso de algo que, en realidad, lleva bautizado muchos años: la Corrección Política.
Siempre que se rebautiza algo, se hace para cambiar su consideración. Los recortes de derechos laborales se rebautizaron como "flexibilidad laboral" para darles prestigio. Al revés, el activismo radical callejero se convirtió en "terrorismo de baja intensidad" para lo contrario.
Un marco para el hilo de ayer. ¿Para qué va a servir la comisión contra la desinformación que coordinará la Moncloa? Bueno, en primer término, leed esto de @Senguix, que inscribe la medida en el marco geográfico y temporal. ¿Qué hacen los demás países? lavanguardia.com/politica/20201…
Como veis, estas medidas tienen que ver con el caso Cambridge Analytica y el efecto en el Brexit (a través del uso de Facebook). Conocido es lo que pasó con Trump, o con Bolsonaro (tsunami de bulos a través del Whatsapp). Nos pasa aquí con la ultraderecha y sus memes.
Por razones funcionales y corporativas, es parcialmente asequible controlar fenómenos de intoxicación en redes abiertas como Facebook o Twitter (si ellas colaboran). Pero es muy difícil en mensajerías como WhatsApp, donde la gente mayor se pasa bulos como si no hubiera mañana.
A ver, sobre la Haterradora Horden Bidisterial, aka Bidisterio de la Berdá, que va a acabar con la prensa libre en España. (Me da una pereza olímpica esto, eh, pero vamos allá). Va hilo:
Para que la tal Orden comportase alguna afectación a la libertad de expresión o de prensa debería legislar "hacia afuera", es decir establecer pautas nuevas sobre el funcionamiento de los medios o los ciudadanos, incluir sanciones administrativas o modificar algún tipo penal.
Por supuesto, no hace nada de todo eso. Simplemente el Gobierno, o la administración, como queráis, establece "cómo vamos a actuar nosotros" para detectar bulos, valorar su extensión y gravedad, y mitigarlos emitiendo información que los contrarreste.
Sobre el Poder Judicial, la separación de poderes, la crisis política de la UE, la morosidad legislativa del Congreso y el rasgado de camisas periodísticas y políticas, me voy a enrollar un poquito...
Tenemos unos sistemas políticos ideados para otro mundo. Uno que en España murió hace 15 años, cuando colapsaron los viejos consensos y nadie se avino a fundar unos nuevos; y en Europa, cuando la ampliación creó un monstruo de 27 países sin cambiar las reglas para tomar acuerdos.
En España, esa crisis destruyó el bipartidismo (hoy sigue, os cuenten lo que os cuenten, tercamente por debajo del 50% de los votos y bajando). Pero nuestro sistema estaba expresamente pensado para funcionar a través del turno. De hecho, la LOREG está diseñada para afianzarlo.
Aunque uno está bastante curado de espantos, no he visto discursos periodísticos mucho más infantiles que plantear el dilema entre "los expertos" y "los políticos".
Todo esto llega una semana después de que grandes oráculos del periodismo quisieran vendernos (sin éxito, menos mal) la antipolítica, el "todos son iguales", "la política, qué desastre", por la sola razón de que la política hace seis años que no los obedece.
Ahora, ante la evidencia de que el "abajo todos" no es material con mucha salida ante una población sumida en la incertidumbre, llega una fórmula solo un pelín más sofisticada de antipolítica: expertos vs políticos.