En Vancouver hay un rascacielos más alto por dentro que por fuera. No es una maldición ni una aberración cuántica.
Es una anomalía LINGÜISTICA. Y puede costar vidas.
En #LaBrasaTorrijos de hoy, el extraño caso de los edificios a los que les faltaban plantas.
HILO 👇
En mayo de 2015, un equipo de bomberos de Vancouver se encontraba ejecutando un simulacro en el rascacielos de viviendas QuayWest I, en el 1033 de Marinaside Crescent.
Este edificio con grandes paños de vidrio en la fachada.
El equipo interior debía subir por las escaleras del edificio y encontrarse con el equipo exterior, que iba una plataforma extensible.
El encuentro debía producirse en la planta 32.
Mientras los bomberos del interior subían peldaño a peldaño, les llegó el aviso por el walkie-talkiw de que el equipo exterior, subido a la plataforma, ya estaba esperando al otro lado de la fachada.
"Estamos aquí. Es la última planta"
¿Cómo la última planta?
"No es la última planta. Acabamos de salir de las escaleras en la planta 32 y no es la última planta. Repito. NO es la última planta"
Efectivamente, cuando los bomberos del interior abrieron la ventana de la fachada (donde la flecha verde), se encontraron con que allí no estaba la plataforma ni la escalera de salvamento.
Estaba donde la flecha roja.
Cuatro plantas más arriba.
¿Dónde demonios estaban esas cuatro plantas?
Para resolver el enigma tenemos que retroceder unos 2015 años...
...hasta la noche de una cena muy especial.
En la última cena, aparte de reservar una mesa en la que todos están del mismo lado, que vaya derroche, amigos, hay un número muy particular y muy significativo en el mundo occidental:
El 13.
Eran 13 los comensales a la última cena de Jesús y, por eso, sobre todo a partir de la Edad Media, nació una patología muy particular. La triscaidecafobia.
Es decir, el miedo al número 13.
Con la llegada de la Ilustración, este miedo al 13 debería haberse convertido en un chascarrillo sin importancia, como muchas otras supersticiones pero, ay, con el dinero hemos topado.
Resulta que, según unos cuantos estudios de promotoras y hoteleros, hay un porcentaje no desdeñable de gente que NO QUIERE ALOJARSE en una habitación que tenga el número 13 o que esté en la planta 13.
¿Resultado? Desde principios del siglo XX, hay un buen montón de edificios por todo el mundo QUE NO TIENEN PLANTA 13.
Como se ve en la aguja indicadora de este ascensor de Albany de 1932. Como veis, falta de la planta 12 pasa a la planta 14.
Es una rareza total.
¿Y dónde está esa planta 13? ¿Ha desaparecido?
¿Esos edificios son como la TARDIS?
Pues no, claro. Como en el mundo se siguen respetando las leyes de la termodinámica (de momento), la planta 13 no se ha ido a ningún lado.
Solo ha cambiado de nombre.
A veces lo sustituyen por un 12 A o la letra M (la decimotercera del alfabeto).
En otras ocasiones, el eufemismo es más sutil y en el botón pone "Planta cafetería" u "Oficinas".
Pero hay edificios cuya planta 13 no se sustituye por la 12A o la M, sino que directamente se elimina, continuando la progresión desde la 12 a la 14.
Como si no existiera. Como si una planta entera, con sus forjados, sus soportes, sus fachadas y tabiques, sus ventanas, sus puertas, sus pasillos, sus aseos y todas las personas que usan esos aseos, hubiese desaparecido.
Borrada de la existencia.
Entonces, esta superstición explicaría que en el QuayWest I de Vancouver hubiese una diferencia de una planta.
Pero recordad que la diferencia entre el exterior y el interior era de cuatro plantas.
Para explicar qué leches pasó con esas otras tres plantas que faltan, vamos a viajar a una de las naves de "Arrival", la magnífica peli de Dennis Villeneuve .
(O si sois más de leer, de "La historia de tu vida", el cuento de Ted Chiang en el que se basa el filme).
El hilo sobre el que se articula la tesis de la peli y el cuento es la hipótesis Sapir-Whorf.
La hipótesis establece el denominado principio de relatividad lingüística; es decir, que nuestra comprensión y conceptualización de la realidad está determinada por el lenguaje.
En "Arrival", el lenguaje circular y simultáneo de los heptápodos hace que perciban el tiempo de manera también circular y simultánea.
La hipótesis Sapir-Whorf ha sido desacreditada en su categorización estricta. Sin embargo su categorización débil sigue vigente y establece que que "la lengua de un hablante tiene cierta influencia en la forma que este conceptualiza y memoriza la realidad".
Cierta influencia.
Esta "cierta influencia" nos lleva a China y, en realidad, a todos los países con lenguas sino-tibetanas; esto es, a los países con lenguajes cuya escritura se compone o se basa en el ideograma.
Seguidme, que ahora viene lo bueno.
En español, las palabras "suerte" y "muerte" solo se diferencian en una letra pero sus significados son bien distintos y esa distinción es sencillísima al tratarse de escrituras de conceptualización abstracta como la occidental.
En cambio, en mandarín, donde "persona" se escribe con un carácter que parece la silueta de un ser humano (人), y en el que el carácter de "prisionero" simula a esa silueta encerrada en una jaula (囚), la relación entre el lenguaje y la realidad es sensiblemente más directa.
En chino, el número cuatro se pronuncia /sì/, algo muy parecido al sonido /sǐ/, que es el sonido de la palabra "muerte". Aunque los ideogramas son muy distintos (四 es cuatro y 死 es muerte), la identificación sonora es prácticamente idéntica.
Como dice la relación lenguaje-significante es más directa, para un chino, el sonido "muerte" significa más muerte que para un occidental.
Y como "cuatro" suena igual que "muerte", es frecuente que en los edificios de extremo oriente, se elimine toda referencia a la planta cuatro, pero también a la 14, la 24, la 34 y cualquier número terminado en cuatro.
De hecho, hay edificios donde faltan el 13 y el 14, y se acaba pasando de la planta 12 a la 15 directamente.
Hay casos incluso más extremos, como el Hotel Ritz Carlton Macau, que aparte de ser un edificio horterísima por fuera y por dentro, tiene 36 plantas por fuera y 52 por dentro porque, además del 13 y los 4, HAN ELIMINADO LAS PLANTAS DESDE LA 40 A LA 49.
¿Y por qué leches pasa esto en Vancouver, que está en Canadá y no en Asia?
Pues porque Vancouver es una ciudad con una comunidad de ascendencia oriental muy nutrida y establecida allí desde mediados del XIX.
De hecho, el arquitecto del QuayWest es este señor llamado James Cheng
Así que, efectivamente, el QuayWest I no es un edificio maldito como la Casa de Hojas de Mark Z. Danielewsky ni un vehículo de dimensión relativa como la TARDIS.
Solo es un edificio con esta FRIKADA de panel de ascensor al que le faltan cinco plantas en total.
Pero ¿por qué esta superstición numérica puede costar vidas?
Pues porque, como sucedió en el simulacro de incendio de 2015, un bombero que está en medio de un incendio no puede despistarse porque los números de las plantas no coincidan con las plantas que él está contando.
Por eso, a partir de 2015, las autoridades de Vancouver han prohibido las anomalías en la numeración de sus edificios.
Ahora, después del 3 va el 4 y del 12 va el 13.
Otra cosa es que los promotores decidan no ocuparlas con espacios habitables o que las destinen a plantas de instalaciones.
También puede suceder que, como en Manhattan, esas plantas de instalaciones tengan 15 metros de altura para así aumentar la altura del edificio e inflar artificialmente el precio de los apartamentos superiores.
Pero esa es otra historia que veremos en otro episodio.
Y con estas cuatro fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos del número 13, de los heptápodos, de Vancouver y de #LaBrasaTorrijos de esta semana.
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(Es la hora de pasar la gorra!)
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.
Si queréis conocer más territorios improbables, todos las temporadas y todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:
Hola @zapeandola6, está bastante feo inspirarse en el trabajo de otros y ni siquiera citarlo.
En la sección de @gotzonmantuliz del programa de hoy habéis sacado cuatro lugares y LOS CUATRO los he contado yo en algún episodio de #LaBrasaTorrijos.
Veamos 👇
Y digo "inspirarse" por no decir "aprovecharse" porque, en fin, los lugares no son propiedad de nadie pero la investigación de las peculiaridades de esos territorios y su ordenación en un índice no os lo habéis encontrado por inspiración divina.
Y canta un huevo.
Veamos:
El primer sitio que sacáis es la Base Halley VI. Qué casualidad que el episodio de #LaBrasaTorrijos de Halley VI es JUSTO EL DE LA SEMANA PASADA.
Cuando pensamos en arquitectura en la Antártida, solemos pensar en cabañas bastante chuscas y no muy confortables, ocupadas por tipos rudos (y probablemente por alienígenas multiformes asesinos).
Y, bueno, la sin llegar a tales extremos, pero sí que es cierto que la arquitectura antártica ha sido bastante...digamos...poco delicada con su estética, como se ve en estas dos fotos de la base soviética Leningradskaya y la estadounidense McMurdo.
En una esquina de Roma hay una pequeña iglesia. Es San Carlo Alle Quattro Fontante y la construyó Borromini hace casi 400 años.
Tal y donde está, apenas hay manera de tenerla de frente; se confía todo a una mirada en escorzo.
Pero ese escorzo es perfecto, porque es mejor modo de entender las curvas, los relieves y los meandros del mármol de la portada.
San Carlo —San Carlino— es una iglesia pequeña, sí, pero es una obra maestra del Barroco, de la arquitectura, del urbanismo, de hacer ciudad, de entender el tiempo y, si fuese una tienda de churros, seguro que sería la mejor tienda de churros del mundo.
Hay algo fascinante (y un poco escalofriante) en las arquitecturas que no están ni pensadas ni ejecutadas para el ser humano.
Este es el detector de neutrinos Super-Kamiokande, en Hida Japón.
Además, y por si nos parecía poco marciano por sí solo, el Super-K está construido A UN KILÓMETRO de profundidad bajo tierra.
Ah, y no se puede pisar. El interior del Super-K solo se puede transitar en un bote porque está lleno de agua hasta un cierto nivel para posibilitar la detección de neutrinos.