A pesar de que Anton Bruckner sin duda es el más importante compositor de sinfonías y música para la Iglesia Católica, después de Beethoven y Schubert, su reconocimiento general fue muy tardío. Entre sus contemporáneos tuvo impacto hasta el final de la década de 1870.
Este reconocimiento tardío de Bruckner se puede deber a las peculiaridades de su personalidad, las circunstancias de su desarrollo musical y algunas características de estilo de su música.
“Both the man and his work are at odds with the typical musician of the later nineteenth century (…) He has but little in common with the average romantic composer of his century, although many critics continue to classify him as such”.
En una época de profusa composición de canciones, Bruckner compuso sólo unas cuantas. Tampoco compartía el gusto de los románticos por la música de cámara. No se interesó en el poema sinfónico de Liszt y el drama musical de Wagner sólo le afectaba como un nuevo sonido.
Al igual que su antagonista Brahms, Bruckner nunca consideró seriamente componer una ópera. Por otro lado, Bruckner es quizá el único gran compositor de su siglo cuya entera producción musical está determinada por su fe religiosa.
Hay pocos compositores de la época de Bruckner que hayan recibido como él un entrenamiento tan completo en contrapunto. Finalmente, a excepción de Max Reger, Bruckner es el único compositor de habla alemana de su siglo reconocido universalmente como virtuoso del órgano.
Con todas estas características, la personalidad artística de Bruckner parecería estar más vinculada a la era del Renacimiento y del Barroco que a la época de Liszt y Wagner.
A pesar de que las primeras composiciones de Bruckner datan de 1836, tardó mucho tiempo en empezar a componer a gran escala. La primera obra en la que Bruckner reveló su personalidad artística fue la Misa en Re menor, compuesta cuando tenía 40.
Las obras más importantes de Bruckner pueden divierte en dos grupos: la música vocal para Iglesia y la música instrumental de concierto. En el primer grupo, todas excepto el Te Deum y el Psalm CL, fueron compuestas antes de mudarse a Viena.
En el segundo grupo, todas excepto la Studiensymphonie en Fa menor y la 1ª Sinfonía (versión Linz) fueron escritas durante el periodo de Bruckner en Viena. Hay una gran afinidad e interdependencia entre esta dos categorías.
El que Bruckner haya concentrado sus principales energías creativas en una concepción monumental de la misa y la sinfonía, en una época en que ambas estaban devaluadas, es uno de los aspectos más extraños de su carrera artística que contribuyó a su tardío reconocimiento.
La concepción de misa sinfónica de Bruckner, inspirada por la Missa solemnis de Beethoven y la Misa en Do de Cherubini, y nutrida con las misas de Palestrina, Gallus, Caldara, Fux y otros, era tan contraria al Zeitgeist como su tipo sinfónico monumentalizado
La concepción de gran sinfonía de Beethoven y Schubert estaba prácticamente muerta y enterrada cuando Bruckner emergió como sinfonista en 1863. Wagner la consideraba extinta, y los trabajos sinfónicos de Berlioz y Liszt se distinguían de la sinfonía clásica al ser programáticos.
Parecía que no había lugar para la música sinfónica de la estatura de Beethoven, lo que explicaría el rechazo de los editores hasta la década de 1880. Cuando las sinfonías de Brahms fueron publicadas, el público las asoció fácilmente con la música de inicios del siglo XIX.
Por otro lado, las sinfonías de Bruckner parecían monstruosidades anacrónicas. Brahms las llamaba “boas constrictoras sinfónicas”. A pesar de algunos éxitos aislados, la obra a gran escala de Bruckner no ganó la estima general mientras permaneció en manuscrito.
Para enero de 1885 sólo se habían publicado la 3ª Sinfonía (2ª versión) y el Quinteto de cuerdas. La mayoría de las sinfonías y misas fueron publicadas después de 1890. Incluso a la muerte de Bruckner todavía dos de sus sinfonías seguían sin ser publicadas e interpretadas.
No es difícil entender que una valoración justa de la música de Bruckner era una tarea prácticamente imposible durante la vida del compositor. Esta situación también explica por qué la popularidad y la influencia de la música de Bruckner tuvieron que esperar hasta el siglo XX.
Para terminar este hilo y la semana, comparto una “boa constrictora sinfónica”, como diría mi amado Brahms de mi amado Bruckner. El Adagio de la 7ª Sinfonía de alguna manera envuelve y sofoca con belleza. Buenas noches.
“Bruckner must have cut a strange figure: ambling along, as in day-dream, on the populous boulevard-like pavements of the elegant, new built Ringstrasse (…) A stockily built figure, carrying and imperious head on broad peasant’s shoulders…”
En la brillante turbulencia de la Viena de los valses de Strauss, la apariencia de Bruckner debió haber llamado la atención del observador casual como la imagen de un típico inadaptado de provincia. Su apariencia de hecho era el reflejo de su carácter tenazmente conservador.
La historia del periodo final de la vida de Anton Bruckner está contenida en sus sinfonías. Después de la agitación de trasladarse de varias ciudades de provincia a Viena, la vida personal de Bruckner se asentó en una rutina rígida de deberes académicos.
A pesar del contraste de su nueva condición con sus anteriores modestos nombramientos, Bruckner no se sentía satisfecho y trato varias veces de obtener un puesto fuera de Austria. Se quejaba amargamente de sus finanzas, afectadas por los gastos de copiar y ejecutar su música.
El Obispo Rudigier era un hombre con temple de acero, pero de una profunda humanidad y dotado de un genuino amor por la música. Le dio un trato preferencial a Bruckner desde el principio, permitiéndole sus frecuentes y prolongados viajes a Viena.
Rudigier apreciaba enormemente las interpretaciones de Bruckner al órgano, lo invitaba frecuentemente para que tocara para él en la catedral. Le comisionó la “Domkantate” y la Misa en Mi menor para su nueva catedral y capilla votiva, la Catedral de la Inmaculada Concepción.
En octubre de 1841 Anton Bruckner fue nombrado asistente de maestro en Windhaag, un pequeño pueblo cerca de la frontera con Bohemia. Con un salario miserable, además de ocuparse de múltiples tareas insignificantes, era también suplente de organista y sacristán.
A su superior le molestaba su entusiasmo por el órgano y la composición y le hizo la vida lo más difícil posible. Sólo le era soportable gracias a la amistad de la familia Sücka con la que formó una orquesta de baile en la que Bruckner tocaba el 2º violín en bodas y espectáculos.
Joseph Anton Bruckner nació el 4 de septiembre de 1824 en Ansfelden, un pequeño pueblo de la Alta Austria. Al igual que Schubert, era hijo de un maestro de escuela, pero según Redlich, su familia era gente sencilla de campo, sólo un grado arriba del campesinado.
Ademas de ser maestro de escuela, el padre de Bruckner era organista. Parece ser que su madre era una buena cantante. Anton fue el primero de once hijos, seis de los cuales murieron en la infancia. Junto con sus hermanos, creció en la pequeña comunidad rural de Ansfelden.
El último capítulo del libro está dedicado a algo que Alfred Brendel considera junto con el amor y la música, las más fenomenales bendiciones que pudo haber descubierto en este planeta: el humor. “They imbue life with sense. (And nonsense.)”
Para Brendel, el decir que alguien tiene sentido del humor, implica que hay quienes no lo tienen. Lo que parece gracioso a algunos, para otro puede ser ridículo. La gente sin sentido del humor rara vez se dan cuenta de ello, puede incluso tratar lo cómico con desprecio.