No recuerdo si la historia me la contó Alí, que está en el paraíso de Mahoma, o Malainin, que vive, o ambos. Ocurrió cuando la guerra de resistencia contra las tropas del sangriento Hassán II se libraba en caliente, hace cosa de 40 años.
Las patrullas del Frente Polisario debían golpear al enemigo en sus líneas de aprovisionamiento y para cumplir la misión recorrían largas distancias a pie o en camello, en trayectos extenuantes de varios días en los que había que cargar con lo indispensable, que era todo:
armas y municiones, las jaimas para pernoctar y para guarecerse en las horas de mayor inclemencia solar, la sémola para preparar un cus-cus austero, las infaltables hojas machacadas de té, para dar un poco de dulzura a la aridez, y el agua necesaria para esos efectos.
¿Mapas? No, no llevaban mapas porque una representación a escala del desierto es monótona y del todo inútil. Su GPS iba en la cabeza de los guías, nómadas ancestrales, viejos curtidos en las travesías de la arena, amantes de su patria seca y de su libertad.
En esos entornos la vista no es muy útil porque el desierto es dinámico en la creación de paisajes, no hay muchos signos perdurables que faciliten la orientación y los valles y las colinas son más bien provisionales.
Uno podría imaginarse lo más obvio, que es la observación de los astros para definir la posición y la ruta. Pero los saharauis son originales y recurren al olfato.
Esos viejos guías podían reconocer en qué punto preciso de su universo se encontraban mediante el método inverosímil de oler la arena en un ceremonial preciso:
por la noche, el guía, acuclillado en la jaima, mandaba a uno de los efectivos de la patrulla a que recogiera un puñado de arena del exterior, y al recibirlo lo olfateaba para saber cuánto se había avanzado, y en qué dirección.
La patrulla de esta historia salió de algún campamento del sur con dirección al noreste y estaba integrada, además del guía, por un puñado de combatientes jóvenes y fogosos, de educación moderna pero conocimiento escaso de las tradiciones.
Tres de ellos, escépticos, dudaron de facultades nasales tan portentosas, supusieron que eran un truco y complotaron para tomarle el pelo al viejo y descubrir cómo era que éste conseguía, en verdad, orientarse en el desierto.
Así que antes de partir llenaron un frasco con arena recolectada de los alrededores de la base y lo echaron en la mochila de uno de ellos.
Nada ocurrió tras la primera jornada de marcha: al caer la tarde, los integrantes del pequeño grupo de combate se dispusieron a descansar, levantaron un par de jaimas y se introdujeron en ellas para disfrutar de las tres cargas de té espumoso. (Ese es, por cierto, otro misterio:
¿cómo carajos le sacan espuma a esa bebida? ¿Le pondrán una pizca de detergente o una gota de clara de huevo sin que uno se dé cuenta?): la primera es amarga como la vida; la segunda, dulce como el sueño; la tercera, suave como la muerte.)
El viejo se mostró confiado en su sentido de la orientación, juzgó innecesario comprobar la ubicación geográfica y los jóvenes conjurados tuvieron que dormirse sobre su propia frustración.
En la tarde del segundo día, el responsable de llevar la columna a su destino dio muestras de inquietud: escudriñaba el horizonte planísimo, vacilaba por momentos, se detenía y miraba el suelo.
Ordenó un alto en hora aún temprana y los hombres armaron las dos tiendas –una para los hombres y las armas, otra para el resto de la carga– y vertieron sobre la sémola un poco de agua inapreciable para preparar el alimento.
Comieron conforme caía la noche y al terminar desempacaron la pequeña hornilla de alcohol y los vasos reglamentarios –más pequeños que un vaso de un cuarto de litro, más grandes que un caballito de tequila–, vertieron un puñado de hojas aromáticas en el agua de la tetera...
... le agregaron azúcar y se dispusieron a paladear la primera ronda, que después de pasar varias veces de la tetera al vaso y del vaso a la tetera, en cascadas altas, delgadas y precisas, sale espumosa, y amarga como la vida.
¿Se dieron tiempo para contarse historias de familia, de amor y de muerte, o evocaron la recién terminada invasión mauritana, o comentaron las huelgas del sindicato Solidaridad en Polonia, o hablaron de la visita del gobernante español, Adolfo Suárez, a Irak y Jordania?
¿O acaso debatieron sobre las repercusiones que podría tener para su pequeña patria ocupada la elección del siniestro y remoto Ronald Reagan? Porque los saharauis, desde su rincón de desierto, y sin tele o periódicos (Internet no existía), estaban al tanto del mundo.
A saber de qué hablaron, pero de seguro lo hicieron en forma animada y alegre. Pese a la inminencia del combate, a la devastación de su patria por el genocida marroquí y de la escasez con la que ellos, hijos del desierto enfrentaban a una potencia regional armada por Washington.
Con esos temas o con otros apuraron la segunda carga de té, que es dulce como el sueño, y la tercera, que es suave como la muerte, y luego se hizo el silencio.
Entonces el viejo guía señaló a uno de los combatientes y le dijo: “Ve afuera y tráeme un poco de arena”.
El designado, reprimiendo los nervios, salió de la jaima en la que se encontraban, entró a la otra, en la que almacenaban las provisiones, hurgó en su mochila, sacó el frasco de arena, la echó en la palma de su mano y caminó de regreso hasta donde estaba el guía.
Éste adelantó el cuenco de sus manos para recibir el puñado, inclinó la cabeza, aspiró profundamente y cerró los ojos. Pasado un instante, los abrió como platos. Miró a sus compañeros uno por uno, dejó caer la arena y se derrumbó a punto del llanto, mientras exclamaba:
“¡Soy un estúpido! ¡Hemos estado caminando en círculo y hemos vuelto al punto de donde salimos!”
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
Las tecnologías de generación eólica y fotovoltaica tienen un inconveniente grave: su alta intermitencia. Es decir, sólo alcanzan un buen grado de eficiencia en la generación de electricidad cuando hay viento y cuando hay sol.
Eso significa que para poder explotarlas a gran escala se necesita cubrir las horas en las que los generadores fotovoltaicos y eólicos no producen, o cuando su producción es insuficiente.
Eso sólo se puede hacer con sistemas de respaldo menos intermitentes, que inevitablemente funcionan con combustibles fósiles (combustóleo, gas natural, carbón, diesel) o con sistemas de almacenamiento de energía.
Oye, @MaElenaMorera: hubo una época en que Washington mandaba fusiles de asalto al Cártel de Sinaloa y te mandaba a ti millones de dólares. ¿Se trataba de adjudicaciones directas o ponían a concursar a varios cárteles y a varias ONGs?
¿Y para recibir las millonadas que te regalaba tu chómpira #Genarco, pasabas por un proceso de licitación o era eso que tú llamas corrupción e ilegalidad?
Tengo motivos racionales para dudar de la veracidad de esta historia pero todos ellos se desvanecen ante una consideración que, por mi experiencia, tiene la condición de axioma: los saharuis no mienten.
Son alegres, juguetones, pobres de solemnidad y tercos; en ocasiones pueden ser sombríos y retraídos, aunque casi siempre se conducen con una calidez que enchufa de inmediato en la fraternidad. Pero la glándula de la mentira no existe en sus organismos.
Eso lo saben bien los gobiernos de Madrid y Washington –responsables máximos del sufrimiento del pueblo saharaui– y los babeantes funcionarios de la ONU que se limitan a alzar los hombros y a mirar al cielo con resignación ante la canallada en curso contra un pueblo despojado.
De los diez proyectos más importantes de infraestructura que se encuentran en desarrollo en América Latina, cuatro están en México.
1. México es el único país del continente que está construyendo con sus propios recursos financieros, sin pedir un solo préstamo al extranjero.
2. El gobierno mexicano es el único que mantiene el eje rector en la construcción de dichas obras. En los demás proyectos son empresas privadas las que tienen el control de las construcciones.
1. La #4T buscó poner fin a los contratos leoninos que daban beneficios desmesurados a consorcios energéticos nacionales y transnacionales en detrimento de @CFEmx y del erario.
2. Auxiliados por despachos mafiosos y jueces venales, las corporaciones afectadas lograron detener la revisión de muchos de esos contratos. Tenían a su favor los términos a modo introducidos en el periodo neoliberal a la Ley de la Industria Eléctrica.
3. El presidente @lopezobrador_ envió al Legislativo la iniciativa de reforma a la Ley de la Industria Eléctrica a fin de tener mejores condiciones para poner fin a los contratos leoninos y detener el saqueo.
Pegadito al Pacífico hay un pequeño cuerpo de agua dulce llamado Laguna Quitasombrero. No sólo es conocido de antaño por los fuertes vientos a los que debe el nombre sino también porque sus aguas están infestadas de cocodrilos...
... a los que en algunas regiones llamamos equívocamente lagartos, por más que éstos sean en realidad una suborden distinta a la familia Crocodylæ y tengan entre sus integrantes a lagartijas, iguanas y camaleones, que viven principalmente de cazar pequeños invertebrados.
Pero en ese lugar y en ese tiempo del que les hablo, cuando mi abuela era niña y el mundo también, se denominaba lagartos a los tremebundos aligatóridos, caimanes o yacarés que son capaces de comerse una ternera.