"Ma, ¿te acordás de la almohadilla eléctrica?"
El auditorio estaba explotado. Había gente sentada en los apoyabrazos de los asientos de otras personas. Gente amontonada en los escalones. Nadie sabía quién era el de al lado.
Lo único que teníamos en común era que todos mirábamos en la misma dirección. Habíamos ido por lo mismo, por un comentario en el diario que decía que había quienes se desmayaban durante la lectura. Y uno va, uno va esperando no ser el desmayado.
Creo que así funciona la vergüenza, pero vamos igual. Siempre puede que uno se lleve una sorpresa.
Por lo general no voy a esos eventos.
Son demasiado grandes, hay demasiadas personas y lo que es peor: existe la posibilidad de terminar boqueando en el suelo, intentando respirar con un montón de ojos curiosos mirando desde lo alto. El exilio es inminente.
Pero lo que importa para empezar es que hubo eventos más chicos. Autores sin mucho renombre y un puñado de curiosos, algunos como yo y otros bien distintos.
Lo interesante es que, en esos espacios, a veces en el sótano de una librería, otras veces en un ex cine porno o un auditorio comido por las polillas; los que buscan entretenerse lo buscan a la salida del evento. El show nunca es tan importante como lo que viene después.
En mi caso, yo buscaba esa primera sensación. Todos somos adictos a algo y la naturaleza de un adicto es emular esa primera vez. Nunca dejé de buscar porque creí que esa era la forma de cerrar el círculo.
Tiempo después entendí que no era el camino y entender que no era el camino empieza en la lectura del tipo de los desmayos.
El índice de éxito siempre fue alto. El índice de satisfacción, no tanto. El éxito, dicen que es porque soy mujer, pero no creo que sea así.
Pero vamos al método, en una de esas a alguien le sirve, aunque a mí ya no. Uno abre el diario, o Facebook, o Instagram y espera, mira, observa, lee.
El truco es encontrar a los parias, a los olvidados por la historia, a los poetas a la gorra y ver dónde van a hacer su presentación. Entonces uno va, lo mejor vestido posible y analiza no el show, sino a los que van a ver el show.
Lo que uno busca cuando busca es dejar de buscar, así que es el lugar ideal. Cuando el poeta frustrado, el actor rechazado, el cantante que erra el DO de pecho termina, el público se retira con el autoestima más alto porque existe alguien peor que ellos.
El truco es encontrar el peor espectáculo posible. Un levantamiento de pesas emocional. Comida para el ego. Dos personas con el alma sobre la línea de la marginalidad conectan, sobre todo si el espacio es reducido y la capacidad de la sala es acotada.
Una amiga le dice "síndrome de grupo reducido". Cuando una pasa cierta cantidad de tiempo en un lugar con pocas personas, uno acentúa sus fortalezas en lugar de sus debilidades, entonces el poco atractivo aumenta un nivel.
El feo no es tan feo, el tuerto tiene otro punto de vista, el rengo camina con gracia.
El paso que sigue es abrirse. Una invita el trago. Una pone el departamento. Y, con un poco más de suerte, una termina con un orgasmo hecho y derecho. No es mi caso.
Nunca es mi caso, y es por eso por lo que mi búsqueda no tuvo fin. Cerrar el círculo se trató siempre de emular ese primer momento, pero ese primer momento no me lo dio un hombre. No entiendo por qué creí que un hombre era lo que necesitaba.
Volvamos al auditorio. La librería se llama Ateneo y debe haber unas dos mil personas. El escenario es chico y el autor mucho más chico que el escenario. El autor entra por uno de los lados vestido con una bata bordó, con un libro forrado en cuero rojo abajo del brazo. Aplausos.
Más aplausos. El autor se para sobre un estrado, apoya el libro y lo abre en una página cerca de lo que todos creemos que debe ser la mitad del libro. El autor dice "buenas noches" y lee. "Tomen aire. Tomen tanto aire como puedan.
Esta historia debería durar el tiempo que logren retener el aliento, y después un poco más. Así que escuchen tan rápido como les sea posible".
El autor nos tiene a todos en sus manos.
El autor lee y cuenta en primera persona una historia de cómo masturbándose abajo del agua, en la pileta de su casa, la bomba de desagüe le atrapó el culo y le chupó el intestino grueso y el intestino delgado.
El autor cuenta cómo las perlas de semen de su eyaculación le flotan alrededor mientras intenta tomar la decisión de cortarse el intestino con los dientes para poder volver a la superficie y no ahogarse.
Es eso o patear el fondo de la pileta para tomar impulso y desgarrarse el culo y morir desangrado. El autor cuenta cómo sus padres lo encontraron desmayado a un lado de la pileta, envuelto en una toalla blanca empapada en sangre.
Cuenta cómo sus padres mintieron y dijeron que el perro se había ahogado atrapado por la bomba de agua. Cuenta cómo su hermana tuvo que hacerse un aborto después de haber nadado en esa pileta. Cuenta todo eso y no tengo aire. Creo que nadie puede respirar.
El autor termina y siguen los aplausos y a eso le siguen las preguntas y respuestas. Nadie se desmaya, lo que es una decepción, pero terminan las preguntas y respuestas y yo espero.
Espero a que todos salgan, a que cada una de las dos mil personas pase el umbral de la puerta, y me acerco. El autor está en el escenario, escondido del lado por el que entró antes de la lectura, sentado en una banqueta de madera, con la bata bordó colgándole a los lados.
Por fuera de la bata, solo lleva ropa interior y medias blancas a la altura de los gemelos. El autor me mira y sonríe. No hay vergüenza. La vergüenza no funciona en él como en el resto del mundo.
El autor es todo él, todo bata, todo libro forrado en cuero, todo dientes, todo medias blancas. Sé que no voy a ofrecer ni un trago ni mi departamento.
Me sonríe y le confieso que si él puede contar tan abiertamente la historia de cómo terminó viviendo con 15 centímetros de intestino, yo puedo contar mi historia. El autor no deja de sonreír y me dice que es todo oídos. Todo dientes, todo oídos.
Abre el libro forrado en cuero rojo, arranca un pedazo de papel y escribe una dirección. Me dice que lo vea en ese lugar en media hora.
Salí del Ateneo y en la puerta pedí un cigarrillo a un tipo que pasaba. En otra situación, en otro evento, el cigarrillo hubiese sido la puerta de entrada a mi departamento. Orgasmo sin orgasmo. Pero no. Sé que estoy a salvo. Sé que puedo contar mi historia.
Le sonrío y lo dejo ir.
Camino con el cigarrillo en la boca, con el filtro manchado de labial Rosado Afrodita, con el tapado abierto al viento. Las cenizas del cigarrillo se me van a la cara y se me pegan en los cristales de los anteojos. Camino.
La dirección es la dirección de un bar y cuando llego hay pocas mesas ocupadas. Elijo la peor luz tiene. Si voy a contar mi historia quiero que mi historia tenga más fuerza que mis ojos, que mi labial, que mis pechos. Hoy no quiero llamar la atención.
Pido un Gin & Tonic con pepino y espero. Espero como esperé en el Ateneo. Espero lo que tarda un Gin & Tonic con pepino en llegar a la mitad del vaso, porque en este bar lo sirven en vaso.
El autor entra vestido igual que en la presentación. La vergüenza no funciona. Entra sonriendo, me ve y se sienta en la silla frente a mí. Pide una cerveza en porrón y me dice "soy todo oídos".
Le devuelvo la sonrisa, pero sé que no le cree al gesto de mis labios y creo que porque son demasiado rosados. Demasiado Rosado Afrodita.
"Mamá dijo que debía tener una actividad además del colegio. Papá nunca se opuso porque nunca tuve papá.
Mamá dijo que tenía que ser algo que me diera herramientas y me juntase con otras chicas de mi edad. Si dijo eso fue porque en el colegio no se me daban bien las amistades, así que me anotó en el programa de Exploradoras de la Parroquia Cristo Rey.
Las Exploradoras son el equivalente femenino a los Boy Scouts y sí, también teníamos que llevar uniformes, pañuelos y parches y medallas. La diferencia entre los Boy Scouts y las Exploradoras es que estar en las Exploradoras es más aburrido.
No hay navajas, ni travesías, ni animales, ni nada que pueda ensuciarnos la ropa. Y como era aburrido ir tres veces por semana a la iglesia a hacer nada, una tarde le dije a mamá que me dolía la panza y me salteé ir.
Ya estaba vestida como Exploradora, así que fue una decisión de último momento. Y así como estaba, mamá me creyó, pero hubo que tratarme. Así que me dijo que me desvistiera y me sentara en la mecedora que había en mi cuarto, el único recuerdo que nos quedaba de la abuela Irma.
Me puse un camisón enorme que usaba cada vez que me sentía mal. Tenía que cuidar las apariencias. Digo, tenía siete u ocho años, pero no era estúpida. Si iba a mentir, tenía que hacerlo bien. Todo era mejor que ir a la iglesia.
Me senté en la mecedora y esperé que mamá volviese de su habitación. Sabía lo que seguía. "Santo remedio", mecedora más almohadilla térmica. No fallaba. Incluso si me hubiesen diagnosticado cáncer en los huesos, mamá hubiese sacado la almohadilla.
No era solo una almohada pequeña, era el pináculo de la tecnología hogareña. Tela a cuadros en colores gastados. La clase de colores que no elegirías para vestirte, ni decorar nada, ni vestir a otro.
La clase de estampado que solo le recomendaríamos a alguien que queremos poner en vergüenza. La vergüenza funciona de esa forma. Al menos en la mayoría de los mortales. Y ahí donde terminaba el patrón a cuadros, un cable.
Un cable no blanco, como deberían ser los cables, sino uno color crema. O lo que todos dicen que es color crema. El color crema en realidad es el color de lo blanco que estuvo demasiado tiempo al sol y demasiado tiempo guardado.
No importa el orden, pero sí las dos características. Tiempo y elementos.
Mamá entró a mi habitación y me puso la almohadilla en el bajo vientre, la conectó a la pared y empecé a sentir el calor y una vibración sobre la barriga.
Mamá prendió el velador y me dijo "buenas noches", incluso cuando recién eran las cinco y media de la tarde.
Cerró la puerta y me dejó sola, en el círculo de luz blanca de la lámpara de la mesa de luz, la mecedora yendo adelante y atrás y la almohadilla vibrando y calentándome la parte donde dije que me dolía, pero no dolía.
No sé si fue el calor o el movimiento o las dos cosas, pero empecé a sentirme cansada, a sentir eso que se siente cuando uno está a punto de dormirse. Casi que podía sentir la almohadilla deslizándoseme cuerpo abajo hasta quedar en la entrepierna.
Pero estaba demasiado cansada o demasiado semidormida como para moverme. Ahí, entre el sueño y la realidad cuando sentí una explosión. Una explosión adentro, no afuera, como si la sangre de todo el cuerpo se me hubiese acumulado entre las piernas y de golpe, ¡ahhh!
Fuese en todas la direcciones para llenar los espacios vacíos que la sangre se supone que debe llenar. En ese momento no entendí bien qué pasaba, pero sí sabía que era la almohadilla y la almohadilla moviéndose cuesta abajo, bien abajo.
Eso y la vibración y el calor y… Dios mío, ¡se sentía tan bien! Y probé de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo. No había fin, pero sí sabía que, si mamá se enteraba, mi nuevo secreto correría peligro. Eso y vaya uno a saber qué más, que otra cosa terrible podía llegar a pasar.
Escondí la almohadilla abajo del colchón de mi cama y me fui a dormir. Al otro día mentí que me sentía mejor, pero en realidad nada había mejorado. Mi salud seguía igual, pero nada era igual.
Mamá me dijo que tenía que recuperar el día perdido con las Exploradoras y me mandó varios días seguidos. El primer día no dije nada a nadie, solo fui, hice lo que había que hace y conté los minutos para volver a mi cuarto a dormir con la almohadilla entre las piernas. De nuevo.
Una y otra y otra y otra vez la explosión. Al segundo día no pude contenerme y le conté mi secreto a las otras exploradoras en la pausa entre dos ventas de galletitas por el barrio.
No puedo precisar en cuánto tiempo, pero sí sé que no pasó demasiado hasta que me volví la Exploradora más popular de la Parroquia Cristo Rey y seguido, de la escuela. Todas querían ser mis amigas. Todas querían caminar conmigo y sentarse conmigo en clase.
Incluso durante la misa, las demás Exploradoras se peleaban para rezar los avemarías y los padrenuestros al lado mío. Cuando todos cerraban los ojos, nosotras los dejábamos abiertos y nos sonreíamos.
El paso siguiente fue empezar a recibir a mis nuevas amigas en casa. No importaba la razón. Si no había una la inventábamos y hacíamos pasar la almohadilla eléctrica a una y a otra y a otra y a otra en ronda y volvíamos a empezar. Explosión.
Cada una de nosotras ponía los ojos del revés y dejaba escapar un "ahhhh" involuntario, como si un fantasma hubiese estado atrapado adentro nuestros y la almohadilla lo liberase. Una, dos, tres, cuatro veces. Diez veces. Y un día mamá llegó temprano del trabajo.
Teníamos la música a todo volumen y no escuchamos ni la puerta de entrada, ni las llaves sobre el bowl de cerámica de la cocina, ni la puerta de mi habitación abriéndose.
Mamá, parada con los puños descansando sobre las caderas, con los ojos como el dos de oro, o más abiertos incluso; con la mandíbula caída y Rominita temblando en un orgasmo incontrolable que disparó un chorro de algo como una sevillana automática. Mamá se volvió loca.
Jamás la había visto así. Avanzó pisando como pisaría un elefante en una estampida y vino directamente a mí. Pisó el charco de eso que había salido de Rominita y empezó a los gritos. Me dijo puta, desvergonzada, puta de nuevo y que era un pedazo de mierda.
Les gritó a las Exploradoras que se fueran de la casa y se quedó conmigo en la habitación. Agarró la almohadilla por el cable que salía del patrón a cuadros y lo arrancó de la pared. Creo que hasta vi un chispazo saliendo del enchufe.
Dobló el cable en dos y empezaron los latigazos. Uno y otro y otro y una catarata de putas, desvergonzadas y pedazo de mierdas. Una y otra y otra y otra vez. Puta. ¡Puta!
Todavía tengo las marcas de aquella vez. Hoy tengo 47, así que pasaron 39 o 40 años. 39 o 40 años desde que tuve mi primer y último orgasmo. Ya sé, triste para una mujer, triste para una nena, pero sos la única persona a la que me animé a contarlo.
Tu historia del intestino y la pileta y el aborto y el perro inocente fue lo que necesitaba. No sé si estoy cometiendo un error. No sé, pero sé que un hombre no me va a dar lo que necesito. Hoy tengo mi propia almohadilla eléctrica, pero no es lo mismo.
Creo que me da culpa o veo la cara de mamá. No sé. Perdón".
El autor levanta la mano y esta vez pide dos whiskies. Le dice a la mesera que no traiga hielo y se queda en silencio hasta que llega nuestro pedido. Da el primer sorbo del trago y sonríe.
Da otro sorbo y dice, "tomá, usá mi teléfono. Llamá a tu mamá y preguntale si se acuerda de la almohadilla eléctrica. Despúes contame cómo te sentís".
Con el teléfono del autor en la mano marco el número de la casa de mamá. El número de siempre. Me tiemblan los dedos y por el calor que siento en la cara, debo estar el mismo color que el cuaderno forrado en cuero del autor. Suena una, dos, tres veces y se escucha la voz de mamá.
No digo hola. Solo digo, "Ma, ¿te acordás de la almohadilla eléctrica?".

FIN.
Largo. Por eso les agradezco el haber llegado hasta acá, tomarse el tiempo y ahora comentar y compartir. Es un montón, pero es un poco lo que uno tiene que pagar por poner todo de forma libre. Gracias por dejarme hacer lo que amo. Yo los amo a ustedes.
#MartesDeHistorias ♥️
Ya lo pueden leer en #Medium tambien, pero porfa, acuérdense que Twitter es el lugar por el que más difusión logran mis relatos, así que si quieren compartir, háganlo por acá ;)

urieldesimoni.medium.com/c%C3%ADrculo-c…

• • •

Missing some Tweet in this thread? You can try to force a refresh
 

Keep Current with Uriel De Simoni 🖊

Uriel De Simoni 🖊 Profile picture

Stay in touch and get notified when new unrolls are available from this author!

Read all threads

This Thread may be Removed Anytime!

PDF

Twitter may remove this content at anytime! Save it as PDF for later use!

Try unrolling a thread yourself!

how to unroll video
  1. Follow @ThreadReaderApp to mention us!

  2. From a Twitter thread mention us with a keyword "unroll"
@threadreaderapp unroll

Practice here first or read more on our help page!

More from @Urieldesimoni

4 Apr
Me crucé con esta carta que escribió una nena de ocho años en un vuelo de Quantas y pidió que se la den al piloto (al lado va traducida).
Cuando la leí, y por fuera de la humorada, me quedé pensando en algo de lo que hablo siempre. ImageImage
Casi religiosamente hablo del propósito de las marcas y cómo ese "norte" es lo más importante para la compañía, ya que de ahí se desprende todo lo que dicen y hacen.
También hablo de la cantidad de veces que las compañías pierden ese norte.
Bueno, en esta carta vemos cómo, incluso cuando nos olvidamos de ese núcleo, nuestros consumidores nos lo van a recordar. De ahí la importancia de ser humanos como marcas y escuchar al otro. Extendamos eso a social media, cartas, blogs, teléfonos y atención al cliente.
Read 4 tweets
16 Mar
Yo no sé cuánto saben de medicina, pero hoy les voy a contar del mejor diagnóstico médico jamás dado.
Mi viejo es de los tipos que van al médico cuando sienten que están en las últimas, pero bueno, a fuerza de convencimiento, logramos que se haga un chequeo.
Un chequeo en realidad siempre son muchos chequeos. Que análisis de esto, de los otro. Que resonancia magnética, que próstata, que sangre de acá y electrocardiogramas.
No sé si les pasa, pero para una persona que no quiere ir al médico, lo peor que le puede pasar es ver a muchos.
El proceso tarda algunas semanas y bueno, le salen cosas bien, cosas mal. Las malas siempre relacionadas con el sobrepeso, triglicéridos y colesterol. La parte que viene sucede porque mi viejo no sabe todo eso y está esperando el resultado y el diagnóstico. El próximo paso.
Read 8 tweets
15 Mar
Hoy la vamos de escritura, pero, como diría #TedMosby, “sirve también para la vida”.

“Menos es más”. ¿La escucharon? Yo sí, y hasta la milité por mucho tiempo, sobre todo porque tiene que ver con el estilo de escritura que vengo forjando hace casi diez años.
Pero (siempre hay un pero), hay mitos que tenemos que derribar y este posteo se trata de eso, de eso y de pensar de forma visual al momento de tipear, escribir a mano, de cualquier proceso creativo.

"MENOS no siempre es mejor que MÁS".
Bien, prestemos atención a las dos frases que siguen. Ambas dicen EXACTAMENTE lo mismo:

1. Las personas no siempre tienen el reconocimiento que merecen.

2. Juan hizo lo mismo que Roberto. Pero lo hizo subido a dos zancos caminando para atrás.
Read 6 tweets
23 Feb
Hoy por toda la movida de #PeakyBlinders grabando en Manchester, estuve subiendo fotos, pero a pesar del glamour, les quiero contar una historia sobre la otra cara la ciudad. Una nefasta. #AbroHilo
“Está todo mal con los trolos”. Eso dijo. Pero esperá. No te levantes de la silla enojado todavía. Esperá, necesito aclarar. “We aren’t OK with those fucking queers”. Eso dijo, pero no creo en las traducciones literales.
Tal vez fueron los ojos, había una chispa, un odio, un algo que me llevó a traducirlo así y contarlo hoy por este medio.
Está todo mal con los trolos. En Manchester está todo mal con los trolos. No podía quedarme con ese statement. Una opinión, una muestra de bronca.
Read 38 tweets
23 Feb
Están armando el set de Peaky Blinders A LA VUELTA de mi ex depto. La concha de Dios.
Un poquito más del que supo ser mi barrio. Literalmente vivía a 200 metros.
El bar de Peaky Blinders en Manchester
Read 4 tweets
22 Feb
Al divino botón

Se metió en un berenjenal

Ni chicha ni limonada
No hay tutía

Qué plato!

Nos costó un susto y una disparada
Lo ensartaron como churrasco de croto
Read 4 tweets

Did Thread Reader help you today?

Support us! We are indie developers!


This site is made by just two indie developers on a laptop doing marketing, support and development! Read more about the story.

Become a Premium Member ($3/month or $30/year) and get exclusive features!

Become Premium

Too expensive? Make a small donation by buying us coffee ($5) or help with server cost ($10)

Donate via Paypal Become our Patreon

Thank you for your support!

Follow Us on Twitter!