Hoy por toda la movida de #PeakyBlinders grabando en Manchester, estuve subiendo fotos, pero a pesar del glamour, les quiero contar una historia sobre la otra cara la ciudad. Una nefasta. #AbroHilo
“Está todo mal con los trolos”. Eso dijo. Pero esperá. No te levantes de la silla enojado todavía. Esperá, necesito aclarar. “We aren’t OK with those fucking queers”. Eso dijo, pero no creo en las traducciones literales.
Tal vez fueron los ojos, había una chispa, un odio, un algo que me llevó a traducirlo así y contarlo hoy por este medio.
Está todo mal con los trolos. En Manchester está todo mal con los trolos. No podía quedarme con ese statement. Una opinión, una muestra de bronca.
Una forma de discriminación nunca se puede extrapolar. No se debe extrapolar. Así que me puse como meta hablar, hablar con uno, con otro, casi de forma obsesiva, para saber qué era lo que pasaba de malo en una ciudad que tiene hasta una Gay Village y, la verdad,
nunca vi tanta gente feliz junta en un mismo lugar. Había algo que no encajaba. Y no eran los “trolos”. Era otra cosa.
El problema de ponerse como meta hablar es que uno termina enterándose cosas.
El problema de preguntar sigue la misma premisa y antes de llegar a “está todo mal con los trolos”, terminé en lugares tan desagradables como el tipo del statement y el propio statement. Creo que fueron los ojos. Me enteré de la cantidad de casos de pedofilia.
Me enteré de los facazos y los asesinatos con navaja. Me enteré que la policía no puede portar armas. Me enteré de los canales.
Supe de un mito por testigos presenciales. Ellos le dicen mito, pero los mitos no se viven. Casi que me siento dando clases de nuevo.
Mito con notas realidad. Realidad añejada en barriles de mito. Estaba en los canales. Las voces hablan siempre de una sombra. Una sombra que camina y, como toda sombra, es más peligrosa si anda con un cuchillo.
Como en todos lados, hay quienes salen a correr ya entrada la noche y por la sombra anda la sombra. Un corte limpio y al agua pato. A veces reportan varios casos en una noche. Dos tres noches seguidas de sombra y cuchillos y la sombra desaparece por meses enteros.
Una vez visité al conocido de un conocido en su departamento con vista al canal, con el balcón mirando directamente al canal, a unos puentes más viejos que el tiempo y a la historia que el agua tiene para contar.
Esto pasó hace como cinco años, por lo que nunca me imaginé que hoy viviría a metros del mismo canal. Esto pasó hace como cinco años, pero me sirve para mi investigación de hoy. Este conocido de un conocido tenía una rutina:
Se despertaba a las 6AM, hacía ejercicio, se duchaba con agua hirviendo y salía con un bowl de frutas de estación al balcón a ver salir las primeras luces. Lo normal marca que hagamos una inclinación de cabeza cuando se cruza un pato, un ganso. Las gaviotas son más extrañas.
Dejemos a las gaviotas. La normalidad no tiene en cuenta lo que no podemos controlar y entre las moras, el kiwi, el mango y el segundo puente, un bulto. Un bulto flotando. Flota y gira en círculos a una velocidad casi imperceptible, pero gira, gira y se va revelando.
El conocido de un conocido no puede apartar la vista. Es la teoría del parche en el ojo. Miramos, ya sea porque nos llama la atención o, mejor, para descubrir el horror que hay detrás. Un cuerpo, el cuerpo de un hombre flotando en el canal. Al tiempo, otro.
Sospecharon de la sombra, pero la sombra no salió en los diarios.
Testimonios. Si había algo malo era lo que podía llegar a enterarme. Si había algo bueno, eran las historias. Cientos de historias. Hasta que di con la correcta.
Hasta que entendí que no estaba todo mal con los trolos, sino que había algo más.
Facciones, calculo. Grupos de odio. El odio por el odio mismo. Eso desconocido que nos parece una amenaza. No soportar lo distinto.
El ataque a lo que nos parece atractivo porque no es políticamente correcto pertenecer a tal o cual grupo. Encontrale la filosofía. Cada uno sabe. Vos sabes. Hay quienes no quieren saber.
Y que se sepa, acá a los “trolos” se los mete en una misma bolsa. El LGBT existe para LGBT. El que discrimina separa lo incorrecto. El odio no permite pensar y odio y discriminación caminando de la mano, jamás termina bien.
Tyrone camina por la calle en dirección a la Gay Village, a saber, una calle larga, larguísima con bares con perspectiva y conciencia de género, donde se llama Gay Village, pero nadie es excluido. La cerveza es barata y la gente amorosa. Es así.
Y Tyrone vive lejos y no quiere esperar el tras. Tyrone decide caminar todo el trayecto hasta llegar a esa calle larguísima que es su casa. Es más su casa que su propia casa. Tyrone tiene que recorrer callejones, callecitas y callezotas.
El camino más corto siempre es el más corto, pero también el más oscuro. A veces vale la pena el riesgo. El camino más corto es, además de oscuro, el camino más corto. Pero esa noche Tyrone no llega a la Gay Village.
Y Tyrone aparece flotando a un lado del canal cuando los bares apagan las luces. Tyrone llevaba maquillaje, lentejuelas y una mochila con accesorios para la performance de esa noche.
Tyrone era Drag Queen, pero ya no es nada más que el recuerdo que solo sigue vivo en la Gay Village.
Tyrone no se llama Tyrone, pero Tyrone sí se puede extrapolar. Tyrone es todos y todas y cada uno y una que no pudieron escapar cuando no deberían escapar. Tyrone es todos y todas. Los que no saben nadar. Tyrone es esa mano tratando de sujetar los adoquines del costado del canal.
Las uñas escarbando la roca pulida y volviéndose del revés, saliéndose completas de los dedos, pero la sensación de ahogarse es peor que perder las uñas. Las manos. Los manotazos de ahogado, de ahogado literal. Las manos y los pies. Manos y pies no van de la mano.
Eso siempre trajo problemas. Manos y pies. Zapatos con plataformas. Dr. Martens sobre la carne y los dedos sin uñas.
La cabeza de Tyrone asomando apenas por sobre la superficie y el puntín de acero de una bota negra gastada le rompe la nariz y se la hunde hasta la mitad de la cabeza.
Tyrone apareció flotando en el canal que esa noche decidió correr contra la corriente cuando los bares apagaron las luces. Tyron no fue visible hasta el otro día, cuando lo encontraron enredado en uno de los diques de madera, cerca de Ancoats.
La historia es real. El nombre no. Por Tyrone se organizaron patrullas de vecinos. De vecinos de Manchester que salen la noche que salen de noche.
Los vecinos se agrupan y de a dos o tres personas, acompañan a los que terminan su show en la Gay Village, a los que lleven la bandera o un accesorio con la bandera hasta sus casas. Uno de un lado, otro del otro, como guardaespaldas voluntarios.
Dos o tres voluntarios por cada homosexual, por cada Drag Queen, por cada pensamiento que no encaje en cabezas conservadoras.
A veces quisiera no preguntar, pero Tyrone significa. Tyrone cuenta una historia terrible sobre lo que pasa cuando otro percibe o etiqueta de diferente. Porque es percepción y nada más que percepción.
Me molesto mucho cada vez que dicen “acá no pasa nada”, porque las cosas pasan y se las termina llevando el agua de los canales.
Si cuento esto es para que el agua deje de llevárselo y que Manchester sea solo un nombre y la violencia y el prejuicio y eso que ya sabemos todos se termine.
Hubo algo en los ojos que me llevó a traducirlo de esa forma. Hubo algo en los ojos que me llevó a contar esto de la forma que lo cuento. No puedo olvidar a Tyrone.
Tampoco puedo olvidar que esos ojos andan por ahí, sueltos, casi como una sombra. Y las sombras siempre son más peligrosas con cuchillo al costado de un canal.
FIN.
Gracias por un #MartesDeHistorias del otro lado, haciendo el aguante, comentando y compartiendo. Los amo, monos.
Hoy les voy a contar la historia de cuando cayó un jefe nuevo a una empresa donde trabajé y me hizo prender fuego plata adelante de todos.
Todo empieza con una crisis en la empresa y en la comunicación. Las redes estaban prendidas fuego y la opinión pública nos estaba destrozando. Las ventas se habían ido al tacho. Entonces llamaron a un mesías de los negocios que vino y lo primero que hizo fue llamar a Marketing.
Quiero que se entienda. A pesar de la situación horrenda del billete, ese día aprendí un montón de redes, comunicación, gestión, etc. Digo, a veces los "accidentes" ayudan a poner las cosas en perspectiva.
Nos sentamos todos y llamó a un inversor a que se sume.
Ok, me pasó algo que… bueno, les cuento. Estoy en la caja de IKEA para pagar unas cosas que no necesito, pero que compré igual. Ya saben, la cinta magnética. La chica o el chico de turno con cara de culo y la fila.
Siempre la misma secuencia, con la diferencia de que es mi primera vez en IKEA. Si no estás al tanto, dejame ponerte en contexto: IKEA es una megatienda sueca que se instaló en todo Europa y se dedica a la venta de muebles y decoraciones para el hogar…
y todo lo que se pueda meter en el hogar. Uno llega y ve un galpón enorme azul, de esos contra los que se estrellan los pájaros distraídos, y el nombre “IKEA”, todo en mayúsculas escrito a lo Hollywood, en letras amarillas enormes.
Primero quiero pedirte perdón, perdón por contarte todo esto, pero creo que tenés que saber. Si la televisión no existiese, no estaría contando esta historia. Estaría contando otra, seguramente más feliz.
No es que no fuese feliz, el problema es que lo era demasiado.
Demasiado feliz. A ver, digamos que era lo que podemos llamar rutinariamente-feliz. Rutinariamente-feliz. Sí, suena a algo que hoy diría. Quedémonos con ese nombre. Digamos que para hacerle honor al nombre, íbamos todos los años a la playa.
Familia completa, varios autos, un trailer enganchado al Renault 12 y porta equipajes. Todos los años, segunda quincena de enero, Santa Teresita. Era genial. Digamos que para ser rutinariamente-feliz, comíamos los lunes milanesas de pollo,
Siempre digo que escribo sobre personas que empiezan mal y terminan peor. Eso no significa que todo es tragedia muerte y viejas comidas por castores, sino solo el terreno donde me siento más cómodo.
Pero hay una realidad, cada vez que uso este tip en una de mis historias, el conflicto crece de forma tan robusta que hasta se siente real.