Una persecución a lo largo de 3 meses y cientos de millas náuticas, del Atlántico hasta Finisterre y el sur de Portugal, 5 batallas, 4 navíos de línea, 6 fragatas y 2 bergatines ingleses contra un navío español, y una escuadra contra un solo capitán. ¿Quién venció? El Glorioso.
El Glorioso era el nombre de un navío de línea de 70 cañones y dos puentes, cuya advocación religiosa era San Ignacio de Loyola. Había sido construido en los astilleros de La Tenaza (La Habana) junto a su gemelo el Invencible entre 1738 y 1741. Uno de los mejores de su época.
Las órdenes que había recibido comandante, Pedro Messía de la Cerda, eran partir de Veracruz y transportar una carga de oro, plata, especias, canela y diversa carga de valor, que estaba valorada en 4.502.631 de pesos fuertes y 7 maravedís de plata, al puerto gallego de Corcubión.
Tras 4 batallas victoriosas en el Atlántico, desde las Azores hasta el cabo de San Vicente, llegaría su batalla final: era casi la medianoche del 18 de octubre de 1747 cuando comenzó el intercambio de fuego vivo. El combate se prolongó durante varias horas, la noche entera.
Tras las horas de oscuridad, disparándose con cualquier arma a bordo, mosquetería y pedreros incluidos a las 3 fragatas y el navío de 80 cañones HMS Russell, los cañones del Glorioso dejaron de disparar. Ya no había con qué cargarlos, eran pasadas las seis de la mañana.
Finalmente, completamente desarbolado, con 33 muertos y 130 heridos, exhausta la tripulación y agotada su munición, sin capacidad de ofensa ni defensa, su comandante, don Pedro Messía de la Cerda, ordenó arriar el pabellón y rendir el navío Glorioso.
Habían combatido en 5 batallas navales, la última frente al cabo de San Vicente, cuando el Glorioso arrió su pabellón, no sin antes presentar dura batalla y todo ello tras entregar las ricas mercancías en Corcubión y cumplir con sus órdenes y su deber.
A este rumbo plagado de batallas en cientos de millas se denominó “la carrera” y se saldó con 1 navío de línea inglés hundido, varios navíos y fragatas gravemente dañados, 433 muertos y 352 heridos por parte los ingleses, y 44 muertos y 173 heridos de la dotación del Glorioso.
La gesta del Glorioso es una de las más brillantes de la pericia marinera española, del valor y la abnegación al deber. Sin embargo, don Pedro Messía a día de hoy no posee una estatua.
Como anécdota: el capitán Matthew Buckle, comandante del HMS Russell, reconoció a Pedro Messía que si el combate se hubiera prolongado se habrían visto obligados a retirarse. La victoria fue pírrica.
“Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. Esas fueron las palabras del capitán español Julio León Fandiño tras mutilar una oreja como escarmiento al contrabandista y pirata inglés Robert Jenkins en 1738, la acción desencadenaría la Guerra del Asiento.
En aquellos tiempos, España mantenía un monopolio comercial con sus colonias en América, lo que produjo graves tensiones comerciales con Gran Bretaña. La escalada de tensiones acabó en una guerra abierta entre ambas potencias llamada la Guerra del Asiento (1739-1748).
La tensión explotó cuando el guardacostas español “La Isabela” del capitán Fandiño apresó en las costas de Florida al navío británico Rebecca, capitaneado por Robert Jenkins, que hacía contrabando por aquellas aguas y estaba penado por las leyes españolas, en 1731.
¿Sabían que la primera circunnavegación del mundo de la expedición de Magallanes-Elcano fue un hito tan importante en la navegación que sin él no podría haber avanzado la tecnología naval? Desde el punto de vista naval supuso un antes y un después en la navegación. ¿Pero por qué?
En el siglo XVI la navegación era eminentemente de litoral o costa, llamada de cabotaje, pues se seguía la costa como referencia para el rumbo. Esto era por varias razones: de posicionamiento y orientación; por logística, pues era posible aprovisionarse y realizar reparaciones;
Y por cuestión de seguridad, pues si asomaba marejada o tormenta era posible resguardarse en puerto o anclar en una bahía a la espera de mejoría del tiempo. Esto fue así hasta prácticamente mediados del siglo XIX, y sigue ocurriendo en la navegación a vela hoy en día.
Ante la orden de Napoleón de salir a buscar a los británicos, el almirante Villeneuve convocó a consejo de guerra a los oficiales de ambas escuadras, franceses y españoles, para exponer sus planes. La reunión a bordo de su insignia, el navío Bucentaure, casi acaba en duelo.
En la reunión de oficiales, la opinión general de los españoles, argumentada de forma razonada por el sereno mayor general Escaño, se mostró contraria a la apresurada salida de la escuadra combinada francoespañola basándose en la mala mar y condiciones meteorológicas.
El comandante en jefe de la escuadra española, el teniente general Gravina escuchaba atento, y los brigadieres Churruca y Alcalá-Galiano asentían respetuosos, éste último como comandante del Cuerpo de Pilotos de la Real Armada y de los autores del informe que expresaba Escaño.
Batalla del cabo Trafalgar. La división de vanguardia, mandada por el contralmirante francés Dumanoir, se alejaba sin trabar combate mientras varios navíos británicos batían a los buques insignia Santísima Trinidad y Buceantaure. El Neptuno vira en redondo y se dirige al combate.
Cuando el Neptuno de don Cayetano Valdés, estaba destinado en esta vanguardia, pasó por la banda del Formidable de Dumanoir, éste gritó al español:
-¡¿Adónde se dirige usted?!
~¡AL FUEGO! Contestó don Cayetano, alejándose de los navíos de su división.
“No estará en su puesto el capitán que no esté en el fuego”, habían sido las órdenes. Y así se lanzó Valdés contra los británicos, aunque no logró salvar al Santísima Trinidad ni al Bucentaure. Recibió una herida grave, negándose a abandonar su puesto y perdió el conocimiento.
¿Sabían que la bandera de España es de las pocas del mundo que proceden de un pabellón naval? ¿Que se hizo tan popular que empezó a utilizarse de forma oficiosa años antes de ser oficial? ¿Que agrupó a marinos, pescadores, campesinos y soldados durante la Guerra de Independencia?
Aunque podríamos considerar los vexilla romanos (singular: vexillum) de las legiones como las banderas más primigenias que llegaron a España, entonces provincia romana de Hispania, no fue hasta los visigodos cuando se utilizaron más allá del reconocimiento de una hueste militar.
Con la invasión islámica del a península se produjo una evolución de estos estandartes rígidos de paño y tomaron la forma y los tejidos que actualmente asociamos a las banderas, seguramente gracias a las ricas telas de Oriente como la seda y los bordados.
¿Sabían que en 1380 la flota de Castilla atacó los puertos de Portsmouth y Plymouth, y remontó el Támesis casi hasta la misma Londres? ¿Que los infantes y caballeros castellanos llegaron a desembarcar a menos de 20 millas de la Torre de Londres, poniéndola en jaque? Hilo.
Había estallado la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra y Castilla se encontraba atada al tratado de Toledo del 20 de noviembre de 1368, por el que Enrique de Trastámara se comprometía a prestar ayuda militar naval a Carlos V de Francia.
Por ello, Castilla tuvo que pasar de neutral a beligerante contra Inglaterra. Tras una serie de treguas infructuosas, el rey francés reanudó las hostilidades en 1369 y exigió a Castilla que cumpliera sus compromisos. Los castellanos cumplieron fielmente a su palabra.