Mi infancia fue feliz. En casa y en el colegio. En mi Córdoba del alma y en el Portugal de mi corazón que siempre ha sido como mi segunda patria. Pero nada es perfecto. Hay una mancha terrible que oscureció aquellos años. Llamémosle don Antonio y obviemos sus apellidos. Va hilo👇
Debo comunicarles que el deporte sólo crea tullidos. Igual creen que a ustedes no les va a pasar, pero si un día, por echar unas risas o porque les pilla con la mañana tonta, se enfundan una camiseta de sudar o unas zapatillitas de correr acabarán mal. Muy mal. Ni la droga.
Mi vida escolar era plácida. El deporte, en aquello que era la 1ª Etapa de EGB, se limitaba a hacer gimnasia sueca en el patio y poco más. Ya saben: «un, dos, tres, bracitos arriba, piernas abiertas; un, dos tres, bracitos abajo, piernas cerradas, pum, catapúm, chimpúm y a volar»
Llegó la 2ª Etapa. 6º de EGB suponía enfrentarse al «Tío de la Porra». Le llamaban así porque había sido policía armada, uno de los «grises» de la época, y disfrutaba torturando tiernos infantes a los que hacía correr, subir la cuerda, saltar el potro y un muro que llamaba plinto
Todos sentíamos un miedo atroz sólo de escuchar las terribles historias que contaban los mayores y que recorrían los pasillos del colegio entre rumores. Leyendas de niños despanzurrados al caer de la cuerda y muertos por agotamiento tras dar una y hasta dos vueltas al patio.
Mi abuelo, con la intención de alegrarme, me regaló una equipación de la selección española. Mi padre, empujado por mi madre, apareció con otra de la selección inglesa con su rosa en el pecho, ya que se había enterado de que tío Ramón traería la del Atleti y tuvo que improvisar.
Lo que me regaló tío Eugenio es algo más difícil de describir. Apareció con una maglia rossa como la que había lucido Eddy Merckx, ganador del Giro d’Italia del año anterior, acompañada de un pantalón de ciclista. Ambas prendas muy ajustadas y como dos tallas menores a la mía.
Me hice fotos con todos los equipamientos entre los aplausos de la familia. La última resultó epatante. Esa intensa mezcla de color y elasticidad en un niño gordito como yo, creaba -en palabras de mi padre- la sensación de «una pompa de chicle de fresa a punto de explotar, Nene».
Al finalizar la sesión fotográfica, mi padre me lanzó despacito un balón de fútbol que me había comprado tía Adelita y al agacharme a recogerlo, la culotte -creo que se llama así, y si no, que lo diga el experto ciclista, mi amigo don @TomVadinia- se rasgó por donde imaginan.
Como en tantas otras veces, mi padre lo niega, pero siempre tengo la sensación de que mientras mi madre me abrazaba para consolarme de la vergüenza -más por el ruido que por el roto- y tita Carmen recriminaba a tío Eugenio la falta de ojo para las tallas, ocurrió lo que supondrán
Mi abuelo, tío Ramón, tío Eugenio y mi padre sacaron sus carteras y sendas panojas de billetes adelgazaron las primeras para engordar la última. Sé que no fue un sueño y aun oigo a mi abuelo decir «Ramón, este niño va a ser una mina de oro para mi yerno, ¡bendito sea Dios!».
En fin, que me presenté el primer día de clase de gimnasia con la equipación de la Selección Española y el «Tío de la Porra» que me ve y me saca al centro del patio. Y yo, tan feliz, pensando que era por lucir los colores nacionales. Que hasta las medias llevaba con la bandera.
Hasta que empezó a tirar balones. Yo, en mi inocencia, los dejé pasar sin inmutarme, porque la pelota no era mía y mis padres siempre me dijeron que no se coge lo que no es de uno y que mucho menos las cosas que haya en el suelo que pueden estar infectadas y pillas el tétanos.
-Patéalos. Tira a puerta.
Yo ponía interés. Pero nada. Golpeaba el suelo unas veces y el aire otras. Mi físico no estaba diseñado para golpear balones. Quizá para el ajedrez, pero no para el fútbol. Entonces, el «Tío de la Porra» se acercó a mí amenazante y toda la clase tembló.
Dio un alarido frente a mi carita pecosa. Otro, ayuno de la fortaleza fitzedwardsiana, habría caído desmayado. No tanto por la amenaza como por la notoria y memorable halitosis del exguardia.
-O tiras a puerta o vas a estar dando vueltas al patio hasta que te reviente el bazo.
Me apliqué. Pero nada. Por el rabillo del ojo veía a Pancho y a Chimo. Sus caras eran de contenida emoción. Rezaban. Luego supe que hasta se habían repartido mi colección de tebeos; Chimo «El Jabato» y Pancho «El Capitán Trueno». «Queríamos un recuerdo tuyo», me dijeron después.
No acerté con el balón hasta la cuarta o quinta vez. Conseguí lanzar el balón lejos. Pero al lugar equivocado. No fue a puerta sino a ventana. La del Laboratorio de Química, para ser exactos. Y allí golpeó sobre un matraz que el Hermano Santiago calentaba con un mechero bunsen.
Mientras los de COU apagaban el pequeño incendio del laboratorio y el «Tío de la Porra» intentaba disculparse con el Hermano Santiago que gritaba desde la ventana preguntando quien había sido el autor del desaguisado, intenté escabullirme entre los demás. Pero no sirvió de nada.
Me dijo que corriera. Me negué. No me parecía correcto hacerlo, como le dije.
-Correr es de cobardes, don Antonio.
-¡Corre! ¡Corre!
-No. Si quiere le hago un dibujo del patio, pero corre, no. Mi padre dice que es impropio de un caballero. Y sudar, aún más
-¡Correeee o te matoooo!
Noté algo extraño y empecé a trotar. Con más miedo que estilo. Después, obligó a todos a jalearme. No sé cuántas vueltas al patio di. Según Pancho, una. Chimo cree que casi dos, pero sé que intentaban consolarme y hacerme olvidarlo, porque yo conté bastante más de un centenar.
Acabé más destrozado que Dupont en Bailén. Cuando llegué a casa las piernas me temblaban, tenía los ojos hundidos, los labios resecos, respiraba con dificultad y me dolía hasta el alma… Cuando me vio mi abuela y me preguntó qué me había pasado, no pude articular palabra.
Otilia me preparó una palomita de anís y la vida volvió a mi destrozado cuerpecito derrengado. Les conté la crueldad del «Tío de la Porra». Mi madre se escandalizó, mi abuela sollozaba y tita Carmen sentenció: «Hijo, no llores, que ya pagará el francés el vino que se bebió».
Mi padre y mi abuelo observaban desde sus butacas
-Menos mal que ha dicho el francés y no el inglés, yerno
-Es que si dice el inglés y es por mí, Jacobo solo hereda deudas, don Luis
-Sin duda. Y eso que solo tienes cuarenta años. ¿Un medio?
-O dos. Dios dirá
Y sacaron una botella
Con todas las Ruiz de Almodóvar en la operación «Salvar al soldado Jacobo», a mi padre no le quedó más remedio de buscar una solución que me evitara sufrir las crueldades del «Tío de la Porra». Así que se fue a ver al tito Rafael que era mi pediatra y buen amigo de la familia.
-Falín, me tienes que dar un Certificado para que el niño no haga gimnasia.
-Pero si está sanísimo. No puedo. Y además le vendría bien hacer deporte que en tu casa coméis divinamente y él tiene tendencia como el tío Pepe, el Cardenal, que para rodearlo había que coger un taxi.
-Pues hazme uno a mí para que me vaya a Madeira a curarme la crisis nerviosa.
-¿Qué, tú también tienes un tumor cerebral como el que tuvo Jacobo?
-Ya se le curó ¿no te acuerdas?
-Perfectamente.
-¿Entonces?
-Que me van a volver loco las Ruiz de Almodóvar con el niño y la gimnasia.
-Que no puedo, Luis, que no es correcto.
-¿Y con un jamón de por medio?
-Ni con dos.
-Dos no pensaba ofrecer. Uno y para jugármelo contigo y recuperarlo.
-Así, ¿cómo no vais a ser ricos, Luis?
-Dios no reparte dones a lo loco, Falín. A ti te hizo médico y a mí, captador de fondos
Se fue a ver a don José Luis que es todavía su médico y nada. Recorrió media Córdoba intentando convencer a médicos amigos, médicos de familiares o amigos de sus amigos y nada. Ni por un jamón, ni por dos, que no había manera de que me hicieran el puñetero Certificado Médico.
Y mi madre que «el niño no hace gimnasia y punto». Y mi padre que «dicen los médicos que no está enfermo y que no hay manera de sacar el papelito». Y mi madre que insistía y mi padre que «si quieres le parto una pierna al niño» y mi madre que «no seas cruel, angelito el nene».
Imaginen a las Brigadas Ruizalmodovarianas en orden de batalla y sin descanso. Así que no se le ocurrió otra cosa que irse a hablar con el Director, el Hermano Javier, a quien él llamaba «Funiquito» porque así le conocía desde que compartían pupitre en el Internado de Lucena.
-Funi, el niño no puede hacer gimnasia.
-¿Por qué? ¿Está enfermo?
-No, hombre. Es que es un caballero. Como tal lo estamos educando. Y su madre y yo, pues si se tratara de cricket, polo o equitación, no tendríamos problema, pero correr y sudar, no estamos dispuestos a admitirlo.
-Luis, ¿qué me estás contando?
-Ya has oído
-¿Y waterpolo, tiro con arco o hockey hierba qué tal os parecería?
-Mal, Funi, ya te digo. Cricket, polo o equitación. Y como no tenemos caballos, va a tener que ser cricket
-Pues plantamos una pradera para que tu niño juegue al cricket
-Gracias, eres un amigo.
-Faltaría más. ¿Quieres que traigamos al Duque de Edimburgo para inaugurarla o te vale con el Embajador inglés?
-¿Me estás tomando el pelo?
-Menos que tú. Que el niño corra como todos y en paz.
-No me esperaba esto de ti, Funi.
-Pero ¿tú te oyes, Fitzie?
El tono de la charla fue subiendo
-Mi hijo es un Fitz-Edwards y no va a salir corriendo como un delincuente
-Es la educación moderna
-Mas latín y menos gimnasia
-Mens sana in corpore sano, Luis
-¡Cuídate de los idus de marzo, Funiquitus…!
Y salió del despacho dando un portazo
A los pocos días llegó una carta del Colegio a casa. Mi madre la abrió rápidamente y entró en la biblioteca felicísima, diciendo «han eximido a Jacobo de la gimnasia. Voy a decírselo».
-Era lo justo, hija, dijo tía Adelita. El nene no tiene porqué perder el tiempo en tonterías.
Mi padre y mi abuelo estaban haciendo figuras de papel en la biblioteca como muchas tardes. Uno intentaba hacer un león con su melena y todo y el otro una jirafa
-Magnífico, yerno, pero, ¿cómo lo has conseguido?
-La amistad…
-¿Exactamente?
-Una cena de amigos
-Habría que verla…
A la cena de aquel día fueron mi padre Funiquito y Paco Muros, otro compañero del internado. El pobre de Paco les contó compungido que su hermana Belén, que había sido novia de Funiquito antes de que se lo arrebatara la vocación, había dejado a su marido y se había ido a lo loco.
Al salir del restaurante se cruzaron con un tipo malencarado y más grande que el amor de una madre que saludó a Paco Muros y se presentó como su cuñado. Se desahogó, les contó que si pilaba al antiguo novio por el que lo había dejado lo haría cachitos. Y no parecía agradable.
Se despidieron y mientras compartían el taxi, como quien no quiere la cosa, mi padre recordó en voz alta el día que fueron de excursión a la Virgen de Araceli y las fotos tan bonitas que tenía de Funiquito y Belén amartelados en el mirador del Santuario. Un primer plano precioso.
Funiquito pensó en el gigantón vengativo, miró a mi padre y le dijo:
-¿Tienes esas fotos?
-Si, preciosas. Estáis muy guapos.
-Las rompió cuando yo me fui al seminario.
-Ella puede, yo no…
-Luis…
-Tengo muchas más. Ya sabes lo que me ha gustado de siempre la fotografía, Funi.
-¿Dónde?
-En un álbum de piel verde oscuro
-Lo del niño está hecho, Fitzie
-¿Quieres que te mande la foto en un sobre o enmarcada, Funi?
-Lo que jamás supo Funiquito es que Belén, la hermana de Paco Muros,que se fue a trabajar con la Trasmediterránea a Barcelona, no se casó nunca

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10 Feb
Hablaba con mi querido @MurgaUSA sobre las colonias de Su Graciosa Majestad que se empecinaron en independizarse por puro capricho, perdiendo así la posibilidad de civilizarse y poder organizar una caza del zorro medio decente. Porque lo de los bisontes resulta tosco. Va hilo👇
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7 Feb
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12 Jan
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11 Jan
Les cuento con esto de la nevada en Madrid a tita Carmen le ha dado por fantasear con Doctor Zhivago mientras paseaban esta mañana. Y aunque, en un inicio, mi madre le dijo que lo que había en el suelo era escarcha, al final han acordado que es nieve. ¡Y punto en boca! Va hilo👇
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10 Jan
Jamás se imaginarían qué noche más azarosa he tenido. Yo, que de natural, disfruto de plácidos y felices sueños, no estoy acostumbrado a sufrir pesadillas. Pero les aseguro que preferiría protagonizar un relato de Stephen King antes que la alucinación de esta madrugada. Va hilo👇
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Aquel estruendoso bramido reverberó por la galería y de inmediato, la puerta de mi habitación se abrió. Mi madre entró como una exhalación y tras ella, tita Carmen, con su redecilla para el pelo. Al instante, Conchita y Amalia. Ya estaba toda la brigada paramaternal en pleno.
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28 Dec 20
Creo que les he contado en alguna ocasión que el día de los #SantosInocentes se celebra en casa siempre de la misma manera. Aunque este año, mis padres han tenido que improvisar al estar todos recluidos en Las Golondrinas y no contar con la logística de la capital. Va hilillo 👇
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