No, no estamos bajo la influencia de ningún estimulante.
Tampoco enloquecimos.
Esta es una historia real.
Sigan el hilo.
En el año 2005, se suscitó un debate a propósito de la necesidad de adoptar un enfoque suficientemente pluralista en las escuelas de Kansas: quienes dieran clases debían proporcionar un tratamiento “equilibrado” entre la teoría del diseño inteligente y el evolucionismo.
La teoría del diseño inteligente sostiene que las especies biológicas que conocemos, incluido el ser humano, son el resultado de la intención de un creador ya que, de otra manera, no sería posible explicar características adaptativas tan sofisticadas y complejas.
Si bien el consenso en la comunidad científica se inclinaba de manera abrumadora a favor del evolucionismo darwiniano, que excluye todo rol de un “diseñador inteligente”, las autoridades educativas consideraron que se trataba de una teoría más entre otras.
Adujeron que, si la del diseño inteligente es también una TEORÍA −y no simplemente una doctrina religiosa como el tradicional “creacionismo”−, y si no podemos SABER que la teoría de la evolución por selección natural es VERDADERA, ¿por qué no dedicarles IGUAL TIEMPO a ambas?
Ante la situación, un “ciudadano preocupado”, el físico R. Henderson, escribió una carta a las autoridades. Señaló que había que ser aún más pluralistas; no alcanzaba con enseñar evolucionismo y diseño inteligente, debía agregarse otra propuesta: el Monstruo de Espagueti Volador.
Si el diseño inteligente debía ser evaluado como una teoría CIENTÍFICA, y no solo como una creencia basada en la fe –y eso justificaba su estudio en las escuelas públicas−, ¿por qué no evaluar sus credenciales al mismo nivel que la creencia en el Monstruo de Espagueti Volador?
Por ejemplo: según la ciencia “estándar”, el planeta tiene millones de años y la vida evolucionó sin “diseño” alguno bajo las presiones que conducían a la supervivencia del más apto. Sin embargo, arguyó Henderson, los datos bien podían ser explicados de forma alternativa.
Lo que EN REALIDAD sucedió es que el Monstruo creó el mundo y las especies hace mucho menos tiempo pero, dados sus poderes superiores, puede ofrecernos “evidencia” engañosa. Algo que, por cierto, señalan también quienes creen que el mundo no es más viejo que lo que dice la Biblia
El argumento de Henderson era contundente: no había ningún motivo para limitar la enseñanza escolar a DOS explicaciones sobre el origen de las especies. Los mismos motivos que hacían incluir al diseño inteligente iban a favor de enseñar también sobre nuestro Monstruo favorito.
Aquí debemos retroceder un paso: ¿cómo se llegó a esta situación? ¿Por qué alguien querría proponer el “diseño inteligente” como una teoría CIENTÍFICA?
Viajemos a 1987, cuando la Corte Suprema de EE.UU. prohibió en las escuelas públicas enseñar la “ciencia de la creación”.
El argumento judicial era, predeciblemente, que la “ciencia de la creación” no era realmente ciencia, sino creencias religiosas, y como tal se trataba de algo que había que relegar a la esfera privada, no un contenido que pudiera enseñarse en las escuelas públicas.
La estrategia de algunos creacionistas fue, entonces, simplemente reemplazar el término “creation” por “intelligent design”. El cambio de una PALABRA colocaba a la doctrina creacionista al margen de lo que la Corte Suprema había prohibido explícitamente.
Pero olvidemos el cambio de PALABRAS. ¿Cuál es la mejor estrategia para defender el consenso científico y responder a un discurso antidarwiniano? ¿Decir que el creacionismo/diseño inteligente NO ES CIENCIA o que es MALA ciencia? Este fue un debate filosófico que comenzó en los 80
En 1981, el filósofo de la biología Michael Ruse sostuvo que el creacionismo simplemente NO ES CIENCIA porque no es FALSABLE. Quienes lo defienden nunca someten sus creencias a auténtica contrastación y solo buscan “encajar” los datos científicos en sus ideas preconcebidas.
La respuesta al creacionismo debía ser, entonces, señalar que tenía que ser excluido en virtud de su carácter NO CIENTÍFICO. Y en esa línea declaró Ruse en calidad de experto cuando la enseñanza del creacionismo en las escuelas se volvió un tema judicial.
Ahora bien, la iglesia del Monstruo del Espagueti se ha hecho famosa por sus intervenciones públicas para separar la RELIGIÓN del Estado, pero ¿qué pasaría si, no irónicamente sino EN SERIO, le reconociéramos al creacionismo estatuto científico?
Debemos convocar aquí a Elliot Sober, cuya respuesta al dilema coincide de forma no irónica con la concesión hecha por Henderson
Para este filósofo de la biología alcanza con decir que el creacionismo es, simplemente, ciencia… MALA y que POR ESO no debe enseñarse en las escuelas
Pensemos, dice Sober, en la frenología, la disciplina que creía poder correlacionar la forma del cráneo con rasgos de la psique. La frenología era falsable; sus hipótesis se sometieron al escrutinio empírico y no les fue bien.
¿Deberíamos decir que son hipótesis no-científicas? Claro que no. ¿Deberíamos enseñarla en las escuelas? TAMPOCO. No alcanza con decir que un discurso “es ciencia”. Ser una MALA teoría científica no es justamente el mejor camino de entrada al currículo escolar.
Sober concede que quienes defienden el creacionismo/diseño inteligente hacen algo similar a quienes practican ciencia “estándar”: proponer hipótesis y, cuando los datos no encajan, tratar de emparchar la teoría. Mal que le pese a los falsacionistas estrictos, toda ciencia lo hace
Pero queda en pie la cuestión de que reconocerle cientificidad a un discurso es solo el comienzo; luego tiene que mostrar que es BUENA ciencia. Y para esto, piensa, tenemos que someterla a los mismos –duros, duros− estándares a los que sometemos a cualquier teoría científica.
Y esto no quiere decir que la pongamos a prueba EN UN DADO MOMENTO y decidamos, a la luz de tal o cual observación, si ella es o no falsa. Quiere decir que evaluemos si, A LO LARGO DE LOS AÑOS, la teoría ha podido resolver ciertos problemas que teorías rivales no resolvieron.
Así, el resultado de evaluar como teoría científica a la frenología es que es MALA ciencia… y al diseño inteligente le va MUCHO PEOR. Han pasado años (en rigor, siglos) y ninguna reformulación del creacionismo ha tenido mejor capacidad explicativa que la teoría darwiniana.
El dilema entonces es el siguiente: O BIEN el creacionismo y la creencia en el Monstruo del Espagueti Volador no son ciencia en absoluto, sino objeto de fe, Y ENTONCES NO TIENEN POR QUÉ ESTAR EN LAS ESCUELAS…
…o bien ambos SON ciencia, y deben ser juzgados como tales. Pero cuando lo hacemos nos damos cuenta de que serían MALA ciencia… Y ENTONCES TAMPOCO TIENEN POR QUÉ ESTAR EN LAS ESCUELAS.
Entonces, si seguimos una tesis como la de Sober –o una concesión irónica como la de Henderson− podríamos decir que la pregunta realmente importante no es “¿Debemos llamar a esto ‘ciencia’?” (la pregunta clásica sobre la "demarcación") sino “¿Tiene esto VALOR COMO CONOCIMIENTO?”
Sober PODRÍA invitarnos a tomarnos en serio la parodia que hace Henderson, por la sencilla razón de que cambia el foco: la pregunta clave ya no es por la demarcación entre ciencia y no-ciencia sino por si una teoría es BUENA, si resuelve, en el largo plazo, problemas.
Así que recordemos: si queremos ser “pluralistas” y promover formas “no estándar” de pensar la realidad, preguntémonos si nuestra propuesta no queda al mismo nivel que LITERALMENTE CUALQUIER discurso que podamos inventar… incluso el del Monstruo del Espagueti Volador.
Bueno, el mejor aval que podía tener este hilo era que le diera retuit el incansable promotor de la filosofía de la biología @sg201175 (mi copia del libro de Sober, que me pasó Ariel Roffe, tiene el ex libris de SG, ji), así que algo bien debemos estar haciendo, @ValeArvejita
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@ValeArvejita Autores como Popper han popularizado cierta imagen “heroica” del modo en que debería funcionar la ciencia: quien hace ciencia sería alguien que permanentemente buscaría falsar las teorías ya establecidas, y sobre esta base avanzaría el conocimiento humano.
@ValeArvejita Desde esta perspectiva, la principal virtud que habría que destacar en la ciencia es su capacidad de ofrecernos descripciones del mundo NOVEDOSAS, que “sacudan” un escenario intelectual estático: la Tierra no es plana; la Tierra gira alrededor del Sol; las especies evolucionan.
Aristóteles escribió Metafísica, uno de los libros más influyentes de la historia, pero él nunca usó ese término. Ni como título, ni en ningún lado. Nunca. No.
¿A quién se lo debemos? ¿Qué quiere decir? ¿Por qué se los contamos hoy?
@ValeArvejita La expresión “metafísica” suele asociarse en lenguaje popular al esoterismo o la autoayuda, a la idea de conocer realidades “más allá” del mundo físico. Incluso, dentro de la misma filosofía, se piensa a veces como una disciplina que de algún modo aborda una realidad no-física.
@ValeArvejita Esta división parece provenir del hecho de que Aristóteles escribió una Metafísica y una Física: nos habría ofrecido un texto sobre el mundo físico y otro sobre una misteriosa realidad no-física.
Pero, como les decíamos, Aristóteles jamás usó el término “metafísica”.
@ValeArvejita Supongamos que, en cierto momento, dudáramos de si nuestras propias capacidades de pensamiento están funcionando de manera confiable. Por ejemplo, es un viernes a las 3 AM, hemos ingerido alcohol y nos preguntamos “¿Es un buen momento para escribirle a mi ex?”.
@ValeArvejita En situaciones así podemos asumir que algunas “partes” de nuestro sistema de creencias funcionarán como contrapeso de otras y entonces nuestra tendencia inicial a decir “¡Pero qué buena idea!” podrá ser contrarrestada por la meta-creencia “No, estás escabio; pensalo mejor mañana”
El Problema de la Sandwichidad del Pancho (PSP) nos permitirá introducir algunas nociones referidas a la cuestión de la definición. Ante todo, las de CONDICIÓN NECESARIA y CONDICIÓN SUFICIENTE.
Una condición NECESARIA es, a propósito de las definiciones (aunque se usa también en otros contextos), aquella condición SIN LA CUAL una entidad no puede ser incluida bajo cierta clase, como la clase “sándwich”: “la carne (o su reemplazo) TIENE que estar entre panes”.
Si en estos días escucharon o participaron de una conversación como la de la imagen, entonces este #Epistemología101 con @ValeArvejita es para ustedes: ignoratio elenchi, también conocido como “no saltés que no hay charquito”.
Hay una serie de falacias en que las premisas ofrecidas son irrelevantes para la conclusión que se extrae. Por caso, que un futbolista diga que conviene consumir yogur no es realmente un argumento legítimo para el valor nutricional del yogur: es una falacia de autoridad.
¿Puede haber OTRO TIPO de falacia informal?
Sí: uno en que ciertas premisas FUNCIONEN para justificar una conclusión, pero sea LA CONCLUSIÓN MISMA la que resulte totalmente irrelevante en el contexto general de la conversación puesto que nunca fue ella la que estuvo en discusión
En el último #ArgumentosEnUnaBaldosa con @ValeArvejita dejamos pendiente la pregunta: ¿existe algún “lugar” de enunciación que sea “privilegiado” para conocer la realidad? En particular, ¿es verdad que la posición de las personas oprimidas les proporciona una ventaja cognitiva?
La tesis del presunto “privilegio epistémico” del “punto de vista” de los sectores oprimidos es asociada a la filosofía de Lukács y su “heredera” es la vertiente conocida como “teoría del punto de vista” dentro de la epistemología FEMINISTA.
Un clásico de esta transición de Lukács al feminismo fue escrito en 1982 por Nancy Hartsock quien parte de interpretar la obra de Marx como apoyada en adoptar el “punto de vista del proletariado” y asume que, análogamente, cabe hablar de un “punto de vista feminista” en ciencia.