Thread by @pitiklinov

En su último newsletter Rob Henderson hace un comentario del libro de Roy Baumeister Evil: Inside Human Violence and Cruelty. Según Baumeister hay 4 causas de la violencia o del mal:
1- Mal instrumental: como medio para conseguir algo
2- Ideología
3- Egoismo amenazado
4- Sadismo

1-La violencia instrumental es infligir un daño para conseguir un objetivo. Si la persona pudiera conseguir ese objetivo sin la violencia lo haría. Por ejemplo, robar

2- La ideología es la causa más inquietante y trágica, porque los autores están impulsados por la creencia de que están haciendo algo bueno. Por ello, el idealismo es quizá la causa más perniciosa y poderosa del mal.

Impulsados por el idealismo y la creencia de que sus acciones conducen al paraíso, los perpetradores se creen obligados a cometer daños.

Los idealistas no cometen la violencia para obtener dinero, poder u otras recompensas egoístas. Más bien, cometen el mal en su afán por mejorar la sociedad para los demás.

Como escribe Baumeister, "Cuando infligir un daño violento pasa de ser un derecho a ser un deber, es justo esperar que la violencia se vuelva implacable y despiadada”.

“Si haces daño a alguien para quitarle su dinero, puedes sentirte culpable, aunque necesites el dinero. Pero si haces daño a alguien porque crees que es un obstáculo para llegar a las puertas del paraíso, entonces cualquier sentimiento de culpa se disipa”.

“Esto ayuda a explicar cómo la gente común se volvió asesina en los regímenes del siglo XX. Se creían morales. Y cuantos más actos malvados cometían, más morales se creían”.

“El idealismo moral conduce al mal porque los fines buenos y deseables justifican los medios violentos u opresivos.

Cometer un asesinato en masa puede ser desagradable, pero si al final es por una buena causa, la gente cumplirá con su deber”.

Otra faceta de la maldad idealista es cómo ven los idealistas a sus víctimas. A veces los agresores se sienten culpables por cómo tratan a sus víctimas. Pero el idealismo enmascara este sentimiento.

La lógica es que si crees que estás del lado del bien, entonces quien se oponga a ti debe ser tu opuesto. Debe ser el mal.

Percibirlos como algo menos que eso es disminuir la pretensión del propio bando de ser bueno. Por lo tanto, para mantener la propia imagen de bien, es necesario ver al enemigo como el mal.

De este modo, se aplaca la culpa de los perpetradores, que pueden seguir infligiendo daño a cualquiera que consideren adverso.

El libro afirma que "los idealistas y los utópicos no pueden reconocer fácilmente que sus adversarios tienen una pretensión legítima y aceptable de ser buenos, porque hacerlo socavaría su propia pretensión de estar del lado del bien".

Los autores idealistas, llenos de convicciones farisaicas, creen que tienen licencia, o incluso el deber, de odiar.

Baumeister también escribe que los grupos tienden a reservar su mayor hostilidad no para los enemigos, sino para los apóstatas:

"Las personas que abandonan el grupo representan una amenaza aún mayor que sus enemigos.

Si otros miembros se relacionaran con ellos, quizá también dejarían el grupo, y la solidaridad del grupo se vería socavada...

Mantener el grupo unido... es en muchos casos un objetivo más fundamental y urgente que lograr su propósito declarado o derrotar a sus enemigos externos reales”.

3-La tercera raíz del mal es el egoísmo amenazado. De hecho, la violencia la cometen con más frecuencia quienes tienen una alta autoestima. Baumeister cita investigaciones que indican que los autores de la violencia suelen tener un alto concepto de sí mismos.

Las personas egoístas más propensas a cometer actos de violencia son aquellas que sienten que su visión favorable de sí mismas está de alguna manera amenazada. Son propensos a lo que algunos psicólogos llaman "furia humillada”.

Baumeister escribe: "Las personas con baja autoestima tienden a culparse a sí mismas cuando las cosas van mal. Las personas con alta autoestima tienden a culpar a factores externos, como otras personas, la situación o diversos obstáculos.”

4- La última causa del mal es el sadismo, el disfrute sincero de infligir daño. Concluye que las pruebas inconsistentes y a menudo contradictorias sugieren que "el placer sádico es genuino, inusual, adquirido sólo gradualmente, y responsable de sólo una minoría del mal."