Necesito darle infinitas gracias a @feliciamorales_ por su testimonio.
Me sirvió muchísimo para poder ordenar los sentimientos que tengo en torno a una relación de violencia que también padecí. (Sí. Entre relaciones del mismo sexo también puede haber violencia de género.)
Me sirvió muchísimo para poder ordenar los sentimientos que tengo en torno a una relación de violencia que también padecí. (Sí. Entre relaciones del mismo sexo también puede haber violencia de género.)
Afortunadamente (?), el episodio que me tocó a mí fue una relación *informal*, pero igual dejó marcas: me sentí amenazado psicológica, social y físicamente en variados episodios. Prefiero no ahondar más en ello porque me da pudor recordar todo lo que fui capaz de transar.
Pero me sentí sumamente disminuido en público y en privado. Sufrí humillaciones, amenazas y llamados a deshoras. Somatizaba la presión que ejercía sobre mí a través de dolores de espalda y lumbagos, además de mucha ansiedad. De nuevo, eso lo transaba porque quería sentirme útil.
Me quería sentir útil porque siempre fui un raro. Tengo una orientación sexual muy torpedeada, a mi pesar. Nunca pude ser soberano de mis propias decisiones: no pude tener un lado heterosexual porque *se me notaba más* el homo. Eso afectó mi interés hétero en mi primera juventud.
Con el tiempo, me resigné y empecé a sincerarme con el lado homo; de a poco, con curiosidad, pero con una sensación de «tal vez esto sea sin vuelta» (obvio; me hicieron sentir que mi lado hétero valía callampa). Nada de eso lo elegí, sino que era a lo que me tenía que acomodar.
Encima, tenía taras afectivas, problemas para formar lazos, atados para confiar en las personas; muchísimas trancas físicas, culturales, emocionales. Me acomplejaba ser jovencito y virgen. Sí. Fui virgen hasta HARTO viejo, como hasta los 24 (esto último sigue repercutiéndome).
Venía con toda esa carga, con toda esa sensación de inutilidad y terminé involucrándome con una persona que me hizo sentir aceptado, pero al precio de haber entregado mi dignidad por dos pesos. Años después, esa persona se fue de Chile a hacer su vida.
De todos modos, me seguía sintiendo penca. Lógico. Me cuesta entender las costumbres socialmente aceptadas en el *ambiente* (es más, las troleo de vez en cuando); además, nunca tuve una ocasión en la cual sentirme realmente contenido y valorado.
Mis episodios de violencia, esa *relación* me sigue pegando en el autoestima. A veces, me culpo de todo lo que fui capaz de ceder.
Igual, poco a poco, empecé a pegar mis trozos: publiqué un libro, me seguí desarrollando profesionalmente, me metí a un gym, etcétera. Puro mejoramiento. Hoy, tengo 30 años. Ya no soy un jovencito, pero estoy recién aprendiendo a disfrutar(me).
Estos hechos me siguen doliendo, pero cada vez menos. Quise contarlos (1) como desahogo y (2) para dejar planteado que la violencia de género también puede existir en relaciones no heterosexuales: hay personas abusivas igual.
(Les cuento esto no para dar pena ni para nada de eso. Las palabras de Felicia me han servido para poner mi propia historia en perspectiva y aprender a perdonarme de a poco; reconciliarme con mis complejos y con mis frustraciones. Solo así puedo crecer y mejorar.)
No me manden palabras de ánimo; prefiero mejor memes de Los Simpson o canciones bacanes.
