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Xosé Castro @XoseCastro
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Voy a contar algo que no he contado nunca en redes, pero cuando uno ha tenido una madre que fue perseguida por las fuerzas del orden, merece ser contado. Dentro, hilo.
Un día, me llama mi madre. Quiere que haga un pliego de descargo de una «denuncia injusta» que le puso la Guardia Civil. Como se negó a firmarla y yo no pienso ayudarla con eso, me pregunta si me quedan puntos en el carné para encalomármela a mí. WTF. Sí, así era mi madre.
Me despido con un «Mamá, paga la multa, que sabe Dios la que habrás montado esta vez».
[CAMBIO DE PLANO. OFICINA. DÍA.]
Mi hermana María trabaja en Bangkok.

Su jefe —que ni conoce España—, recibe una denuncia de tráfico de la embajada española y se la da a mi hermana. Ella la abre y su cara se va transformando a medida que lee. Le dice que ella se hace cargo.
Mi hermana monta en cólera. Telefonea a España, gritos, dimes, diretes, a quién se le ocurre...

Obdulia, acorralada, decide confesar lo que pasó aquella noche de invierno en que volvía a casa en su destartalado Volkswagen Golf por unas carreteras secundarias del agro gallego.
Mi madre vivía sola en una casa en el campo. Resulta que era de noche; casi no había tráfico y, de regreso a casa, sospechó de un coche que iba delante de ella a poca velocidad con dos hombres que «iban bebiendo alcohol a morro de una botella».
Se armó de valor y resolvió adelantarlos a «cierta velocidad» en una «recta segura» para dejarlos atrás y llegar sana y salva a su casa.

Lo que pasó a partir de ahí —según ella— fue una injusticia cometida contra una señora mayor asustada que vive sola. HASTA AQUÍ, SU VERSIÓN.
La versión de los hechos «made by Obdulia» difiere bastante de la que tenía el benemérito —generoso y paciente, añado— cuerpo de la Guardia Civil de lo ocurrido aquella noche:
Un coche patrulla circula a la velocidad reglamentaria por una carretera. Detrás lleva un coche (mi madre), con un faro mirando a Alfa Centauri y el otro, a la cuneta, que se acerca una y otra vez a ellos, haciendo amago de adelantarlos en zonas de línea continua. Perplejidad.
Al poco, llegan al típico pueblito que atraviesa una carretera principal y el patrulla reduce la velocidad a 50 km/h, momento en el que el coche de atrás, aprovecha para adelantarlos a toda velocidad, por línea continua, sin intermitentes... y pitando.
Los dos agentes no dan crédito a lo que está pasando, así que encienden las luces y la sirena y le indican que se pare a un lado, pero el coche (sí, mi madre) se da a la fuga, así que comienza una persecución por esas carreteras estrechas de la campiña gallega. De noche.
Después de algunos kilómetros, el coche decide parar. El agente que conduce sale con la mano apoyada en su arma, previendo cualquier reacción violenta del temerario conductor. La puerta del coche se abre violentamente y sale mi madre, tipo así.
Al percatarse de que es una anciana:

—Pero, señora, ¿usted está bien de la cabeza?
—¡Eso tenía que preguntarlo yo! Menudo susto me habéis metido (mi madre abofeteando con el tuteo).
—¡Señora, que no quiso parar!
—¡Claro, como que me voy a parar yo ahí de cháchara con vosotros!
—Señora, que somos la guardia civil.
—¡Y yo qué sé si vais disfrazados! Yo soy una anciana (palabra que usaba arteramente en estos casos) que vive sola y vi un coche sospechoso con dos hombres que bebían alcohol.
—¡Pero, señora, si es un coche patrulla! ¡Y es una botella de agua!
—¡O de aguardiente! ¡Cómo lo voy a saber yo?
—A ver, señora, la documentación —dice el agente, exasperado.
—La tengo en casa.
—Veamos, señora: tiene los faros desajustados, le falta un intermitente, la luz de freno, no lleva la documentación, ha superado la velocidad reglamentaria en varios puntos, ha adelantado a un coche patrulla en línea continua y, además, se ha dado a la fuga.
—¡Pero será posible? ¿Pero vosotros sabéis el susto que me habéis dado? —insiste.
—Mire, señora, con esto tendría que inmovilizarle el coche y hacer que nos acompañara, pero le voy a poner una denuncia por lo de las luces y la voy a dejar marchar. Y no vuelva a hacer algo así.
—Bueno, hombre, bueno...
—Tome, aquí tiene la denuncia. ¿Me la va a firmar?
—¡Manda carallo! Yo no os firmo nada.
—Usted verá. Entonces recibirá la denuncia por correo y tendrá que identificar al conductor.
Supongo que esta fue la cara de mi madre al oír eso.

Colofón: después de este episodio Fast & Furious en el que debían haberle caído no menos de 1000 € de multa y posible juicio, Obdulia se fue de rositas a casa con una multa de 100 €. Y lo que pasó después... ya lo sabéis.
Para quienes queráis ponerle cara, aquí están los 5 minutos de fama de Obdulia, en una campaña para TNT. (A partir del 00:22).

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