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Alex Riveiro @alex_riveiro
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Venus es el objeto más brillante en el cielo terrestre (por detrás de la Luna y el Sol). Conocido popularmente como el lucero del alba y, también, como el lucero del atardecer. No es sorprendente saber que nuestros antepasados lo conocían desde hace mucho tiempo…
Aunque tendrían que pasar miles de años, desde aquellos primeros instantes, para que nuestros antepasados se diesen cuenta de que se trataba de un planeta. Venus ha sido una parte importante de la mitología y la astrología de muchas civilizaciones, desde muy temprano.
En la actualidad, sus cambios de posición en el firmamento, y su apariencia, han permitido descubrir mucha información sobre el Sistema Solar. Por sus características (masa, tamaño, distancia al Sol), se le suele llamar el hermano de la Tierra, aunque no es una copia perfecta...
Aproximadamente, Venus tiene el 81% de la masa de la Tierra, el 90% de su superficie y el 86% de su volumen. Es decir, es ligeramente más pequeño que nuestro planeta, pero no por mucho. Orbita al Sol a una distancia media de 108 millones de kilómetros:
Su órbita es muy circular. Tanto que su afelio (el punto más lejano de su órbita alrededor del Sol) está a 108,9 millones de kilómetros y el perihelio (el punto más cercano) está a 107,4 millones de kilómetros. No hay otro planeta en el Sistema Solar con una órbita mas circular.
Cuando se encuentra entre la Tierra y el Sol se dice que está en conjunción inferior. Es el momento de menor distancia a nuestro planeta. Ningún planeta se acerca más, a una media de 41 millones de kilómetros de distancia. Algo que sucede aproximadamente cada 584 días.
Tarda 224,6 días en completar una órbita alrededor de nuestra estrella. A diferencia del resto de planetas, que rotan en sentido opuesto al de las agujas del reloj, Venus sigue las agujas. Es lo que se conoce como rotación retrógrada. A eso hay que sumarle que es muy lenta.
Porque Venus tarda 243 días terrestres en completar una rotación sobre su eje. No hay ningún planeta que tenga una rotación tan lenta en el Sistema Solar. De hecho, un día en Venus dura más que un año. Otro punto único, ya que es algo que no sucede en el resto de planetas.
Al estar cubierto por una densa atmósfera, no se sabe demasiado sobre cómo es el interior de Venus. Por su parecido con la Tierra (en cuanto a masa y densidad), se cree que tienen una estructura interna muy parecida. Con un núcleo, manto y corteza, y no es el único parecido.
Porque, al igual que en el caso del núcleo de la Tierra, se cree que el de Venus podría estar parcialmente fundido. A fin de cuentas, se calcula que los dos planetas han estado enfriándose, desde su formación, a una velocidad muy similar:
La principal diferencia es que en Venus no hay placa tectónicas. Algo que podría deberse a que la corteza es demasiado dura para experimentar subducción al no haber agua. Algo que hace que pierda menos calor y que no pueda pasar por episodios de enfriamiento pronunciados.
Algo que podría explicar, también, por qué el planeta no tiene un campo magnético. Su superficie, por los análisis y datos obtenidos, parece haber sido moldeada por una intensa actividad volcánica. Tiene muchos más volcanes que nuestro planeta, y algunos son realmente grandes.
167 volcanes tienen un diámetro de más de 100 kilómetros. Su presencia es posible por la falta de placas tectónicas, que provoca que la corteza sea más vieja y esté mejor preservada. Valga una comparación la corteza oceánica de la Tierra y su edad media de 100 millones de años.
En oposición, la corteza de Venus tiene una edad aproximada de entre 300 y 600 millones de años. Hay señales de que la actividad volcánica podría seguir en la actualidad. Incluso se ha llegado a detectar tormentas eléctricas en la atmósfera de Venus. Aunque allí no llueve agua.
En todo caso, lo que se precipitaría es ácido sulfúrico. Se cree que las tormentas son el producto de las erupciones volcánicas. Otra pista es el aumento de la cantidad de dióxido de azufre en la atmósfera, algo que podría deberse a grandes erupciones volcánicas periódicas.
Además, a través de infrarrojos se han observado regiones, con una temperatura de entre 525 y 825ºC, en la superficie del planeta. Podría ser lava liberada recientemente en las erupciones volcánicas. Además, el suelo venusiano está repleto de cráteres de meteoritos.
Al no renovarse con frecuencia, esos cráteres están muy bien conservados. Existen más de mil cráteres, que están repartidos por todas partes. Tienen diámetros desde los 3 a los 280 kilómetros. No hay cráteres más pequeños porque la atmósfera destruye los objetos que los crearían.
Esos objetos se ralentizan tanto que no llegan a crear un cráter. Si el meteoro tiene menos de 50 metros de diámetro, directamente se desintegra en la atmósfera sin llegar a alcanzar la superficie. Su atmósfera, compuesta principalmente de dióxido de carbono, es muy extrema.
También tiene una pequeña cantidad de nitrógeno. La presión en la superficie de Venus es 92 veces más alta que en nuestro planeta. Además, es el planeta más caluroso del Sistema Solar (y no Mercurio, como se podría pensar), con una temperatura de 462ºC en superficie.
Es el producto de dióxido de carbono junto con nubes de dióxido de azufre, que generan un efecto invernadero muy potente. Por encima de la capa de dióxido de carbono, las nubes de dióxido de azufre y las gotas de ácido sulfúrico reflejan el 90% de la luz de vuelta al espacio.
La superficie de Venus no experimenta, prácticamente, ninguna diferencia en su temperatura. Ni entre la noche y el día, ni entre el ecuador y los polos. Además, como su eje está muy poco inclinado (3º frente a los 23º de la Tierra) tampoco tiene variaciones estacionales.
Tan solo encontramos diferencia con la altura. El Maxwell Montes, el punto más alto de Venus, con 11 kilómetros de altura, es el más frío, con 380ºC y una presión 45 veces superior a la de la Tierra. ¿Cómo medimos la altura en otros lugares? Lo conté aquí:
Otro fenómeno a destacar el viento de Venus. Puede llegar a los 300 km/h en la capa de nubes. Tarda cuatro o cinco días terrestres en completar una vuelta alrededor del planeta. Es decir, viaja 60 veces más rápido que la rotación del planeta. Mucho más rápido que en la Tierra.
Porque aquí, los vientos más rápidos apenas alcanzan entre el 10 y el 20% de la velocidad de rotación de nuestro planeta. También se ha observado que sus nubes pueden producir rayos, pero con una frecuencia aproximada de la mitad de lo que sucede en la Tierra.
La existencia de Venus es conocida desde la antigüedad. En algunas culturas, se creía que se trataba de dos objetos diferentes (el lucero del alba y el lucero del atardecer). Los babilonios parece que fueron de los primeros en ver que eran el mismo objeto:
Aunque parece que hasta el siglo VI antes de nuestra era no se supo, a nivel general, que Venus aparecía por la mañana y por la tarde. En muchas culturas, el planeta ha sido identificado con sus respectivas diosas del amor y de la belleza, como en la mitología romana.
De allí procede el nombre del planeta. Los babilonios lo llamaron Ishtar y los griegos Afrodita. Los romanos, además, llamaron a la aparición de Venus por las mañanas Lucifer (algo así como “el que trae la luz”) y Vesper al de la tarde (significa “tarde” entre otros términos).
El primer tránsito de Venus, es decir, su paso por delante del Sol, visto desde la Tierra, fue observado en el año 1032 por el astrónomo persa Avicena. Concluyó que Venus está más cerca de la Tierra que del Sol. En el siglo XII, Ibn Bajah observó dos manchas en el Sol.
Más adelante, el astrónomo iraní Qotb al-Din Shirazi, en el siglo XIII, comprendió que en realidad se trataba de los tránsitos de Venus y Mercurio. Ya en tiempos más modernos, en el siglo XVII, Galileo observó el planeta y comprobó que, al igual que la Luna, experimenta fases.
Ese comportamiento solo era posible si Venus orbitaba al Sol. Por lo que se convirtió en parte del desafío de Galileo por demostrar que el modelo de Ptolomeo era erróneo y que Copérnico planteaba lo correcto. La atmósfera de Venus la descubrió el ruso Lomonosov en 1761.
En 1790, la observó el astrónomo alemán Johann Schröter y, observando su fase creciente, comprendió que la luz del sol se dispersaba en una atmósfera muy densa. La idea de la atmósfera se reforzó en 1866 con más observaciones de un astrónomo americano: Chester Lyman.
Pero, al margen de eso, hasta el siglo XX no se produjeron avances significativos. Tuvieron que llegar las observaciones en el espectro ultravioleta, las mediciones espectroscópicas y por radar, para poder analizar la superficie. Las primeras observaciones sucedieron en 1920.
En esa década, Frank E. Ross observó que las imágenes en ultravioleta mostraban bastante información. A principios del siglo XX, Vesto Slipher intentó medir el efecto Doppler de la luz de Venus. No logró detectar ninguna rotación, por lo que dedujo que debía ser muy lenta.
En los años 50 se demostró que, además, era retrógrada. Las primeras observaciones de Venus en radar se llevaron a cabo en la década de los 60. Así se obtuvo la primera aproximación de la longitud de su rotación. En los años 70 se consigue observar la superficie de Venus.
Fue con la ayuda del radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico, que permitió descubrir el Maxwell Montes, entre otros detalles. El radiotelescopio de Arecibo nos ha dejado momentos muy importantes de la astronomía, como el mensaje emitido desde allí:
La exploración de Venus ha sido muy prolongada. Los primeros en intentarlo fueron los soviéticos en la década de los años 60 con el programa Venera. La primera nave, Venera-1, fue lanzada el 12 de febrero de 1961. Se perdió el contacto con ella solo una semana después.
En ese momento estaba solo a 2 millones de kilómetros de la Tierra. Se calculó, en mayo de aquel año, que debió pasar a 100 000 kilómetros de Venus. En 1962, Estados Unidos lanzó la sonda Mariner 1, pero también se perdió el contacto con la nave durante el lanzamiento.
La sonda Mariner 2, que fue lanzada más tarde el mismo año, fue la primera misión interplanetaria que funcionó. Pasó a 34 833 kilómetros de la superficie de Venus. Sus observaciones sirvieron para confirmar lo que ya se sabía. Las capas altas de sus nubes son frías.
Su superficie, sin embargo, según Mariner 2, debía tener al menos 425ºC. Con estos datos, se dejó de especular con la idea de que Venus pudiese albergar algún tipo de vida. La sonda también permitió mejorar la estimación de masa del planeta pero no detectó campo magnético alguno.
El segundo intento de la Unión Soviética fue la nave Venera-3, que en 1966 se estrelló contra la superficie del planeta. Fue la primera nave en entrar en la atmósfera, y golpear la superficie, de otro planeta. Su sistema de comunicaciones falló antes de poder enviar datos.
Pero, incansables, volvieron a intentarlo en 1967 con la sonda Venera-4. Entró en la atmósfera con éxito y la estudió, destacando la presencia del dióxido de carbono, midiendo la temperatura (más alta de lo que había observado Mariner 2). No duró mucho tiempo.
Descendió en la atmósfera mucho más lento de lo esperado, por lo densa que es, y se quedó sin baterías tras 93 minutos, cuando todavía estaba a casi 25 kilómetros de altura. Al día siguiente, el 19 de octubre de 1967, fue la sonda Mariner 5 la que sobrevoló el planeta.
Pasó a menos de 4 000 kilómetros de sus nubes, recogiendo más información sobre la presión, composición y densidad de su atmósfera. Sus datos, y los de Venera-4, fueron estudiados conjuntamente por un equipo de científicos formado por la Unión Soviética y Estados Unidos.
Las sondas Venera-5 y Venera-6, lanzadas en 1969, siguieron analizando la atmósfera del planeta. No llegaron a tocar la superficie, pero descendieron más rápido, siendo aplastadas a unos 20 kilómetros de altura, pero enviaron datos de la atmósfera durante más de 50 minutos.
Venera-7 fue construida con la intención de que sí fuese capaz de enviar datos desde la superficie del planeta. Se le añadió un módulo capaz de soportar esas presiones tan elevadas. En diciembre de 1970, entró en la atmósfera pero terminó estrellándose contra la superficie.
Quizá, se especuló, por que se rompiese el paracaídas. En cualquier caso, llegó a enviar datos durante 23 minutos antes de dejar de funcionar, incluyendo temperatura y algunos datos de la superficie. En 1974, la sonda Mariner 10, de Estados Unidos, también lo visitó.
Pasó a 5 800 kilómetros de Venus y envió 4 000 fotografías a la Tierra. Son algunas de las mejores imágenes que tenemos del planeta en la actualidad. A finales de la década de los 70, la NASA trabajó en el proyecto Pioneer, que quería enviar dos misiones a Venus.
Por un lado, una nave que entró en una órbita elíptica alrededor del planeta en diciembre de 1978. Estudió su atmósfera y creó un mapa de su superficie durante 13 días. La segunda llevaba consigo cuatro sondas que entraron en la atmósfera también en diciembre del mismo año.
En ese mismo período, y en la década de los 80, se llevaron a cabo cuatro misiones Venera más. En las 11 y 12 se detectaron las tormentas eléctricas. La 13 y 14 aterrizaron en el planeta en 1982 y fueron las primeras en enviar fotografías en color de la superficie de Venus.
En 1985, el programa Vega, de la Unión Soviética y varios países europeos, logró visitar Venus y recoger más información sobre su atmósfera, revelando lo turbulenta que es. En 1989, la nave Magallanes creó un mapa de la superficie del planeta por medio del radar.
Captó algunas de las imágenes de mayor resolución de Venus y creó un mapa del 98% de su superficie y del 95% de su campo de gravedad. Su misión terminó en 1994, estrellándose en la atmósfera del planeta para medir su densidad. En el siglo XXI las misiones siguieron.
Las sondas Galileo y Cassini visitaron brevemente el planeta en su camino a los planetas gigantes. Entre 2006 y 2007, la sonda MESSENGER visitó Venus para reducir su velocidad para poder entrar en la órbita de Mercurio. La sonda Venus Express entró en órbita de Venus en 2006.
Estudió su atmósfera y sus nubes con mucho detalle. Así, se descubrió una capa de ozono y un vórtice doble en el polo sur. Su misión terminó en 2014 y, desde entonces, ninguna nave ha visitado el planeta. Aunque en el horizonte hay varias misiones planteadas para volver a Venus.
De ellas, quizá destaca la sonda solar Parker, que ha sido lanzada recientemente, y que visitará Venus en siete ocasiones. Su objetivo no es el planeta, sino estudiar el Sol, pero en esas visitas, quizá sea posible obtener información de Venus:
En la década de 2020 hay dos misiones que podrían llevarse a cabo. Por un lado, la NASA ha planteado enviar una nave para estudiar la superficie del planeta en 2022. Intentaría perforar la superficie para obtener muestras de rocas que no hayan estado expuestas a la atmósfera.
La Agencia Espacial Rusa ha planteado la misión Venera-D, que sería lanzada en 2024 para realizar observaciones del planeta y, también, desplegar un aterrizador. Una pequeña nave, con un diseño similar al de Venera, que pueda sobrevivir en la superficie durante mucho tiempo.
Hay que decir que Venus es un planeta que siempre nos ha intrigado. Por su parecido con la Tierra, durante algún tiempo se creyó que podría tener vida. No solo eso, se imaginaba que Venus podría ser una especie de mundo tropical, algo que desmintieron las naves Venera y Mariner.
Lo que sí se cree es que quizá, poco después de su formación, Venus fuese muy parecido a la Tierra. A fin de cuentas, tiene una capa de ozono y se encuentra en la zona habitable. Pero si tuvo agua, hace muchos miles de millones de años que se evaporó:
También se ha planteado que Venus podría albergar colonias humanas en el futuro. Aunque en la superficie sería imposible. La presión es demasiado elevada. Sin embargo, a 50 kilómetros de altura, las condiciones de temperatura y aire son parecidas a las de la Tierra.
Se cree que, además, hay nitrógeno y oxígeno en esa altura. Por lo que se podría construir algo así como ciudades flotantes. Desde ellas, se podría explorar Venus por medio de aeronaves. Algo que entra dentro de las propuestas de terraformar Venus:
Pero, por ahora, es algo que no podemos considerar seriamente. No tenemos la tecnología necesaria para poder llevar a cabo una tarea así. Ni siquiera está claro si los métodos propuestos llegarían a funcionar, aunque sobre el papel todo parece indicar que sí.
Lo que sí está claro es que nuestra curiosidad por Venus, y por el resto del Sistema Solar, no ha desaparecido ni se ha reducido. Puede ser el planeta más parecido a la Tierra por sus características, pero Venus es todavía un mundo del que quedan muchas cosas por descubrir...
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