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Alex Riveiro @alex_riveiro
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Una de las historias más curiosas de la astronomía es la de Vulcano. Un planeta que explicaba el extraño bamboleo de Mercurio en su órbita. Encajaba en las leyes de la gravedad de Newton. Hasta el New York Times llegó a afirmar la existencia de un planeta que no existía...
Pero antes de entrar en materia, hablemos de algo llamado precesión. La órbita de un planeta alrededor de una estrella es elíptica, y el astro está siempre cerca de uno de los dos focos de la elipse. Por eso tenemos el afelio y el perihelio (punto más lejano y cercano).
Las leyes de Newton permiten calcular la órbita de todos los planetas del Sistema Solar y, en la gran mayoría de casos, los resultados obtenidos encajan con lo que podemos ver. Pero había una pequeña excepción: la órbita de Mercurio no encajaba completamente con ese modelo.
Resulta que las leyes de Newton solo describen el 93% de la órbita de Mercurio. El planeta describía su órbita ligeramente más rápido de lo que decía la teoría. ¿Cómo era posible? En aquella época (a finales del siglo XIX), solo se conocían la gravedad explicada por Newton.
Según él, la gravedad necesita un objeto que la ejerza. Así, el Sol ejerce gravedad sobre la Tierra y, del mismo modo, la Tierra sobre el Sol. Si Mercurio mostraba una desviación de lo que decían las fórmulas, es que tenía que haber algo más que provocase esa desviación.
Ese algo, por fuerza, tenía que ser un objeto que ejerciese gravedad sobre Mercurio. La única explicación plausible era que había un planeta más en el Sistema Solar. Un mundo, que no había sido descubierto, que estaría en una órbita aún más pequeña que la de Mercurio.
No solo eso, en 1859, se llega a afirmar que Vulcano ha sido observado. Y, por si fuese poco, el mismísimo Urbain Le Verrier confirma que la existencia del planeta es absolutamente real. Hay que entender la importancia de Le Verrier en esta historia y en aquel momento.
Predijo la existencia de Neptuno a partir de las matemáticas. Había observado que la órbita de Urano mostraba discrepancias con las leyes de Newton y dedujo que tenía que haber un planeta, aún más lejano, que no había sido descubierto hasta aquel entonces. Era toda una autoridad.
Desde su perspectiva, también parece lógico suponer que la existencia del planeta le pareciese válida. Había observado una discrepancia en la órbita de Urano, predicho la existencia de otro planeta y, poco tiempo después, se descubre Neptuno, resolviendo esas discrepancias.
Era lógico, si lo pensamos así, que Le Verrier supusiese que en el caso de Mercurio tenía que estar pasando exactamente lo mismo. Durante los 20 años siguientes, muchas personas creyeron haber visto puntos de luz, durante eclipses, por ejemplo, que representaban a Vulcano.
La primera persona en afirmar haber observado Vulcano fue un astrónomo aficionado francés, llamado Edmond Lescarbault. Era un médico que había montado un observatorio improvisado en su granja. Acudía allí cuando no estaba atendiendo a sus pacientes y afirmó ver el planeta.
Lo cierto es que Lescarbault fue razonablemente cauto. Observó un objeto moviéndose por delante del Sol. Es decir, en tránsito (que es como se llama a que, desde nuestra perspectiva en la Tierra, un objeto pase por delante de una estrella):
Anotó el tiempo que tardaba en recorrer el disco del Sol en sus observaciones, pero no dijo nada. Al menos, no hasta que escucha por primera vez la historia de Vulcano. En ese momento, hace llegar a Le Verrier sus observaciones. El famoso astrónomo francés viajó a su casa.
Tras hacerle preguntas sobre lo que había observado, Le Verrier está convencido de que Lescarbault ha observado Vulcano. Y claro, si la máxima autoridad, de la época, en cuestiones sobre el Sistema Solar dice que Vulcano existe, pues es que Vulcano tiene que existir.
Y si un astrónomo aficionado podía haber observado el planeta, cualquier persona con un telescopio podría hacer lo mismo. De repente, las leyes de Newton parecían haber recibido otro apoyo. Había otro planeta más en el Sistema Solar, descubierto gracias a su trabajo.
En esta historia incluso nos encontramos con Thomas Edison, el popular inventor estadounidense. Edison participó en las observaciones del eclipse solar de 1878, que fue visible en parte de Estados Unidos. Había inventado un dispositivo para medir la radiación infrarroja.
Quería medir la temperatura de la corona del Sol. Pero, cuando llega el día decisivo, pone a prueba su instrumento y observa que no funciona. Se aleja de su lugar de observación, en Rawlins (Wyoming) a unos kilómetros de distancia, donde se encuentra a dos personas.
Dos famosos buscadores de Vulcano. Simon Newcomb, que no había logrado observar el planeta, y James Watson, que aseguraba haber visto una estrella, cerca del Sol, en un lugar en el que, según su mapa, no había ninguna. Por lo que, sin duda, tenía que ser Vulcano.
En unos días, la noticia se mueve como la pólvora. Hasta el propio New York Times publica la historia. Pero estamos aquí, en pleno 2018, más de 200 años después, y sabemos que Vulcano no existe. Mercurio es el planeta más cercano al Sol. ¿Cómo se demostró el error?
Es aquí donde entra en juego una de las grandes mentes de los últimos tiempos: Albert Einstein. A principios del siglo XX, Einstein está trabajando en varios estudios para la Academia de Prusia. Está trabajando en su teoría de la relatividad general:
En un momento dado, hace un cálculo de la órbita de Mercurio para ver qué predice su teoría. Descubre que explica, perfectamente, el movimiento de la órbita de Mercurio. Sin ningún tipo de error, a diferencia de las leyes de la gravedad de Newton. Fue muy importante para él.
Su descubrimiento le alegró tanto que, durante tres días, no pudo concentrarse en su trabajo. Aquella gran teoría que explicaba el universo tenía un cimiento en algo que hoy en día apenas recordamos. Era capaz de describir perfectamente la órbita de Mercurio sin añadir planetas.
Pero, si no era Vulcano, ¿qué es lo que provoca que la órbita de Mercurio no encaje perfectamente con las leyes de Newton? ¿cuál es el factor que provoca esa desviación? Einstein enseñó que, para entenderlo, era necesario cambiar por completo la forma de entender la gravedad.
No había que verla como una fuerza ejercida entre dos objetos. En su lugar, había que entender la relación entre el espacio y el tiempo. Ambos cambian en función de la presencia y movimiento de la materia y la energía. El Sol deforma el espacio-tiempo a su alrededor.
Así que las cosas, cerca de nuestra estrella, no van en línea recta. Un rayo de luz que pasa cerca del Sol describe una trayectoria curvada. Demostrar que Vulcano no existía era una pieza clave para Einstein. Permitía explicar que su idea del espacio-tiempo no era descabellada.
La órbita de Mercurio precede más rápido de lo predicho por Newton. Porque ese es el recorrido más rápido que puede hacer el planeta a través del espacio-tiempo curvado por el Sol. Si no hubiese un espacio-tiempo curvado, haría falta incluir otro planeta para explicarlo.
Dicho de otra manera, Mercurio está tan cerca de nuestra estrella que su órbita le lleva a través de la deformación del espacio-tiempo más intensa que provoca el Sol. El resto de planetas, sin embargo, están suficientemente lejos para no entrar en esa deformación.
Por eso las leyes de Newton funcionan con ellos, porque no hay un espacio-tiempo curvado, en sus órbitas, que deformen los resultados. Con el espacio-tiempo curvado que predice la teoría de la relatividad de Einstein, la órbita de Mercurio encaja a la perfección con lo observado.
Aunque hoy en día es una historia olvidada, el caso de Vulcano sirve para ilustrar que a veces es difícil comprender lo que observamos en la naturaleza. A veces, para poder explicar algo, es necesario un marco de trabajo completamente nuevo, como el de Einstein.
Su teoría de la relatividad era algo completamente diferente a lo que planteaba Newton. Pero, por extraño que pudiese parecer, no solo funcionaba igual de bien, lo hacía incluso mejor. Con su trabajo, Vulcano no solo no existía, es que no era necesario en absoluto.
A pesar de que durante unas décadas se creyó que existía, Vulcano terminó cayendo en el olvido. El extraño caso del planeta que muchas personas creyeron que era y que, en realidad, nunca existió. Un recordatorio de que siempre hay cosas que descubrir, aunque no lo parezca.
Porque es tentador pensar que, a día de hoy, ya está todo descubierto. A fin de cuentas, lo que tenemos explica el mundo a nuestro alrededor. ¿Verdad? Lo mismo pensaban a finales del siglo XIX. Tenían que quedar pocas cosas por descubrir... ¡y sin embargo aquí estamos!
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