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Adrián Chávez @nochaveznada
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Ya acabé #TheTaleOfTheRose y, aprovechando el #DíaDeLaNoViolenciaContraLaMujer, ahí les va el hilo-resumen de las chingaderas que Antoine de Saint-Exupéry le hizo a su esposa Consuelo, narradas en el libro bajo el sorprendente título de “historia de amor”.
Primero, contexto: Saint-Exupéry y Consuelo Suncín (entonces “viuda de Carrillo”) se conocieron en Argentina en 1930. Él era piloto y había publicado un libro; ella, escultora. Diversas fuentes confirman que la rosa de ‘El Principito’ está basada en ella.
Ora sí, las chingaderas: en su 1ra cita, Saint-Ex la sube a su avión con los amigos de ella; cuando están sobre el mar, pone el avión en picada y le dice que, si no lo besa, hundirá el avión. Ella se niega, incómoda, varias veces, pero termina cediendo. Súper romántico todo.
Todo y todo, salen, él le propone matrimonio, ella acepta dudosa pero encandilada... pero el día de la boda él se arrepiente porque “no se puede casar sin su madre presente”, se va y se desaparece por unos días, para luego buscarla como si nada.
Él vuelve. Ella dice ok va y se reconcilian. Se juran amor eterno. Él le dice: “Quiero que pierdas todo lo que posees, para que cada una de las prendas que uses la hayas recibido de mis manos”. Amigo, es tu novia, no tu pug.
Ya casados, él vuela y, cuando no, se dedica a escribir y a leer. Apenas conviven y todo gira en torno a las necesidades de la carrera de él. Consuelo declara: “Yo tenía que hacerme pequeñita, escasa, como si viviera en su bolsillo”. Era el puro principio, mijos.
Saint-Ex se muestra como un esposo amoroso cuando ella reclama su atención, pero luego se avienta estas joyas: “Me voy mañana a Moscú; necesito ver cómo cambia la gente, cómo cambian los países; me siento un eunuco atado a esta casa por tus listones”. El príncipe azul, les digo.
Consuelo misma parece no entender la naturaleza del “amor” que siente, y que oscila entre la intensidad y un eterno esperar a que él vuelva de viaje. “Era infeliz, horriblemente infeliz”, dice. Su ansiedad la lleva al insomnio crónico;él decide internarla en una clínica en Suiza.
En la clínica la tratan del absoluto rábano (como una “colonia penal”, la describe). Ella le escribe suplicando que la saque de ahí, pero él nomás le manda un amigo a verla e ignora su petición. Luego ella se escapa y él, persuadido por amigos, la busca y le pide perdón...
... no sin antes cagotearla por “nunca haberle dado una descripción detallada de cuán severos eran los métodos de la clínica”. O sea, que la culpa era de ella, según él.
Un día, regresando él de un viaje, ella le cacha unos recaditos de amorts de otra morra. Cuando lo confronta, él le responde, todo meco: “¿Por qué esculcas mis cosas?” Es solo la primera de muchas infidelidades.
Después de que deciden separarse, él cambia de opinión y le ruega llorando que no lo deje, que le dé otra oportunidad. Ella accede, pero meses después él empieza a dejar de llegar a dormir sin avisar, y ella empaca para volver a El Salvador, su tierra natal.
Cuando parece que se ha librado de él y cruza el océano en barco, recibe un telegrama: el avión de su marido, que ya estaba también en América, chocó. Ella, presionada por su madre, lo alcanza y lo cuida en su convalecencia. Él, cómo no, le reclama haberlo dejado solo.
Durante este tiempo, viven de hotel en hotel, según las necesidades de él. A veces, compran una casa en algún lugar; ella se emociona, la amuebla y la acondiciona; al día siguiente, la encuentra vacía: él cambió de opinión y la vendió sin consultarla. Así como tres ocasiones.
Saint-Exupéry sana, y deciden vivir en casas separadas, aunque él llega a la de ella de vez en cuando, a deshoras y sin avisar, normalmente a que le den de comer. Un día, ella lo visita a él de sorpresa, y él se molesta muchísimo. Ella nota a la mujer escondida en el baño.
Durante este tiempo, dos veces ella conoce a otros hombres e intenta dejar a su esposo. En ambas, él se encarga de que los susodichos terminen despreciándola y desaparezcan. Tras la segunda ocasión, le dice: “te pido perdón por el dolor que te he causado y te seguiré causando”.
Estalla la 2da Guerra Mundial. A él lo nombran capitán y, mientras combate, manda a Consuelo a las afueras de París. Más tarde él vuelve a París y se da la gran vida bohemia mientras ella lo espera angustiada y sin noticias en un pueblito.
En un último intento de “salvar su relación”, se van a Nueva York. Pero pronto, ella se da cuenta de que él, ya un escritor famoso, se avergüenza de que los vean juntos y la ridiculiza frente a sus amigos cuando ella no está. Terminan viviendo en departamentos separados.
De hecho, una de esas veces los invitan a ambos, juntos, a la ópera. Él se siente demasiado incómodo de que algunas de sus amantes lo vean con su esposa y, por sus tanates, se larga en el intermedio sin avisar. Consuelo tiene que regresar esa noche caminando sola a su casa.
Al fin ella lo confronta, y él le pide que pospongan la plática. Ella accede, diciendo que así podrá verse con un músico amigo suyo con el que había quedado. De inmediato, él cambia de parecer y le exige que hablen en ese momento. Aquí les traduzco algunas joyas del señor:
“Tienes que aprender a entenderme como una madre entiende a su hijo. Así es como necesito que me ames.” “Sé cuán duro juzgan tus amigas nuestra relación. Pero eso es porque lo hacen con sus mentes femeninas.”
Como en otras discusiones (y como hacen los machitos modernos), él habla de “resolver nuestros problemas” como si la crisis fuera responsabilidad de ambos y no consecuencia, principalmente, de su ojetez crónica e impune. No obstante, ella lo perdona y comienza todo otra vez.
...o no. En 1944, 1 año tras la publicación de ‘El Principito’, Antoine de Saint-Éxupery parte de nuevo a la guerra. En julio de ese año, su avión desaparece, posiblemente derribado en el océano, y no vuelve a saberse nada de él. Solo la muerte le impidió seguir siendo un culero.
Solo la época explica la naturalidad con que se asumían la toxicidad de Antoine y la frustrante lealtad de Consuelo. Pero el libro, aún hoy, lleva el título de “love story”. Aterra pensar que haya quien siga leyendo/viviendo el abuso como una “historia de amor intenso”.
Cuando el Principito siente culpa de admirar otras rosas mientras la suya espera en su planeta, pueden advertirse los motivos del autor. ‘El Principito’ es la confesión culpable de un machito horrendo. Es mucho más que eso, claro, pero es eso también. Fin.
P.d. del día después: todo esto, contrario a lo que algunxs están infiriendo injustificadamente, no está escrito para demeritar ‘El Principito’ como obra artística ni, mucho menos, para sugerir que deba dejar de leerse. Al revés: que nuestra lectura sea más rica y más crítica.
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