Me han preguntado muchas veces por qué no participo. Incluso por qué no recomiendo que chavales jóvenes participen ellos.
Incluso conozco y respeto a muchos "ex-jugadores" de clubs de debate que han evolucionado a grandes oradores.
Me explico. Creo y respeto a los buenos oradores, con la valentía de defender aquello en lo que creen.
Por supuesto que respeto a quien cambia de opinión de forma sincera, tras descubrir que estaban equivocados, o ser convencidos precisamente por la oratoria de otros.
Y sí, veo a muchos que han aprendido del mundo del debate, sin valores, sin posiciones firmes, y cambiando como veletas.
Se sorprenden y me dicen “precisamente tú”. Y sí, precisamente yo, que me dedico a…
Que pongan el club de la oratoria, que pongan equipos de discursos, enseñen a hacer presentaciones, teatro o baile, a perder el miedo a levantarse y hablar...
Pero que no eduquen a otra generación más de jóvenes que no tienen una sola idea propia. Que además las cambian según llega el viento.
De los cientos de portavoces, y oradores, a los que he tratado de ayudar con formación o asesoramiento me he encontrado algunos que no creían en lo que decían.
Mi trabajo es ayudar aquellos que me lo piden, pero que además se lo merecen.
Y que lo hagan por las ideas, con la palabra, y por todos, no solo por sí mismos, o contra todos
Por eso pido a los educadores, a los padres, y a sociedad, que eliminemos el debate sin valores de nuestro entorno, o al menos de nuestros jóvenes.
Por favor, que aprendan a comunicar bien las cosas, pero no que aprendan a convencer de cualquier cosa.