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En 1935, Georgi Dimitrov propone en el VII Congreso de la Internacional Socialista una nueva estrategia para promover sus ideas. Abogaba por etiquetar a todo disidente como “fascista” y defendía la creación de “frentes populares” como vía para amedrentar al discrepante.
No es tan distinto lo que defendía el camarada estalinista búlgaro de lo que hace hoy la izquierda “mainstream” española. Desde ZP, el discrepante es “facha” y los pactos con separatistas o herederos de ETA son práctica habitual.
Hoy, el discurso progre insiste en que Vox es la extrema derecha. Antes decían eso mismo del “franquista” PP o hasta de Ciudadanos (“falangito”). Es lo de Dimitrov: todo lo que no le gusta a esta izquierda rancia y trasnochada es “fascismo”. Pero cada vez les cree menos gente.
El caso es que, como el feminismo oficialista lo ha copado la izquierda, estos días escuchamos cosas muy parecidas. ¿Desmontas la chapuza estadística de la “brecha salarial”? Entonces eres un “machista” (y un “facha”, claro). No responden con datos, solo con insultos.
El problema es que en ese tema sigue habiendo mucha gente bienintencionada y algún despistado acomplejado que cree que hay que hacerle el juego a la izquierda porque su feminismo oficialista es hegemónico. Es un profundo error.
Ya lo advertía @laeconomica en este editorial de hace un mes. El 8-M se ha convertido en una pieza más de la estrategia de la izquierda. 
