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Vamos a adentrarnos en el Imperio Caloringio de manos de San Benito Aniano. Dentro hilo. 
Witiza (nombre original de Benito) nace en algún lugar del Languedoc en 750, procedía de familia visigoda puesto que su padre era conde Maguelone en el ducado de Septimania. Cuando llega a la adolescencia es mandado a la corte de Pipino el Breve para educarse.
En 774 va a Italia a una campaña militar impulsada por Calomagno. En este viaje está a punto de ahogarse al vadear un río. La experiencia hace que Witiza coja los hábitos y dejar la espada (el miedo es libre y guarda la viña, refrán popular).
En 775 ingresa en la abadía de Saint-Seine en Dijón, desde entonces será Benito. La vida dada a la molicie que imperaba en el monasterio hace que Benito rechace el cargo de Abad en 780 y abandone el mismo. Se va a su tierra natal y funda un monasterio cerca del río Aniano.
Benito quiere volver al rigorismo extremo de los eremitas egipcios de los siglos V y VI. Este extremismo hace que sus monjes le abandonen. Aprende de la experiencia y nuestro protagonista se acerca a la regla de su tocayo de Nursia, todo empieza a cambiar.
En la década de 790 el monasterio de Aniano tenía más de trescientos monjes, esta fama llegó a la corte de Carlomagno que contó con él para la reforma monástica que quería hacer. En 814 muere el gran Carlos y es sucedido por Ludovico Pío, que seguirá buscando apoyo en Benito.
Luis el Piadoso ayuda a Benito a fundar el monasterio de Inden (actual Alemania), para que desde allí amplifique la reforma monástica caloringia. En pos de este cometido el Emperador convocará tres sínodos (tipo de concilio) en Aquisgrán en 816, 818 y 819.
La meta de nuestro protagonista es que todas las congregaciones monástica sigan la Regla de San Benito de Nursia, dejando la vida ociosa, dedicándose a la oración, al trabajo con los más necesitados, el famoso “ora et labora” benedictino.
Hacia el año 800 tomo parte en la lucha contra la herejía adopcionista, especialmente ante Félix de Urgel. Pero sin duda el gran logro de este bravo monje fue luchar con la relajación en la vida monástica, y a fe que lo consiguió.
Para ello escribió dos grandes obras la Concordia Regularum y el Codex Regularum con los que pretendía difundir la Regla de San Benito y acercarla a su añorado eremitismo protomedieval que practicó en su juventud.
San Benito nos deja el 11 de febrero de 821 en Inden, donde estaba su monasterio. Vió florecer a su obra aunque durase poco después de su muerte. Espero que hayan disfrutado de este paseo por el Imperio Caloringio y un saludo de este humilde escudero.
