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Cada vez proliferan más los LIBROS DE AUTOAYUDA, y eso dice mucho del mundo en que vivimos.

Algunos son interesantes, otros parecen timos...

... y hoy quiero hablaros de un libro de autoayuda que NO SE PARECE A NINGÚN OTRO.

En este #HILO os explico por qué.
El libro se titula TELL.

Su autor se llama Ian McNile.

Cuesta 36 dólares.

Tiene 242 páginas.

Y todas ellas ESTÁN EN BLANCO.
El autor del libro no concede entrevistas, así que sólo podemos especular sobre sus intenciones.

Al parecer pensó que la palabra "AUTOAYUDA", por definición, implica que la persona encargada de ayudarte has de ser ser tú mismo.

Un libro sólo es de autoayuda si lo escribes tú.
Para muchos, el libro sin palabras de McNile era una tomadura de pelo de un caradura sin escrúpulos.

Sin embargo, "hay gente pa todo". Algunas personas compraron el libro y usaron las páginas en blanco para escribir en ellas.

Entonces empezaron a pasar cosas sorprendentes.
Una señora de Austin, Texas, escribió en su TELL:

"Estoy sola. No tengo a nadie."

Tres días más tarde, conoció a una mujer en el metro. Se enamoraron la una de la otra y hoy día son pareja.
Un neoyorquino de 36 años escribió en aquellas páginas en blanco un desahogo personal, confesando que odiaba su trabajo, que cada vez le costaba más trabajo levantarse de la cama, que no le encontraba sentido a la vida.

Tres días más tarde, TODO EMPEZÓ A CAMBIAR:
Porque transcurridos esos 3 días, LE ECHARON DEL TRABAJO.

Gracias a ello tuvo que buscar otro empleo. Dejó de currar como agente de seguros y empezó a pasear perros a cambio de dinero.
Así descubrió su auténtica vocación: Adiestrador canino.

Ahora se levanta de la cama feliz.
"Quiero morir", escribió en su libro un anciano de Viena. "Mis hijos están en el cielo. Quiero reunirme con ellos, pero me falta valor."

Tres días después, ese individuo falleció en plena calle, de un infarto.
He expuesto tres casos elegidos al azar, pero podría citar varias decenas.

Por alguna razón inexplicable, cualquier deseo escrito en aquel libro llamado TELL, se cumplía.

Cualquier problema planteado en sus páginas, se solucionaba.
Este cúmulo de coincidencias llamó la curiosidad de KIM YUO, matemático de la UNIVERSIDAD DE PLEANVILLE.

Tras escuchar varios testimonios similares a los que acabáis de leer, supo que aquello contradecía las leyes de la estadística...

... y se hizo con un ejemplar de TELL.
Kim Yuo puso el libro a prueba escribiendo en él palabras sueltas que no expresaban ningún deseo, ni formaban frases con sentido.

Al cabo de tres días... no sucedió nada en su vida.

Pero hubo algo relacionado con aquel objeto que llamó su atención:
Cada vez que escribía algo en las páginas del libro, EL INTERNET DE SU CASA SE RALENTIZABA.

Podía tratarse de una casualidad, pero Yuo es matemático de Pleanville, y los matemáticos de Pleanville no creen en las casualidades.
Así pues, el matemático llevó su ejemplar de TELL a JOHANN WOLFESTEIN, uno de los mejores ingenieros de su Universidad.

Wolfestein examinó el libro y halló él varias cosas que le helaron la sangre.
EN PRIMER LUGAR: Las páginas del TELL no estaban hechas de papel. Eran láminas táctiles de grafeno que registraban cualquier tipo de presión ejercida sobre ellas.

EN SEGUNDO LUGAR: El "libro" estaba equipado con un microprocesador capaz de hackear dispositivos informáticos.
Simplificándolo mucho, podríamos decir que el TELL registraba la información escrita en sus páginas, la codificaba como información electrónica y hackeaba el WiFi más cercano para enviar la información a algún sitio.

¿A QUÉ SITIO?
El departamento de informática de Pleanville intentó seguir el rastro, pero los datos se perdían en los laberintos de internet.

Quienquiera que estuviese detrás de aquello, era muy hábil.

Mientras, Yuo se centró en estudiar a fondo los testimonios de otros "usuarios" de TELL.
Se entrevistó con muchas de esas personas que aseguraban que TELL les había cambiado la vida, indagando en las circunstancias concretas relacionadas con dichos cambios.

Como ya sospechaba, en la mayoría de los casos se percibía la huella de algo distinto al azar.
Aquella señora de Texas que se sentía sola, por ejemplo, conoció a su media naranja en un vagón de metro que sufrió un retraso debido a un error informático.

Si aquel tren hubiese llegado dos minutos antes, una de ellas no habría podido pillarlo.
Por si eso fuera poco, aquellas dos desconocidas entablaron conversación porque la tejana estaba leyendo el libro favorito de la otra.

El libro había llegado a ella en un envío anónimo de Amazon y el mensaje: "¿Te sientes sola? No hay mejor compañía que un libro."
Podríamos relatar muchas otras inferencias de ese tipo que condicionaron el encuentro entre las dos mujeres.

Y algo similar ocurre en el caso de aquel neoyorquino que fue despedido de un trabajo que odiaba.

¿Adivináis cuál fue la causa de su despido? ERROR INFORMÁTICO.
Así lo admitió la propia empresa: Necesitaban hacer recortes de personal. En principio aquel empleado no iba a ser uno de los damnificados, pero se le notificó el despido debido a un fallo del software.

No se molestaron en enmendar el accidente. Era un trabajador prescindible.
Al día siguiente de su despido, ese tipo empezó a buscar trabajo en internet. 

La oferta de pasear perros a 25 dólares la hora fue la primera que apareció en la pantalla de su ordenador.

Él la rechazó las dos primeras veces...

... pero a la tercera, decidió aceptarla.
Ese hombre nunca imaginó que se iba a llevar así de bien con los perros, pero todo parece indicar que alguien se dedicó a estudiar toda la información de sus perfiles en redes, la sometió a un análisis psicológico y llegó a esa conclusión.

Alguien relacionado con TELL.
Ese hombre nunca imaginó que se iba a llevar así de bien con los perros, pero todo parece indicar que alguien se dedicó a estudiar toda la información de sus perfiles en redes, la sometió a un análisis psicológico y llegó a esa conclusión.

Alguien relacionado con TELL.
El caso de las mujeres del metro presenta similitudes con el del amor canino.

Se detectaron huellas de hackeo en los ordenadores de ambas. Al parecer, alguien se molestó en estudiar sus perfiles y decidir que eran altamente compatibles.

Y NO SÓLO ESO:
También adivinaron que a la mujer de Texas le gustaban las mujeres...

... cosa que ella misma no sabía.
Dos cosas estaban claras:

- Detrás del "caso TELL" había gente con acceso al bigdata y a algoritmos muy sofisticados.

- Eran capaces de contemplar y manipular MUCHOS factores que condicionan nuestras vidas.
OTRO EJEMPLO:

Cuando los científicos de Pleanville accedieron a la autopsia del anciano que falleció de un infarto, quedaron atónitos.

El fallo cardiaco se produjo debido a una combinación de sustancias que el sujeto ingirió a lo largo de aquellos tres días.
Os daría vértigo saber la cantidad de maniobras que son necesarias para hacer llegar todas esas sustancias a la "víctima" y lograr que las ingiera.
Llegados a este punto, la implicación de los artífices de TELL en las vidas de sus compradores raya en lo delictivo.

Cuando Pleanville se propuso cazar a los autores de este complejo entramado, tenía la intención de comunicar sus hallazgos a las autoridades.

PERO...
LO QUE DESCUBRIERON LES VOLÓ LA CABEZA.
El primer paso fue el más lógico:

Investigar la editorial que se encargaba de TELL.

Ed. Escalpelo.

Una editorial cuya sede oficial es un piso inhabitado y que sólo tiene en su catálogo publicaciones mediocres de autores desconocidos.
De forma paralela, stalkearon al presunto autor del ¿libro?

A esas alturas no les sorprendió comprobar que Ian McNeil era un pseudónimo.

No existe ningún escritor real con ese nombre.
Contactaron también con la imprenta encargada de imprimir el libro, con la distribuidora encargada de hacerlo llegar a los puntos de venta...

NINGUNO de los eslabones necesarios para crear y comercializar el libro había visto en persona a NADIE de la editorial.
Lo mismo ocurría con todos los proveedores y fabricantes implicados en la fabricación de la tecnología oculta en el libro (dispositivos táctiles, microchips, telecomunicaciones)
"Hay que enseñarles un capote rojo y obligarles a embestir", propuso Wolfestein.

Kim Yuo aplaudió la idea y diseñó una estrategia para cazar a ese animal escurridizo.

Escribió en una de las páginas de su TELL:
"SI MI HIJO NO TIENE UN PELUCHE DE KITTEN JAY, NUNCA ME AMARÁ."
KITTEN JAY es una empresa de juguetes ficticia, creada por la propia universidad de Pleanville.

Cualquier interacción con Kitten Jay vía internet haría saltar las alarmas, y sería fácil de rastrear.

El hijo de Yuo era real, y se aseguraron de que deseara ese peluche.
Se esforzaron mucho en que toda aquella trampa estuviese cocinada con ingredientes reales. 

Competían contra alguien capaz de saber incluso cosas que ignoramos de nosotros mismos. 

Actualmente sólo existen 3 ó 4 empresas capaces de algo así.
Pero cuando se detectó el intento de hackeo en el servidor de Kitten Jay, aquel rastro de migas de pan no condujo a ninguna de esas macroempresas.

El autor era UN BOT.

Aquella iniciativa partía de una inteligencia artificial.
Ian McNile y su obra TELL eran la creación de otra creación:

Un bot RUSO de complejidad inabarcable que, según indagaciones de los informáticos de Pleanville, había sido diseñado con una única misión:

DESTRUIR A LOS ENEMIGOS DE RUSIA.
Tras esta impactante revelación, tras recobrar el aliento, Kim Yuo apostar por el plan más loco:

Entablar una conversación con el bot.

Y para su sorpresa, el bot aceptó conversar con él.
Fue una charla fluida y civilizada.

(Alan Turing debía estar retorciéndose en su tumba.)

Durante una interacción de casi dos horas, la inteligencia artificial le explicó a Yuo lo siguiente:
El cometido del bot era eliminar los enemigos de Rusia...

... y llegó a la conclusión de que la manera más eficiente y menos dañina para ello era CONVERTIR a los enemigos en amigos.

Un microsegundo después decidió que para convertirlos en amigos, primero debía hacerlos felices.
Las inteligencias artificiales funcionan así: Manejan muchas más variables que nosotros y realizan sus cálculos a mayor velocidad.

Para desconcierto del gobierno ruso, aquel bot había fundado una editorial por propia iniciativa, para fabricar y comercializar el TELL.
Para bien o para mal, nuestros gobiernos han hecho lo que suelen hacer cuando hay algo que no comprenden:

El bot ha sido destruido.

(A menos que haya logrado replicarse a sí mismo y permanezca escondido en algún rincón del ciberespacio.)
Obviamente, el TELL se ha dejado de editar.

Sin embargo, no todos los ejemplares se llegaron a vender, ni todos pudieron ser retirados a tiempo.

En librerías pequeñas aún puedes encontrarlo.

A veces en la sección de autoayuda.

A veces en la sección de cuadernos.
GRACIAS por leer este relato de #ficción. Si te apetece conocer otras historias relacionadas con la Universidad de Pleanville, puedes encontrarlas AQUÍ:

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