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1.Hace 75 años, el 20 de julio de 1944, restos de las elites alemanas reaccionaron finalmente contra Hitler e intentaron el magnicidio, tras 11 años de dictadura nazi y 4 de guerra. Era tarde para casi todo. Para salvar millones de vidas y para redimir culpas colosales. Fracasó.
2. Stauffenberg, el autor del atentado, fue ejecutado esa misma noche. Centenares fueron detenidos, pasaron trato atroz de la Gestapo. Mataron a muchos. A Von Moltke lo ejecutaron en enero. Días antes del final de la guerra, el 9 de abril, al almirante Canaris en Flössenburg.
3. La mayor parte de los conspiradores habían sido nacionalsocialistas antes. Habían compartido el entusiasmo hitleriano con la inmensa mayoría de alemanes y austriacos y con tantos medios y políticos extranjeros que en los JJOO 1936 se deshacían en elogios hacia el Führer.
4. Conocí a supervivientes de los represaliados por el 20 de julio. Hombres conscientes del fracaso y de la culpa. Incluso con éxito, habría llegado tarde. Pudo haberlos redimido, a ellos y a Alemania, de haberse perpetrado 5 o 4 años antes. Antes de que Dachau fuera Auschwitz.
5. Pero llegó con la tragedia consumada, el agujero negro del Holocausto abierto para siempre, Europa en llamas y Alemania deshecha en escombros y culpa. Durante demasiado tiempo, nadie en las elites quiso ser el primero en enfrentarse al monstruo que había ayudado a crear.
6. Muchos ven justicia poética en el hecho de que esas elites, cómplices tanto tiempo de Hitler, no se convirtieran al final en tiranicidas y libertadores. El 20 de julio no evitó ningún horror. Y sumó muchos. Reforzó si cabía el deseo de Hitler de que Alemania sucumbiera con él.
7. Conozco el diabólico fracaso de las clases más educadas y moralmente exigentes del "pueblo de los poetas y pensadores" (Volk der Dichter und Denker). Sé de la evolución política y anímica de participantes y conspiradores y ayudas remotos. Y de su entorno social y cultural.
8. Porque es una fecha determinante en la vida de mi familia. Mi padre fue llamado a Berlín días después y su primera mujer Mimi von Mallmann no sabría hasta acabada la guerra que pasó ese tiempo en la cárcel de la Gestapo en Moabit y el campo de concentración de Sachsenhausen.
9. Hoy, a los 75 años de este hecho central en la vida de mi padre y máximo referente moral, político e intelectual para mí, brindo este pequeño homenaje a quienes se rebelaron contra su propio fracaso y su culpa por no haber combatido al mal cuando este aun no había triunfado.
10. Ya destruida la patria, hundida su honra bajo el peso de los crímenes inauditos, cargados de culpa por no haber evitado lo inconcebible, recuperaron la fuerza moral que no habían tenido en el triunfo y murieron reconciliados con la noble conciencia de su fe y sus mayores.
