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Era yo esclava de los españoles que habían ganado la batalla a mis antiguos amos, los chontales de Putunchan. Nos subieron a sus casas flotantes y emprendimos el camino hacia las tierras controladas por los tenochcas
Pasamos por la desenbocadura del río Coatzacoalcos y a lo lejos, desde el navío, vi la sierra de los Tuxtlas que había visto de niña a la lejanía desde la tierra en la que nací. ¡Cuánto estaba cambiando mi vida!
Unos días después llegamos a un lugar que los españoles habían nombrado San Juan de Ulúa. Empezaron los preparativos para desembarcar. Traté de recorrer todo el navío y ver asombrada las cosas nuevas.
¡En menos de media hora se acercaron dos canoas con enviados del poderoso señor de los tenochcas: Moctezuma!. Este señor tenía bien vigilada la costa desde que el año anterior había tenido noticias de la presencia de los hombres blancos
Los tenochcas no me agradaban. Los comerciantes tenochcas vendían esclavos y el altepetl al que pertenecía el pueblo en el que nací tenía que pagarles tributo
El señor Moctezuma ya sabía lo que había sucedido en la batalla de Cintla con los chontales. Todo lo que pasaba era de su conocimiento. Las canoas son sus emisarios se dirigieron directamente al barco más ataviado, donde estaba Cortés y Puertocarrero, ahí estaba yo
Los emisarios del señor Moctezuma pidieron hablar con el jefe de la expedición. Cortés pidió que trajeran a Jerónimo de Aguilar para traducir, por más que él se esforzaba no entendía, era otro idioma que él no hablaba: náhuatl
Pude haberme quedado callada pero pensé que era una gran oportunidad para cambiar en algo la terrible situación en la que me hallaba. Me ofrecí a interpretar del náhuatl al maya y Jerónimo del maya al castellano. Eso dio un giro a mi vida
