No. Vamos más atrás.
Estoy mirando una serie que ya vi mil veces y tomando la segunda cerveza.
Estoy en el auto con cuatro personas más, compactado en el asiento trasero con dos tipos que miden y pesan el doble que yo.
En el auto no hay más que dos latas de speed y la banana que está a medio comer en el tablero.
Siempre puede ser peor, podríamos haber esquivado a un ángel drogado, volcado y girado diez veces sobre nosotros mismos en plena Scalabrini Ortiz...
Son nueve pisos así que hacemos dos rondas de ascensor. La casa es pequeña y una mesa gigante de algarrobo nos deja poco margen.
-Lo voy a matar. Quién carajo se cree que es? ¡Vení, hijo de puta!
-Pará, ¡Pará! Dejámelo así se deja de joder.
-Sacalo de acá. Lo veo de nuevo y lo pongo.
La falta de palabras es una carrera contra el tiempo y la deshonra. No me importa nada porque sé que puedo morir en cualquier momento, el problema es que no está pasando y no hay nada peor que truncar una profecía. Se que estoy babeando...
Fin. Gracias.