#CosasQuePasanPorSerMédica #10. Empecé con un dolor de panza bastante feo. Hice dieta y no se me pasaba. Era abajo a la derecha. Decidí escuchar mis propias indicaciones, no tomar nada para el dolor e ir a la guardia. Ningún amigx atendía ese día, así que fui por la obra social.+
(-) El médico que me vio me quiso dar una busc@pina. Me negué. Le taladré tanto la cabeza que terminó pidiéndome un laboratorio, un sedimento urinario, una ecografía abdominal y una transvaginal. El enfermero que me sacó sangre resultó mágico. Hice pis y me ardió un poco. (+)
(-)Me sentí una boluda. Tuve ganas de gritar “es una infección urinaria, muchachos, cancelemos todo salvo el sedimento” pero había hinchado tanto que decidí fumarme las ecografías calladita.
Un camillero me llevó al área de imágenes en silla de ruedas. (+)
(-) Me pareció un poco mucho. Quise secuestrarlo y llevarlo a trabajar conmigo al hospital. Una voz masculina pronunció mi apellido desde adentro del consultorio número dos y el camillero me empujó hasta ahí. (+)
(-) Al llegar a la puerta me levanté de la silla y caminé unos pasos hasta al lado de la camilla. El médico estaba de espaldas. Cuando se dio vuelta casi me muero. Su voz me había resultado algo conocida, pero pensé que estaba loca. Resulta que no; (+)
(-) era mi compañero de histología por el que morí de amor un año entero. El camillero salió y cerró la puerta atrás.
-Acostate en la camilla, por favor -fue lo único que me dijo.
Un poco me desilusionó que ni me reconociera. El anillo de su anular lo hizo aún más. (+)
(-) Yo ya me había imaginado que me invitaba a tomar algo al terminar su guardia.
Me hizo la ecografía abdominal sin encontrar nada malo y me dio papel para que me limpiara la panza. Yo ya me estaba levantando para irme cuando me dice:
–Sacate el pantalón, por favor. (+)
(-) Lo miré con cara de no entender. Algo adentro mío incluso casi que se alegró.
Debe interceptado mi media sonrisa porque se rió, no conmigo si no de mí.
–Falta la transvaginal –me largó entre medio de su sonrisa.
Ahí sí que me quise morir del todo. (+)
(-)
PD: sí, era una tremenda infección urinaria. La ecografía no era necesaria.
PD2: la busc@pina tampoco lo era!
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#CosasQuePasanEnLaGuardia #140. Bajo el pie derecho del colectivo a la vereda. Despego el izquierdo, lo avanzo en el aire y la máquina monstruosa arranca antes de que toque el suelo. Mi mano –prendida de la manija cromada– se suelta unos segundos tarde. (+)
(-) Caigo. En realidad, primero giro. Giro, caigo y aterrizo algo hacia atrás y para el costado. Mi mano izquierda salva al trasero blanco del ambo de terminar estampado contra el pavimento y sostiene a mi cuerpo –todavía dormido– casi medio minuto en el aire en un fino intento(+
(-) de equilibrio del que, tras una serie de movimientos intempestivos, logra retornar a su posición erguida. Miro la hora: siete y cincuenta y ocho de un sábado que ya quiero que sea domingo. Soplo la frutilla que se me hizo en la mano y apuro el paso.
(+)
#CosasQuePasanEnLaGuardia #139. El hombre del tajo en la cabeza que hasta hace unos segundos tarareaba a Luis Miguel, junta moco –probablemente espeso y verde o, como mínimo, amarillo virando hacia el marrón– primero en la garganta y luego en la boca.
(+)
(-)
–Ni se le ocurra –lo prevengo mientras le subo, ayudándome con una gasa limpia para no ensuciarme los guantes estériles, el tapabocas de Racing que le decora el mentón.
Son las seis de la mañana. Hace más de media hora que estoy tratando de suturarlo y, entre las (+)
(-) protestas porque la anestesia le quema y el hilo le tira y sus sacudidas de torso y brazos compenetrados acompañando un súbito grito de “Suave, como me mata tu mirada. Suave”, recién voy por el tercer punto de los diez –mínimo– que necesita. “Última guardia”, pienso y (+)
#CosasQuePasanEnLaGuardia #138. PRE-COVID. Once y doce de la noche. El chico de las empanadas me acaba de entregar los paquetes y su mano espera, palma arriba, la propina que debería suceder al pago cuantioso que acabo de depositarle. Recorro, bolsillo por bolsillo, y (+)
(-) recolecto un rejunte de monedas y billetes chicos que no provocan en su cara de ojos ansiosos la más mínima emoción positiva. Hago una nota mental para putear a mi compañero alto –que calculó cuánto era por cabeza– por no haber tenido en cuenta la propina.
(+)
(-)
Le entrego al chico la suma –bastante miserable– que logré reunir y estoy a punto de pedirle que me espere unos minutos a que le busque algo más, cuando un auto tan oscuro como la noche de nubes amenazantes que nos sobrevuela –decorado con restos de barro, (+)
#CosasQuePasanEnLaGuardia #137. Once y cuarenta y siete de la noche. Recién pudimos sentarnos a cenar. Dejamos sobrepobladas hasta las camillas del pasillo.
Calentamos la pizza –mitad napolitana, mitad cuatro quesos– al microondas –encimada a lo (+)
(-) torre– y ninguno se queja por lo blandengue que sale. La pediatra intenta robarse una porción y la pelirroja le golpea la mano con un “tremenda milanga te mandaste sin convidar”. La otra le escupe un “me hubieras pedido” y, tras un intercambio de miradas fruncidas, (+)
(-) liga medio triángulo.
Devoramos en silencio. El flacucho de aros negros circulares con ventanas en los lóbulos de las orejas que parece que terminó ayer la facultad –lo conseguimos de reemplazo a un buen rato de empezada la guardia; faltaron dos– mastica rápido (+)
#CosasQuePasanEnLaGuardia #136. PRE-COVID. La puerta del consultorio resuena a puños de boxeador. Adentro el residente de cirugía con olor a chivo acumulado de dos días intenta revisarle la panza al paciente que recién le comenté: un chico con un retraso (+)
(-) madurativo –tiene casi veinte, en realidad; veinte menos cinco días– con sospecha de apendicitis que acaba de plegarse sobre sí mismo, enterrando la cabeza contra la panza raquítica de su madre a la cual abrazó cual garrapata. La sangre sube por la tubuladura de la vía (+)
(-) que la enfermera logró colocarle –tras unas cuantas sacudidas y con la ayuda de tres más– en el pliegue del codo. Cierro los ojos y ruego para que no se tape.
El residente acerca su mano de dedos eternos y huesudos por demás al abdomen contorneado (+)
#CosasQuePasanPorSerMédica #34. Postguardia. Muy. Demasiado. Ni sé qué hora es. No creo haber dormido más de dos horas. Dos que pretendía que fueran ocho. Ocho al día. O por lo menos, siete. Siete que últimamente nunca llegan a ser más de cinco. Cinco que hoy no van a ser ni (+)
(-) dos porque ahí está otra vez, casi rabioso. Me tapo con el acolchado y la almohada con tal de que se calle. Suena profundo, agudo. Taladra entre mis neuronas y llega hasta el medio de mis ojos, por atrás de la nariz. Aprieto la almohada contra las orejas –hecha una U en (+)
(-) torno al pelo todavía húmedo– y me quedo quieta. Me lo imagino, a quien sea que esté tras mi puerta, pegado a la madera, intentando captar el más mínimo sonido que le ratifique mi presencia. En realidad, solo me imagino una oreja. Una oreja gigante (+)