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Bueno, amijos, como lo prometido es deuda pues hoy os voy a contar la historia de la señora que tuvo la familia más queer que jamás vio el siglo XIX. Hilo:
Pues este hilo empieza con un señor.
Cuando estaba en su veintena, Edward Benson no sabía que llegaría a ser arzobispo de Canterbury (vamos, o eso espero). Pero sabía que quería dedicarse a la religión y ascender tanto como fuera posible, y que sus magníficas notas y su gran carisma le ayudarían en su camino.
Llegar a los escalones más altos de la iglesia en Inglaterra requería no solo una carrera, una vida y un carácter impolutos, sino también una familia modélica, que era algo que le faltaba a Edward.
Su padre había muerto en un accidente, su madre le siguió años más tarde y todos sus hermanos se vieron repartidos entre varios familiares para poder tener casa y comida. Además no tenía pretendientas ni nada que se le pareciera porque estaba totalmente volcado en su trabajo…
…y al parecer, porque los ojos se le iban bastante detrás de los señores, que era algo que le preocupaba mucho y que quería atajar lo antes posible…
Así que cuando, durante una visita, Edward conoció con 23 años a su prima segunda Mary, que estaba convenientemente cerca y convenientemente bien educada y convenientemente bien posicionada en sociedad, se dio cuenta de que ella podía ser la solución a sus problemas.
Por aquel entonces Mary solo tenía once años, que es joven pero no tanto si consideramos que la edad de consentimiento en aquel momento eran los doce años, porque los victorianos no pueden parar de ser turbios en ningún momento.
Mary nació en 1841, en Yorkshire. Desde niña destacó por una inteligencia veloz que nunca usaba de forma demasiado incisiva y una habilidad especial para hacer felices a los demás, a veces a costa de su propia felicidad. Lo que viene a ser el sueño de cualquier madre victoriana.
Apenas semanas después de conocerla Edward declaró que si Mary seguía siendo así de dulce y obediente al crecer, que se la pedía para él. Había además, palabras textuales, posibilidad de “moldearla a su conveniencia”, que es algo muy de marido victoriano de manual.
Aunque la madre de Mary intentó poner pie en pared, Edward era inteligente, guapísimo y carismático, así que acabó llevándosela de calle y en cuanto Mary cumplió doce años le pidió matrimonio sentándola en sus rodillas, todo turbio. Mary asintió entre lágrimas y sin decir nada.
Lo más importante era hacer felices a los demás.
Durante los siguientes años como prometida de Edward, Mary pasó de verle como a un hermano mayor al que admiraba a verlo como un señor que a ratos le daba miedo y que era más pesado que un collar de melones corrigiendo las faltas de redacción en las cartas que le mandaba.
A ratos Mary tenía épocas de enfado y nerviosismo (comprensible), pero su madre las ignoró porque el médico le dijo que las niñas al comenzar a tener la regla pasaban por un periodo de DEMENCIA, así para no quedarse corto pase lo que pase.
Con 16 años, Mary ya era el principal apoyo emocional de un pavo de 28 años que no sabía gestionar sus épocas de estrés. A ella no le importaba, porque desde los once años no había conocido otra vida que no fuera girar alrededor de las necesidades de su prometido.
Se casaron en cuanto Mary cumplió 18 años y el viaje de novios fue un desastre absoluto, porque cuando llegó el momento de la noche de bodas a Mary le dio 3mendo repelús y luego se sintió fatal por “no sentir lo que se supone que tengo que sentir”.
Ella de momento no entiende qué está pasando, pero teniendo en cuenta que el 70% de su diario durante el viaje de novios son anotaciones sobre paisajes bonitos y señoras guapas que se ha encontrado por el camino, seguro que a vosotros os va viniendo una idea del problema.
De vuelta a casa (con 18 años) se convierte a marchas forzadas en ama de casa (organizar limpieza, facturas, comida), esposa (cuidar de su marido), anfitriona (recibir y entretener a sus amigos importantes) y secretaria (organizar, responder y pasar a limpio el correo de Edward).
Ella dice que todo se le daba muy mal porque se le pasaban algunas facturas y Edward le regañaba, pero teniendo en cuenta que yo le habría prendido fuego a la casa en tres días pues me parece que hizo un trabajo macanudo.
Tenía problemas de ansiedad y estaba cansada y triste todo el día, pero en propias palabras de Mary “preferiría haber muerto a que alguien sospechara que no era feliz”, porque habría supuesto socialmente que había fracasado como esposa y los victorianos son INTENSOS.
Y se me ha olvidado mencionar que todo esto además lo hacía mientras estaba continuamente embarazada sin parar.
Con el primero a los 19 años, Mary tuvo cinco embarazos consecutivos y reclutó a la que fue su propia niñera, una señora maravillosa llamada Beth que había sido más que una madre para Mary, para que la ayudara con los bebés.
Cuando estaba embarazada por quinta vez, mientras disfrutaba del descanso de los últimos meses (cuando se le perdonaban algunas de sus tareas) Mary se cayó por fin de la parra y se dio cuenta, no sin sorpresa, de que se había enamorado de una de sus vecinas.
Al principio se preguntó de dónde había salido un sentimiento tan fuerte de repente, pero entonces se acordó de las señoras guapas de su viaje de novios…
…y de las literalmente treinta y pico señoras por las que había sentido amistades súper intensas que la habían obsesionado y la habían distraído de sus obligaciones de esposa…
…ah, sí, y de la chica que había visitado su casa cuando tenía 16 años y por la que había sentido un flechazo terrible que en su momento le había parecido muy normal...
(Vamos, que tuvo ese momento que hemos tenido todas de mirar al pasado y decir: Aaaah, ok. Que es que yo era bollera perdida, todo tiene sentido.)
(Sólo que versión victoriana, que es más bien: Aaaah, ok. No, espera un segundo, no.)
El caso es que al dar a luz a su quinto hijo, entre tener que volver a sus obligaciones de esposa y dejar a su amiga intensita de lado y el cansancio de los últimos años, Mary enfermó y se retiró unos meses a descansar en el extranjero para recuperarse.
Con la ausencia de Mary, su marido aprovechó para involucrarse más en la educación de sus hijos, lo cual salió MAL porque intentó inculcarles una forma de pensamiento que él admiraba muchísimo y que se llamaba MUSCULAR CHRISTIANITY, que es algo que os juro que no me he inventado.
No sé muy bien cómo traducir esta movida. ¿Cristianismo Musculado? ¿Cristianismo Atlético, me ha recomendado un compañero victorianista? ¿CRISTIANISMO MAZADO? Al final he decidido dejarlo en inglés porque se entiende bien y sí conserva todo su esplendor abyecto.
Increíblemente popular durante la era Victoriana, vivir según la MUSCULAR CHRISTIANITY (siempre en mayúsculas, para conservar sus ansias de poder hipermasculino) no es otra cosa, en resumen, que vivir la vida estando MAZADO y siendo MUY CRISTIANO.
Edward, como muchos, creía que los hombres debían seguir una disciplina física y psicológica que los hiciera mejores y que consistía en ser Muy Hombre™ y en conseguir disciplina y rectitud a través de la belleza y superioridad de los cuerpos atléticos y las mentes cristianas.
Os voy a dar un segundo para que proceséis esta información y para que hagáis conexión con según qué pensamientos que aún prevalecen a día de hoy con respecto a relacionar SER UN HOMBRE con ESTAR MAZADO.
Edward intentó inculcar estos valores a sus hijos. Ellos se miraron con cara de circunstancias y siguieron a su bola, intentando evitar a su padre en la medida de lo posible, ligeramente asustados de su mal genio y sus ideas sobre la disciplina, porque eran críos listos.
Tras su regreso al hogar familiar Mary volvió a quedarse embarazada de un sexto hijo. Después del parto tuvo una recaída de enfermedad tan fuerte que no volvieron a intentarlo, para alivio de ella.
A partir de ese momento la vida de Mary se convierte en un bucle infinito de enamorarse de señoras, olvidarse de sus obligaciones domésticas, aguantar un rapapolvo de su marido, tener que abandonar la relación, conocer a una nueva y vuelta a empezar.
En esta época Mary lo pasa fatal porque cuando tiene una nueva amiga intensa tiene “impulsos carnales” que le cuesta mucho gestionar y que no entiende cómo fogar sin hacer nada que le cause problemas morales victorianos.
La... ¿respuesta?... a estos problemas llegó en forma de otro enamoramiento cuando Mary se prendó fuertísimo de una mujer mayor que ella, la señora Mylne, y se metieron en lo que a me gusta llamar el Ennoviamiento Paradójico.
La cosa es que la señora Mylne tenía un sentido de la moralidad cristiana alrededor del cual se podían doblar barras de adamantium y cuando vio que Mary iba embaladísima con los impulsos carnales decidió que iba a ayudarla a no tenerlos nunca más.
La señora Mylne tomó a Mary como protegida y le grabó a fuego que su deber cristiano era atender a su marido y lo demás iba después. También le dijo que el amor entre Amigas Intensas tenía que ser una unión de mentes y alejarse de todo lo carnal.
Lo que no deja de tener gracia porque la única razón por la que Mary le hizo caso y se aprendió toda la lección de que las Amigas Intensas debían evitar los empotramientos es que estaba obsesionada con la señora Mylne y la quería empotrar.
Con los ascensos de Edward la familia estaba en constante mudanza. Mary tuvo que alejarse de la señora Mylne pero aunque seguía volviéndose loca cuando conocía señoras guapas (cien mil instancias de “Dios mío, ¡qué mujer!” en su diario) le daba pánico caer en la tentación carnal.
Durante su treintena tiene diversos ennoviamientos (mención especial a la señora que tenía un librito de himnos de iglesia que cuando lo abrías tenía cigarrillos dentro) y alguna admiradora, como Lucy Tait, la hija del arzobispo de Canterbury, que le ponía ojitos cuando podía.
Con su marido cada vez más ocupado y gruñón, lo único que Mary atesora de su vida de casada son sus hijos, a los que adora y que le permiten jugar y revivir una infancia que ella se perdió casi por completo.
Además, a petición de los niños, llenó la casa de mascotas que a ella también le encantaban: varios perros, varios gatos, una pecera y un loro satánico llamado Joey. Sí, literalmente se refieren al loro como satánico.
Y por cierto, no hemos hablado nada de esos niños, que ahora que han crecido y son inteligentísimos pero no tienen las mismas ansias de complacer que su madre, son más difíciles de controlar que un rebaño de gatos.
Martin, el mayor, murió a los 18 años. Fue un golpe terrible, sobre todo para Edward, que veía en Martin al único de sus hijos que había heredado su gusto por la disciplina y la seriedad.
Nellie, la segunda, era la aventurera de la familia. Todos sus hermanos la adoraban, aunque ella se pasaba el día ideando formas de chincharlos. Su padre intentó meterla en cintura cuando Martin murió, pero Nellie tenía un talento especial para no hacerle caso a nadie jamás.
Arthur se pasaba el día escribiendo y evitando a su padre porque el tema de la MASCULINIDAD SUPREMA le daba pereza y además estaba ocupado en lo que eran sus años de adolescencia descubriendo que igual le gustaban los chicos más que las chicas y le daba un poquito de ansiedad.
Maggie era amantes de los animales, muy seria y sin duda la más inteligente de la familia. Fue una de las primeras mujeres en estudiar en Oxford y aunque lamentablemente el título no era “oficial” para mujeres sacó unas notas muy superiores a las del resto de alumnos.
Maggie y su hermano pequeño, Fred, hacían equipo para salir a cazar mariposas e insectos y luego los soltaban en casa porque estaban haciendo un museo, y esta es una de las razones por las que nunca voy a tener hijos.
Y el más joven, Hugh, que iba a su rollo, escribía historias de desmembramientos, dibujaba planos para hacer máquinas asesinas y le hizo prometer a su madre que si conseguía inventar un arma que te matara de un disparo, tenía derecho a dispararla una vez contra quien él eligiera.
Los cinco disfrutaban demostrando su superioridad intelectual sobre sus hermanos. Competían redactando un periódico, competían retándose a inventar rimas en el momento (esto es una pelea de rap y nadie puede convencerme de lo contrario) y picándose continuamente.
Cosas como que Maggie fundara el Club Contra el Lenguaje Coloquial en la academia y dos días después Nellie fundara el Club del Lenguaje Coloquial, o que Fred colaborase en el periódico familiar con un ensayo riéndose de sus hermanos, estaban a la orden del día.
Algunos años después quedó claro que las dos chicas preferían la compañía de otras mujeres y los tres chicos preferían la de los hombres, lo que nos sitúa con un gran total de CERO heterosexuales en la familia.
TODO BIEN EN LA CASA DE LOS BENSON.
En 1882 Edward consigue el que sería su último ascenso al ser nombrado arzobispo de Canterbury y los Benson se mudan de nuevo, esta vez a Londres, donde la familia tendrá que recibir a invitados tan ilustres como arzobispos, escritores, políticos e incluso a la reina Victoria.
A estas alturas Mary está curtida cuando se trata de organizar una casa, ya conoce los ánimos de su marido y sus hijos para desactivar conflictos y se ha cultivado en el arte de ser anfitriona, así que ahora más que nunca está cómoda en casa y en sus obligaciones sociales.
Así que a pesar de que Mary se considera “una gordita de cuarenta años, tímida e inadecuada”, lo cierto es que todo el mundo que acude a casa de los Benson se enamora un poquito de Mary y de su personalidad brillante y acogedora.
Su atención y su bondad, su inteligencia y su sentido del humor, hicieron que Mary acabara considerada como la mejor anfitriona de Londres, e incluso se refirieron a ella como "la mujer más inteligente de Europa".
Siempre insegura por mucho que disfrutara de las reuniones, cada velada que resultaba un éxito era una batalla ganada para Mary. Después de cada cena formal con invitados, todos los niños que estuvieran en casa se unían a ella en el comedor en una danza de guerra de celebración.
Ni confirmo ni desmiento que una vez un invitado volviera a por unos guantes que se había dejado y pillara a la esposa del arzobispo a sus hijos dando gritos y bailando alrededor de la mesa del comedor.
Es por esta época que Mary conoce a la compositora veinteañera Ethel Smyth (que cuarenta años más adelante se enamoraría de una jovencísima Virginia Woolf) y enseguida empiezan a verse más de lo que es decoroso.
Ethel no escondía que le gustaban las mujeres y el tema del victorianismo lo llevaba regular: llevaba ropa algo masculina, sabía montar en bicicleta y disparar, y se enamoraba de una mujer distinta cada tres minutos porque estaba en constante efervescencia.
Lo malo es que mientras estaba tonteando mucho con Mary, Ethel empezó a tirarle fichas a Nellie, la hermana mayor. Y no vamos a mentir, Nellie las cogió al vuelo y con gusto.
Mary intentó retirarse del tema (con el comprensible agobio de encontrarte de repente en un triángulo amoroso en el que tu hija es una de las esquinas) mientras Ethel y Nellie se hacían muy íntimas, pero la tirantez no desapareció hasta que Nellie murió apenas un año después.
La muerte de Nellie, que era sin duda la gran favorita de sus hermanos, hizo bastante daño a la paz de los Benson y los hermanos restantes terminaron de desvincularse como inquilinos del hogar familiar, aunque seguían visitando con frecuencia.
Arthur se marchó a dar clases, que es lo que verdaderamente le gustaba, y a escribir novelas y biografías de moderado éxito. Y a echarse novios, entre ellos probablemente el escritor Henry James, aunque no está confirmado.
Fred se dedicó meterse en sociedad con el encanto que había heredado de su madre, a escribir todavía más novelas (y de muchísimo éxito), a estudiar arqueología y a echarse TODAVÍA más novios, entre ellos probablemente el escritor Henry James, aunque no está confirmado (x2 combo).
Maggie se hizo experta en egiptólogía, una ocupación poco común entre mujeres, y se fue a Egipto a hacer excavaciones, donde se echó una novia que le duró toda la vida, para no ser menos que sus hermanos y para que este hilo sea el más gay del universo.
Y Hugh se metió en religión como su padre, luego cambió de religión y se ordenó otra vez, luego fundó una mini comuna y dejó instrucciones de que al morir lo enterraran en un ataúd que se pudiera abrir desde dentro, porque Hugh era especial.
A ver, ¿quién queda sin relación homosexual en esta familia? Ah bueno, Mary, que ahora mismo no tiene novia. Vamos a arreglarlo. ¿Os acordáis de Lucy Tait, la hija del anterior arzobispo de Canterbury, que le ponía ojitos a Mary? Pues se ennovian y se muda con ellos del tirón.
Lo cual nos deja con el arzobispo de Canterbury viviendo con su mujer, la esposa del arzobispo de Canterbury, y con la novia de su mujer, la hija del antiguo arzobispo de Canterbury (x3 combo).
Este arreglo duró años. Años. A Edward no sé si ya le daba igual o si se había cansado de intentar espantarle las novias a su mujer, pero el caso es que no solo no le parecía mal, es que incluso se llevaba bien con Lucy y se iban a dar paseos mañaneros los dos.
Lucy y Mary se llevaban mejor, claro. Se llevan tan bien que por primera vez desde su juventud Mary está teniendo Problemas con el tema de los impulsos carnales. Y mientras Mary le pide a Dios que por favor las ayude a mantenerse puras, Lucy está por detrás en plan
Eso sí, la presencia de Lucy en casa reconcilia a Mary con sus obligaciones sociales y domésticas en cierto modo y durante varios años, hasta 1896, sus únicas preocupaciones son los impulsos carnales malignos y que todos sus hijos son unos extras del copón.
En 1986 la salud de Edward se debilita considerablemente. El médico le recomienda que dedique una época a reposar, pero Edward se niega porque 💪💥MUSCULAR CHRISTIANITY💥💪. Y así, en apenas unas semanas, Edward muere durante una misa, de rodillas frente al altar.
Y de repente, Mary se encuentra con que no tiene marido. Y, eeeh... ¿qué... qué se hace cuando no se tiene marido?
No voy a mentir, le cuesta un tiempo arrancar. De repente a su vida le falta lo que ha sido el centro de sus preocupaciones desde que tenía once años y Mary se encuentra completamente desubicada en la vida. Pero poco a poco se da cuenta de que, por primera vez, su vida es suya.
“Nunca antes he sido responsable de mi propia vida… Qué extraño, que a los 55 años, por primera vez en mi vida, no respondo ante nadie. Nadie tiene derecho a censurar mis acciones y puedo hacer lo que me plazca. ¡Qué tremenda oportunidad!”
Yo leyendo esto y sonándome los mocos y llorando como una desequilibrada.
Y así, Mary Benson comenzó a vivir su vida, para sí misma, a los 55 años.
Mary y Lucy compraron una casa en el campo, Tremans, donde se mudan con Beth la niñera (sí, esta señora, que es como la madre de Mary, todavía vive con ellos) y con el loro satánico (que también vive todavía con ellos). La casa es preciosa de morirse.
Aquí tenéis una foto de sus últimos años en Tremans. A la izquierda del todo Lucy; en medio el arzobispo de Canterbury que sucedió a Edward y su mujer; de pie, con el bigotillo, Arthur; sentada con el parasol, Mary; y a la derecha, ya super mayor, Beth.
Al mudarse a Tremans, Maggie, que estaba delicada de salud, se unió a ellas como inquilina permanente y, durante largas épocas, también se les unía Nettie, la novia de Maggie.
Los chicos aparecen de cuando en cuando, sobre todo Arthur y Fred, aunque los tres hacen vida lejos de la casa familiar. Están especialmente ocupados en esta época echándose uno a otro el muerto de casarse y tener hijos.
Arthur en plan: Oye… que he pensado… que alguien tendrá que tener hijos para que la familia tenga descendientes… A ver, yo podría metafóricamente… pero que lo hagas tú, Fred, que yo estoy trabajando y muy ocupado...
Y Fred en plan: Hombre, yo podría hacerlo figuradamente… pero estoy de vacaciones en Italia y en todos los países que no tienen leyes contra la sodomía con mi novio, y entonces pues me pilla regular.
A Hugh nadie le dijo nada directamente porque estaba montando una mini comuna llena de gente que daba más miedo que él y a Maggie menos porque Maggie los habría aniquilado con una mirada. Al final ninguno se casó y no hubo descendencia Benson.
Mary y Lucy vivieron como un matrimonio, dando largos paseos, montando sesiones de ocultismo que Edward había desaprobado, recibiendo amistades comunes, compartiendo la organización de la casa y apoyándose mutuamente cuando murieron Beth, Maggie y Hugh a principios del siglo XX.
Y así siguieron, juntas hasta la muerte de Mary en 1918, con casi ochenta años.
Tras su muerte, Lucy no pudo soportar vivir en Tremans y se marchó a vivir con unos familiares. Con Arthur indispuesto, Fred se encargó solo de vaciar el que había sido el último hogar familiar de los Benson, mueble a mueble, cuadro a cuadro, carta a carta.
La historia de los Benson es única. Toda una familia de genios, de la que os recomiendo que busquéis información, porque os sorprenderán los logros, libros y aportaciones académicas y culturales que entre todos dejaron como legado.
Además, una familia en la que todos sus miembros se enfrentaron de formas diferentes, algunos con represión, otros con vergüenza, otros con alegría, a sus orientaciones sexuales que no se ajustaban a la norma victoriana en la que se habían educado.
Mary dedicó su vida al servicio de su marido, sin considerar que la suya pudiera tener valor, viviendo el ideal victoriano del matrimonio, y es siempre emocionante leer sus palabras cuando con 55 años se encuentra perdida, desorientada, confusa… pero sobre todo libre.
Esta ha sido la historia de Mary Benson, esposa, madre y amante de las mujeres, la mejor anfitriona de Londres y una de las mujeres más inteligentes de Europa, que echó un pulso con los ideales de la era Victoriana y acabó ganando.
Y colorín colorado, el hilo más gay del mundo se ha acabado. Otro día, más historias de #SeñorasQueSeEmpotraronHaceMucho.
Podéis leer este y otros hilos sobre #SeñorasQueSeEmpotraronHaceMucho en el mensaje que encabeza mi página de Twitter. Si os ha gustado o habéis aprendido algo nuevo, podéis lanzarme un par de euros a través de Ko-Fi y me ayudáis muchísimo.
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¡Hasta el próximo!
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