En 2002, unos 40 a 50 terroristas armados tomó al teatro Dubrovka, en Moscú. Su exigencia fue la retirada de las fuerzas rusas de Chechenia y el fin de la Segunda Guerra de Chechenia. Los terroristas tenían mucho explosivo; los más letales en el centro del auditorio.
Con 850 rehenes, entre ellos varios extranjeros, con accesos largos y nada propicios para las fuerzas liberadoras, el escenario se presentaba complicado y la única alternativa era la negociación. Con ésta se logró la liberación de algunos rehenes, aunque otros fueron asesinados.
Al cuarto día, se inyectó un poderoso gas por los ductos de la ventilación del teatro, a la vez que entraron los miembros de las fuerzas gubernamentales. Al final, murieron 170 personas entre ellas la mayoría de los terroristas y algunos rehenes. 700 personas resultaron heridas.
El uso del gas fue duramente criticado a nivel mundial; los médicos en Moscú condenaron la negativa a revelarles la identidad del gas. Después del rescate,el presidente Vladimir Putin declaró: "Es imposible poner a Rusia de rodillas..." y pidió perdón por no salvar a más rehenes. 
Este hecho fue muy cuestionado; sin embargo, la visión de "mano dura" de Putin le ha valido el respeto entre sus connacionales y en la comunidad internacional. Es un líder indiscutible aunque muy cuestionado también.
"Con los terroristas no se negocia", es su mensaje implícito.
"Con los terroristas no se negocia", es su mensaje implícito.
¿Cómo debía ser el líder de un país, uno que "negocia" para salvar a más personas, o uno que afronta las consecuencias de su "mano dura"?
#MexicoReflexivo
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