Hablemos de violencia: cuando recién empecé a hacer clases, di con un método para identificar a estudiantes prometedores. En ese entonces descubrí que los estudiantes que hacían buenas preguntas eran los que obtenían mejores calificaciones. Siempre funcionaba, excepto una vez...
Era una estudiante que cumplía con todos mis parámetros: iba a clases, ponía atención y hacía muy buenas preguntas. Bueno, en la primera prueba se sacó un 2,9... revisé su prueba dos veces porque no lograba entender que le hubiera ido tan mal
A los pocos días me la encontré en el Metro y se lo comenté. "Lo que pasa, profe, es que vivo con mi mamá y mi abuela, que está con cáncer. Mi mamá trabaja de noche, así que me toca cuidarla después de clases y no ha estado bien. Casi no duerme, así que no puedo estudiar"
"Para esta prueba tuve que elegir entre estudiar cálculo o biología celular, y elegí cálculo porque me cuesta más. Al menos en esa prueba me fue bien". No recuerdo qué le dije, pero me acuerdo de su cara de resignación... "es lo que me tocó".
Faltó a clases una semana, pero en la prueba siguiente se sacó un 6,3. Fue la segunda mejor nota del curso y me alegré tanto cuando vi su nota. La fui a felicitar, porque además yo sabía todo el esfuerzo que había detrás de esa nota. "Lo que pasa, profe, es que mi abuela murió".
No me lo dijo, pero los dos sabíamos que era así: mientras su abuela estuviera viva, ella no iba a poder estudiar. Ahora su cara era de culpa. Después de eso me di cuenta que no podía saber si a un estudiante le iba a ir bien sin antes saber cómo vivía y cómo pagaba sus estudios.
