Sacar a Ramiro de adentro. "Papá yo quiero avión tambén".
Tomar unos mates.
Pesar la valija.
Una aspirina.
Preparar la ropa de viaje.
Revisar los documentos.
Cargar el teléfono de la empresa. Un número distinto por viaje.
Otra aspirina.
Siempre volé por la mañana. No pregunten por qué.
Un beso en la frente a Ramiro.
La valija a un lado de la puerta del baño.
Inodoro, cigarrillo y diario. La santísima trinidad del fumador.
Samantha, dos.
Samantha, tres.
Samantha, diez.
Samantha, mil.
Repetir.
Samantha.
Samantha.
Samantha.
Samantha.
Samantha.
Samantha.
La valija apareció sobre la cinta. Debían hacer unos 35 grados. 35 grados y la valija helada. Será por eso que no viajamos en bodega. Saqué la valija de la cinta y la apoyé en el suelo y levanté la manijita esa que tienen las valijas… ya saben.
Elementos metálicos por acá.
Usted por acá.
Una luz roja y a inspección.
Samantha.
Samantha.
Samantha.
"¡Ramiro no está!"
Tres hombres. Dos hablando el idioma que hablan en Dubai. El otro, el de la gorra con visera, traduciendo.
El teléfono celular de la empresa sonando.
Samantha sonando sobre la mesa.
La cara de Samantha en la pantalla del teléfono celular de la empresa.
Abrí la valija. Diecinueve kilos.
La ropa del día siguiente.
La afeitadora eléctrica.
El neceser.
Todo empieza con una mujer y esa mujer decidió dejar de amarme. Decidió dejar de amarme justo antes de la llegada a Dubai.
"¿Su apellido es tal?", "Su DNI termina en 541?".
Sí a todo.
Chocolate.
Crema.
Duraznos.
Masapán y sobre el masapán una tarjetita clavada al bizcochuelo.
"De Samantha y Ramiro: feliz vuelo".
Continuará...
Un último favor: compartan, me ayuda muchísimo! Salud!