Irene, policía desde hace un año, camina por la calle con paso acelerado. Está muy nerviosa.
- “¿Dónde estás?”, se dice a sí misma.
El foco de su linterna sigue un rastro de sangre.
Sabe que cada minuto es crucial entre la vida o la muerte.
HILO👇
- En camino – respondía Irene por su emisora.
Conectaba las luces y la sirena, y el zeta comenzaba a ganar velocidad.
- ¿Qué será? – le pregunta a su compañero.
- No sé. Malos tratos, como siempre- le responde Mateo
Al llegar, observan a un grupo de personas que les hacen gestos.
- A ver, dejad espacio por favor – les dice Mateo.
- No, no...No lo quiero…No lo quiero – repite una y otra vez la chica.
- Necesitamos una ambulancia urgente al lugar de la comisión – solicita Mateo a Sala - Es por la mujer herida. Y algún indicativo más para colaborar.
- Guarde el móvil, caballero – le dice Mateo - ¿Alguien ha visto algo? – dice gritando.
- Yo solo he visto que venía andando y se tumbaba ahí, justo donde está – dice el hombre de gafas.
Llega la ambulancia.
También, los compañeros que vienen a colaborar.
Irene, lentamente, se aleja siguiendo la sangre.
- ¡Esta mujer acaba de dar a luz, eh! – grita la médica.
Irene acelera el paso.
- Algún día, cuando adoptemos a un niño y seamos madres…
- Eh, eh, para. ¿Por qué insistes? – le cortó Irene – Lo hemos hablado muchas veces. Quiero centrarme en mi profesión.
- Un hijo es cosa de dos, Claudia – le volvía a cortar más enfadada.
No le gustaba discutir con Claudia; y mucho menos antes de irse a trabajar.
“¿Dónde estás? ¿Dónde?”
Se ha alejado tanto del lugar de la comisión que ya incluso no puede oír las voces de los congregados.
Acelera el paso.
Sabe que cada minuto es crucial.
Irene se para. Su linterna enfoca a un contenedor de basura. Hay rastros de sangre en el borde.
“No, no, no puede ser”.
Abre el contenedor. Está lleno de bolsas negras llenas de basura.
No ve al bebé.
Tampoco escucha nada.
Está muy nerviosa. Demasiado. Tanto que no piensa con claridad.
Intenta volcar el contenedor. Imposible.
Comienza a abrir bolsas.
“No, no. Vamos, por favor”.
Más y más bolsas.
Está tan centrada en intentar encontrar al bebé que ni se le ocurre pedir ayuda a sus compañeros.
Más bolsas abiertas.
Se pone la linterna en la boca y se mete en el contenedor.
“Vamos, joder, vamos”.
Una pierna.
Una pierna pequeñita de bebé asoma entre dos bolsas.
“No, no...”
Comienza a retirar la basura que tapa al bebé.
No se mueve.
Irene se quita su chaqueta y lo cubre.
“Vamos, vamos”.
No puede salir del contenedor con el bebé en brazos.
Se sienta dentro.
“Vamos, vamos. No me hagas esto, joder”.
Y entonces…
El llanto de un bebé se escucha entre la chaqueta.
Ríe y llora a la vez.
- ¡Aquí, compis, aquí! – grita a sus compañeros.
Le da un beso en una de sus manitas y lo acurruca en su pecho.
"Tal vez Claudia tenga razón"