Acaba de recibir otro mensaje de sus compañeros de clase y, tras secarse las lágrimas, se queda mirando la ventana.
Lo tiene decidido: hoy, acabará con su vida.
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HILO 👇
La abre.
Está bastante alta para poder subirse, pero tiene una idea: vuelve al escritorio y coge la silla.
La coloca junto a la ventana…
- Porque no me ha invitado.
- Pero si antes eráis muy amigos.
Carlos calla.
Su madre, no le dio importancia. “Cosas de críos”, pensó. Lo que ella no sabía es que a su hijo fue al único que no invitó.
Mira al frente.
Contempla el cielo.
Se asoma y ve a la gente pasar como hormiguitas. Son siete pisos de caída.
Comienza a llorar…
Su cara de dolor, de ver a su hijo llorar…
- No pasa nada, Carlos. Mejor. Así tenemos más para nosotros – le dijo abrazándole.
Lo que sí le importó fue que, aquellos que antes eran sus amigos y que después dejaron de hablarle, comenzaran a reírse de él.
La vida de Carlos acabó siendo un verdadero infierno.
Primero un pie. Luego otro.
Se agarra al marco de la ventana y vuelve a mirar al vacío.
Nadie se da cuenta que está ahí.
Se acuerda entonces del mensaje que le escribió a su madre: “Te quiero mamá. No ha sido culpa tuya. Siempre te querré”.
Respira hondo.
Se dispone a saltar.
Coge impulso.
“No por favor, Carlos, no. Por favor cariño, no”
Ve la ventana abierta. La habitación está vacía.
No ve a Carlos.
Se queda blanca…
"No por favor, Carlos mi vida, no".
- No he podido mamá, lo iba a hacer, pero no he podido. Te quiero mamá.
Su madre llora como nunca ha llorado.
- Lo iba hacer mamá, pero quiero seguir haciendo puzles contigo, quiero cantar y bailar en el salón, quiero seguir decorando el árbol de Navidad…
- Y eso es lo que haremos.
¿Pero cuántos como Carlos acaban saltando?
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