Es de noche y el silencio reina en toda la planta 4ª.
Carlos, sentado junto a una cama, llora en silencio. Su hija se muere, y él, no puede hacer nada por impedirlo.
HILO 👇
Carlos se levanta y se dirige a la ventana.
Por el camino, se para en el sillón cama en el que duerme María, su mujer, y la arropa con mucho cuidado para no despertarla.
Él no ha podido dormir en toda la noche.
Piensa entonces con curiosidad que, mientras su vida pende de un hilo, la sociedad no se detiene y sigue acelerada como siempre.
- ¿Papá?
- Dime cariño.
Con paso rápido va hasta la cama.
- ¿Cuándo volveremos a casa? - le pregunta su hija bostezando.
Carlos la abraza y le besa la cabeza.
- Pronto, cielo. Pronto.
Se le escapa una lágrima.
Recuerda entonces esa conversación.
- Dígame doctor.
- Es lo que le dije y lo que temíamos: insuficiencia cardíaca avanzada.
Carlos se quedó callado. Tragó saliva.
- ¿Y qué se puede hacer?
- La única solución es un trasplante.
- A ver, no es tan fácil. Ahora mismo no hay ningún donante compatible con su hija.
- ¿Pero cuánto tiempo tenemos?
Tras unos segundos de silencio, el médico respondió:
- Lo siento, Carlos. Pero no es mucho.
Su mujer ya se ha despertado y, como cada mañana, le ha puesto la canción favorita a Aroa. Esta baila moviendo tan solo la cabeza y los brazos.
Se fija en su hija.
- Es que imagino que soy yo, papá - le decía en una ocasión.
Pero lo que más le gusta es bailar los domingos mientras los tres limpian la casa. Sobre todo, su canción favorita
Su mujer y ella comienzan a reír.
A los pocos segundos, Aroa se pone seria.
Está cansada.
Se le nota.
“No puede acabar así. Mi niña no puede acabar así”.
- Doctor, espere.
- Todavía nada, Carlos. Lo siento. Os avisaremos en cuanto sepamos algo.
Su risa, su vitalidad, su alegría…
Ya solo habla si le preguntan.
- ¿Te pongo tu canción?
Aroa solo responde negando con la cabeza.
No abre los ojos.
“No puede acabar así”.
María lo abraza por detrás. En cuanto nota los brazos de su mujer, Carlos rompe a llorar.
Llora como nunca.
Su hija se muere y él no está haciendo nada por impedirlo.
Carlos y María se giran.
- Tenemos un donante – les dice el médico mientras un celador entra con él - Nos la bajamos, ya. No podemos esperar.
…
Su cabeza se apoya en el borde.
Aunque tiene los ojos cerrados, no duerme.
- ¿Papá?
Levanta la vista. Después de muchas horas de operación, Aroa se ha despertado.
- Dime, cielo. Dime.
- Estoy aquí, papá. Estoy bien.
"Gracias", dice en voz baja.
Y mientras lo dice, piensa en esa persona que donó su corazón para que su hija viviera.
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