Es la historia de tantos otros y sus tristes finales.
HILO 👇
Sus antojo infantiles todos eran favorecidos. Y no solamente juguetes, no: cualquier acción, cualquier gesto, eran bien vistos por sus familiares y allegados.
A él le mostraron el camino de la permisividad, de «pedir y tener al instante», y nunca, nunca tuvo condiciones ante sus deseos.
Y ahí estaba Juan, aprobando poco o nada y con una bici nueva cada verano.
Aunque esos límites nunca estuvieran en los pensamientos de Juan.
Sin embargo, la cosa cambió el día que decidió probar drogas más caras.
Hasta que un día su familia le cortó el grifo.
«Familia de mierda es lo que tengo» pensaba.
A pesar de todo esto, se mantenía en sus trece.
Y ahí estaba él, intentando conseguir dinero a toda costa para sufragar el «noble» vicio de consumir farlopa.
¿Trabajando?
Ni por asomo.
Ahora os lo contaré:
- ¿Tienes un cigarro?
- ¿Eh? No, no fumo – contestó el pobre chaval asustado porque ya sabía de qué iba el asunto.
- ¿Cómo que no? ¿Y no tienes hora?
- A ver ¿qué tienes ahí? ¿Qué llevas en ese bolsillo?
- Nada, no es nada - le contestó «el pardillo con gafas» poniéndose la mano en el bolsillo para impedir que Juan se llevara el teléfono.
¡Qué gusto daba tener vicios y caprichos a costa de los demás!
¡Y qué fácil era!
Acabó siendo el más «malote» del barrio.
Nadie le tenía miedo y todo lo que decía Juan, iba a misa.
No tenía miedo a nada porque nadie le replicaba.
¡Qué fácil fue! ¡Y qué fiesta se pegaron todos después!
¡Viva Juan! Aclamaban sus seguidores.
Y Juan sacaba pecho.
Y esta acabó siendo la razón de su existencia.
¿Para qué robar al pez pequeño cuando puedes robar al pez gordo?
En un momento dado, un coche se le puso en paralelo durante unos segundos, bajaron las ventanillas y lo cosieron a tiros.
Juan acabó como un colador.
¡Qué lástima!
Incluso se llegó a decir: ¡Qué bueno era, si te daba hasta los buenos días y reciclaba!
- ¿Puede que estuviera metido en algún lío? – les llegaron a preguntar.
Y sin dudar ni un segundo, afirmaban sin pudor: