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Una guía filosófica para vivir en cuarentena

¿Cómo puede ayudarnos la reflexión filosófica no sólo para sobrellevar el aislamiento sino incluso para hacer de estos tiempos un momento de re-creación y libertad?

Abro hilo. #QuedateEnCasa #QuedateEnLaCasa
Los filósofos a través de la historia no han sido ajenos a calamidades y asedios. Marco Aurelio, el filósofo emperador, gobernó sus últimos años bajo la peste antonina, Agustín falleció bajo el asedio de Cartago por los vándalos.
Boecio escribió la 'Consolación de la filosofía’ mientras estaba en la cárcel, Hegel la 'Fenomenología del espíritu' durante el sitio de Jena por Napoleón y Wittgenstein comenzó a idear su 'Tractatus Logico-Philosophicus' en las trincheras de la primera guerra mundial.
Mucha filosofía se ha hecho por y en aislamiento. Los confinamientos constituyen una extraña oportunidad aunque también única para hacerlo. La reflexión filosófica es tanto una invitación para afrontar la adversidad de un modo distinto.
El pensamiento y la introspección son actividades que toman tiempo, Immanuel Kant, el filósofo soltero que nunca salió de Könisberg, pasó diez años —en este caso en paz— ocupado en redactar su 'Crítica de la razón pura'.
Los antiguos griegos y romanos comprendían que las actividades verdaderamente libres como lo son los juegos, el arte, la filosofía o incluso el amor implican tiempo y a esto le llamaban: ocio.
Aquí no hay que confundir ocio con desocupación. El ocio era para los antiguos el tiempo empleado en actividades que no tenían otro fin más que su propia realización: actividades libres, de aquí viene el nombre de: artes liberales.
Al ocio se opone lo que niega el ocio, es decir el neg-ocio, las actividades productivas, que no estaban asociadas con la libertad como el ocio sino con la necesidad material, urgente e imperante.
La vida de los dioses —pensaban— y la de los hombres libres es una vida de ocio dedicada a la auto-creación y recreación ‘poiesis’ de las actividades más libres y puras. Para ellos en cambio el negocio no era nada deseable dado que no satisfacía al espíritu sino al cuerpo.
El éxito más puro de la ideología de nuestro tiempo se refleja no sólo en el hecho de que los trabajadores están obligados en vender su tiempo sino también en que se ha logrado convencerles que lo mejor que pueden hacer con su tiempo libre es dedicarlo a trabajar.
El trabajo (neg-ocio) es bueno y ennoblece se nos dice y sin duda hay muchas virtudes en ello pero si esta afirmación se deja sin auditar podemos caer muy fácilmente en la denostación, no necesaria, de su opuesto: el ocio. En breve: el trabajo es importante pero no lo es todo.
Así habitamos en una sociedad donde la gran mayoría sólo saben y sólo quieren trabajar; si no se aburren y se piensan desocupados. A decir muchos no saben qué hacer consigo mismos cuando no están trabajando.
Jornadas de trabajo de ocho horas, fines de semana y una docena de feriados al año, estipulado por ley, es tiempo suficiente de descanso pero para seguir trabajando. Por supuesto esto no se diseñó para fomentar el ocio, ajeno a nuestro tiempo, sino para mantener la productividad.
Ante el panorama de semanas o meses inactivos muchas personas desesperan y desfallecen acostumbradas al trabajo justamente porque no saben qué hacer con su tiempo. La alienación obsesionada con el negocio entiende la desocupación pero nunca ha tenido lugar para el ocio.
No saber qué hacer con el tiempo libre en confinamiento o soledad es una manifestación de la desesperación, diría Kierkegaard: no saber qué hacer con uno mismo. Un problema que tenemos que afrontar poco dado que la alienación nos libra de la responsabilidad de tomar esa decisión.
Como sabemos en los tiempos actuales enfrentamos un nuevo paradigma. Según todos los organismos de salud internacional todos los que tengan la oportunidad de permanecer en casa deben hacerlo. Esta y otras instrucciones de higiene deben acatarse tanto como nos sea posible.
Caso aparte, hay que mencionar, son las personas que no tienen alternativa. Aquellos que tienen necesidad diaria y no tienen la posibilidad de permanecer en cuarentena. Esto es comprensible y lamentablemente no podemos exigirle aislamiento a quienes su subsistencia está en juego.
Sin embargo esto no debe hacernos caer en el extremo de decir que la ‘cuarentena es burguesa’. Sino que se trata de una medida de salubridad absolutamente necesaria que desafortunadamente por las condiciones económicas sólo puede realizarse en algunos países a medias.
Precisamente porque en nuestros países en desarrollo no todos pueden quedarse en casa que quienes podamos lo hagamos tanto como se pueda. Aquí nuestra responsabilidad de #quedarseencasa es mayor porque hay un grupo poblacional que no tiene más opción que estar expuesto.
No hay excusa para aquellos cuya sustento no está al día para que se queden en casa. Debemos hacerlo. Durante este tiempo podemos examinar nuestros prejuicios y preguntarnos ¿por qué tendría que ser aterrador el confinamiento?
La ideología imperante se ha encargado de alienar tanto el tiempo ocupado como el tiempo libre, enseñando que en el esparcimiento tiene que haber gasto y ser una actividad tan productiva como el trabajo. Hay intercambio pulsional, goce, pero no deseo. Plus-valía y plus-de-goce.
Muchos no conciben su tiempo libre si no es a través del gasto. Ahora que los espacios públicos deben estar cerrados —centros comerciales, restaurantes, eventos, etc.— su idea de esparcimiento colapsa sin saber más que hacer. No saben hacer algo consigo mismos si no es pagando.
Si la ideología actual insiste que la libertad es escapar a toda costa de uno mismo literalmente: enajenarse. Los filósofos en cambio enseñan que la libertad es justo lo contrario: que el sujeto vaya al encuentro consigo mismo, ser cada vez más uno, ser de sí, apropiarse.
La desocupación en estos tiempos sólo es posible por aquellos faltos de imaginación, a los que se les ha robado toda curiosidad e inspiración que no esté asociada con ganar y gastar dinero, atrapados en la dialéctica salario-gasto, trabajo-diversión y distracción pero no ocio.
El confinamiento ahora nos conduce al interior: a nosotros mismos, al hogar, a lo familiar, a lo lúdico y la recreación ¿Libre encerrado en casa? Paradójico, los tiempos resultan una oportunidad excelente para ser libres en un sentido que muchos nunca imaginaron posible.
Es una invitación para habitar nuestra vida a través de un tiempo libre que muchos quizá nunca volveremos a tener. Asumirnos en lo más íntimo de nuestra esencia sin tener que recurrir a sustitutos para buscar responder esa pregunta tan filosófica: ¿quién, en verdad, soy yo?
Las actividades que podemos hacer para hacernos y conocernos son prácticamente infinitos con los recursos digitales que ahora hay a nuestra disposición. El conjunto total del conocimiento humano está ahora frente a ti.
¿Qué actividad de los hombres libres podrías hacer hoy? Leer literatura, aprender filosofía, ejercerte en las actividades culinarias, conversar con familia y amigos, tocar un instrumento, recitar poesía, escuchar música, hacer un dibujo, hacer artesanías y manualidades...
... ver lo mejor y también ¿por qué no? lo peor del cine, jugar con tus mascotas, escribir tus memorias, conocer nuevas culturas, saber historia, aprender idiomas, hacer ejercicio, jugar —lo que sea— pero jugar y también hay tiempo para amar. Hay modos de hacer todo esto en casa.
Las posibilidades son tan infinitas como nuestra voluntad. En estos tiempos estamos convocados a hacer todo por subsistir y poner las condiciones para que otros subsistan —depende de cada uno de nosotros— pero también es una invitación para la construcción de nuevas identidades.
Nuevas identidades que sean más libres, más auténticas, menos apegadas a la necesidad y más realizadas por su libertad a su propio deseo. Estamos llamados a asumirnos como sujetos libres y realizar nuevos modos de ser que quizá hagan algo nuevo y mejor de cada uno de nosotros.
La excepcionalidad de los tiempos ha hecho una disrupción en nuestra cotidianeidad tal que nos hace pensar en tiempos apocalípticos y el fin de los tiempos. La realidad es que las epidemias son bastante comunes no desde un punto de vista personal sino uno histórico.
Cada unos cien años hay una gran epidemia que azota la humanidad, antes incluso sucedían con mayor frecuencia. La higiene y los descubrimientos científicos las han hecho menos comunes pero no las han erradicado.
Podemos ser optimistas y actuar a la altura del saber que hemos adquirido. Hace poco más de un siglo que la humanidad sabe lo que es un virus, hoy se puede descifrar su código genético en días. Mas de nada sirve este conocimiento si no realizamos las acciones necesarias.
Tenemos las herramientas a nuestra disposición para aminorar los efectos de este terrible mal siendo la más importante y efectiva de todas el distanciamiento social.
Si Churchill dijo durante la Segunda Guerra Mundial que ‘nunca tantos le debieron tanto a tan pocos’ hoy bien podemos decir que, considerando el número de vidas en riesgo y lo que toda la sociedad puede hacer, que ‘nunca tantos le debieron tanto a todos’.
Durante este aislamiento, que debemos realizar tanto y por tantos como sea posible, no sólo combatimos este terrible mal sino también podemos volver a pensar quiénes somos, qué hacer con nuestro tiempo y sobre todo qué significa ser libre.

Fin de hilo. Gracias por tu lectura.
Una guía filosófica para vivir en cuarentena por Alejandro Cavallazzi, doctor en filosofía. Visita mi canal de youtube: youtube.com/estamosfilosof…

#Quedateencasa #Quedateenlacasa
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