Reconozco que siempre me costó creerme a Isco Alarcón como estrella del Real Madrid y más allá de aquella 16/17, todo lo que ha venido después es extrañísimo en un jugador que en 2017 tenía 25 años.
Cuando tenía que venir lo mejor, su nivel se hundió.
Cuando tenía que venir lo mejor, su nivel se hundió.
De hecho, creo que el Mundial de Rusia le marcó bastante. Era el líder de aquella selección y estuvo muy lejos de marcar las diferencias en el verde. No sé si Isco fue la ventaja táctica del rombo o el rombo le sirvió de colchón para su enorme talento.
Pero desde 2018, out.
Pero desde 2018, out.
Su juego es muy exigente para el colevtivo. Demanda mucho espacio, necesita tocar mucho balón y sus movimientos necesitan que se compensen en exceso.
La cuestión es que antes tenía una inspiración impresionante, y ahora la ha perdido. Sin ella, es un futbolista triste.
La cuestión es que antes tenía una inspiración impresionante, y ahora la ha perdido. Sin ella, es un futbolista triste.
El problema es que Isco no es ni interior ni mediapunta. Sino un futbolista que jueha siempre donde está el balón, un aglutinador que inspirado es diferencial, pero que sin ese brillo no es capaz de adaptar su juego.
Es decir, Isco juega de Isco sin ser Isco, y es un marrón.
Es decir, Isco juega de Isco sin ser Isco, y es un marrón.
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