Muchos me preguntan qué opino de la contienda pública entre el amirante Juan Rodríguez Garat y Arturo Pérez-Reverte, a causa de la decisión del Museo Naval de Madrid de retirar el cuadro El Glorioso, del maestro Ferrer-Dalmau. Pues bien, en primer lugar me produce tristeza.
Y es que cada uno tiene razón a su modo, es un gran cuadro y simboliza a perfección la gesta: Honor, Sacrificio, Pericia. Pero también es cierto que en España parecemos tener una fascinación casi rozando la obsesión por nuestras derrotas, por más gloriosas que sean.
Ahí tengo que estar con el almirante Garat, porque es que existe otro cuadro sobre El Glorioso, mismo navío, misma gesta y hasta mismo pintor; sin embargo, en esta ocasión aparece batiendo con fuego vivo a un navío inglés. Y es un gran cuadro.
Exhibir desproporcionadamente las derrotas (escasas desde el siglo XVI hasta Trafalgar), da una percepción poco real a lo que fue nuestra Real Armada, además de ser injusto para su historia y para sus héroes. Quizás ya haya llegado el momento de mirar al pasado con orgullo.
De recordar, despojándonos de leyendas rosas y negras, de inseguridades y altivezas. Me da igual a quien apoyen o lo que opinen en esta fútil riña, pero, por favor, no dejen de apoyar al Museo Naval y recuerden la Historia Naval española. Tenemos mucho por lo que sentir orgullo.
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La primera mujer infante de marina del Mundo fue española y sirvió en el siglo XVIII en los Batallones de Marina de la Real Armada; condecorada y ascendida a sargento 1º por su valor y arrojo en la batalla del cabo de San Vicente. Ésta es su historia: doña Ana María de Soto. Hilo
Hija de Tomás de Soto y de María de Alhama, doña Ana María nació el 16 de agosto de 1775 en la localidad cordobesa de Aguilar de la Frontera, y a los 18 años, en 1793, se alistó como soldado en la 6ª compañía del 11º batallón de Marina, la Infantería de Marina española.
Los Batallones de Marina eran el cuerpo de infantería encargado de la defensa de los buques de la Real Armada, ascendiente de nuestra Infantería de Marina y heredero de los Tercios Viejos del Mar de Nápoles, donde sólo servían los más arrojados y valientes infantes españoles.
¿Sabían que la primera mujer que ostentó en título de almirante fue en el siglo XVI? ¿Que en una expedición por el océano Pacífico descubrió las islas Salomón? ¿Que fue una de las grandes navegantes y marinas de su época? Pues era española: Doña Isabel Barreto de Castro. Hilo.
No se sabe mucho ciertamente sobre la procedencia de Doña Isabel Barreto de Castro, salvo que nació probablemente en Pontevedra en el año 1567. Algunos historiadores apuntan que era nieta de Francisco Barreto, un marino portugués que fue gobernador de la India portuguesa.
Otros historiadores, sin embargo, señalan que sus padres fueron Nuño Rodríguez de Barreto, conquistador del Perú, y Mariana de Castro, ambos naturales de Lisboa aunque de familia castellana. Tenía tres hermanos y tres hermanas. Sea como fuere heredó su pasión por la navegación.
En la primavera de 1591, George Clifford, conde de Cumberland, se había hecho una gran fortuna con el corso y se hacía a la mar dirección al cabo de San Vicente en una nueva campaña financiada por Isabel I. Sin embargo, Francisco de Coloma y sus galeras no iban a permitirlo. Hilo
Tras haber realizado numerosas expediciones corsarias por las costas españolas en 1587, 1588 y 1589, amparadas por su soberaba Isabel I de Inglaterra, George Clifford, conde de Cumberland, se había labrado una gran fortuna con el corso contra naves y puertos españoles.
En la primavera de 1591, se le había concedido la capitanía de una nueva empresa, con la intención de navegar y asaltar tanto naves como puertos en las costas portuguesas, que en aquel momento dependían de la corona de España y eran ricos dominios de Felipe II.
Tras los fracasos en las Azores, Coruña y Lisboa, Isabel I de Inglaterra había enviado una gran flota de castigo mandada por su favorito el conde de Essex para atacar las costas españolas, con la ayuda de los rebeldes holandeses. Pero Martín de Padilla les haría frente. Hilo.
Las sucesivas campañas inglesas de 1589 y 1591 había resultado catastróficas en sus objetivos de asaltar la flota de Indias, tomar las islas Azores, y saquear Coruña y Lisboa. Sin embargo, la reina Isabel había autorizado a su consejo organizar otra escuadra para hacerse a la mar
A finales de agosto de 1591, una flota inglesa, con el apoyo de los rebeldes holandeses de las Provincias Unidas que en aquellos momentos libraban una costosa guerra contra España, compuesta por 35 naves apareció en las costas de Almería, cerca del cabo de Gata.
La escuadra inglesa de Thomas Howard apareció en las Azores para saquear las riquezas del convoy español de Indias, sin embargo, al verse con don Alonso de Bazán y sus naves, tuvieron que largar velas y huir. La batalla que marcó el resurgimiento del poder naval español. Hilo.
La Gran Armada de 1588 no había cumplido su función y la Empresa de Inglaterra de Felipe II había sido un rotundo fracaso. Para impedir una recuperación naval española, John Hawkins, afamado corsario inglés, propuso un bloqueo naval de la provisión del tesoro de Indias.
Del Imperio español en las Américas llegaban regularmente a la península convoyes cargados de minerales preciosos y ricos materiales, muy codiciados en Europa. Por ello, Hawkins consideró formar una patrulla naval constante diseñada para interceptar estos barcos españoles.
Francis Drake y su Contraarmada habían sido rechazados en Coruña, y habían puesto rumbo a Lisboa. Su flota no iba a tener grandes problemas en tomar la ciudad. Pero no contaban con la presencia de una guarnición española y una escuadra a las órdenes de un Bazán, don Alonso. Hilo.
El pretendiente portugués, el prior de Crato, no habiendo sido capaz de establecer un gobierno en el exilio, había pedido ayuda a Inglaterra para hacerse con la corona portuguesa. Isabel aceptó ayudarle con el objetivo de disminuir el poder de España en el mundo.
Otro de los objetivos ingleses era obtener una base permanente en las islas Azores desde la que atacar a los mercantes españoles y finalmente, arrebatar a España el control de las rutas comerciales a las Indias, además de usar Portugal como reino títere y vasallo a sus ambiciones