La escuadra corsaria de Drake y Hawkins había fracasado en Canarias pero ponía rumbo a San Juan persiguiendo a un galeón con un gran tesoro y su comandante había enviado aviso a España de su comprometida situación. Don Pedro Téllez de Guzmán, partió presto a su rescate. Hilo.
Don Sancho Pardo Osorio, comandante del galeón Nuestra Señora de Begoña, había conseguido arribar a duras penas a San Juan de Puerto Rico, transportando un gran tesoro valorado en 3 millones de pesos de plata, con la escuadra de Drake a su popa.
Tras tenerse noticia en la corte española del aviso de don Sancho, rápidamente se dispuso para el rescate una flotilla de guerra, al mando de don Pedro Téllez de Guzmán, formada por 5 pequeños buques de nuevo diseño, rápidos, maniobrables y con gran poder ofensivo: las fragatas.
Dada la rapidez de estos nuevos barcos, y el gran conocimiento que los marinos españoles tenían de las corrientes y vientos dominantes en el Océano Atlántico, la flotilla de Téllez de Guzmán, navegando a contrarreloj, llegó al Caribe al mismo tiempo que la flota inglesa.
Tropezando literalmente la vanguardia española con la retaguardia de Drake en las proximidades de la isla Guadalupe. El comandante español ordenó sin pérdida de tiempo arremeter contra el grupo de 9 buques ingleses que tenían frente a ellos, trabándose un rápido combate.
En la lucha resultaron muertos 45 ingleses y otros 25 fueron hechos prisioneros, capturándose el buque Francis. Tras el interrogatorio del capitán enemigo, Téllez supo de los planes ingleses, siendo consciente del peligro que corrían San Juan y el Nuestra Señora de Begoña.
Y partió inmediatamente hacia Puerto Rico, tomando la delantera al grueso de la escuadra de Drake, pasándoles por delante a escasa distancia y arribando a la isla el 13 de noviembre. La escasa guarnición de la ciudad, compuesta por unos 400 hombres.
La guarnición puertorriqueña se vio reforzada por los 300 hombres de la dotación del Nuestra Señora de Begoña y por 500 más de la flotilla de Téllez de Guzmán. Tras una reunión entre el gobernador, don Pedro Juárez, y los oficiales navales españoles, se prepararon para la defensa
Echaron a pique varios buques viejos en la bocana del puerto, incluido el galeón averiado, para dificultar la entrada de los ingleses, se organizaron diversas posiciones artilleras en lugares estratégicos, y se dispusieron los hombres para contener el desembarco inglés.
Los 5 fragatas se posicionaron de modo que cubrían con su artillería la entrada a la bahía, a la espera de la llegada de Drake. Por fin, el 22 de noviembre asomaba a punta Escambrón la flota inglesa. La flora inglesa era claramente superior en potencia de fuego y hombres.
Drake, viendo la disposición de las fuerzas españolas decidió no entrar en el puerto de San Juan por el momento, y ordenó a sus buques echar las anclas para disponerse a pasar la noche frente a la bahía, confiando en una victoria fácil y segura al despuntar el alba.
Desgraciadamente para ellos, no se percataron de que fondeaban al alcance de un grupo de baterías que se habían adelantado desde el Fuerte de San Felipe del Morro. Los españoles aguardaron a que los buques ingleses quedasen inmovilizados.
Cuando Drake se disponía a cenar junto a sus oficiales, los artilleros españoles, tras la misa de la tarde, abrieron fuego contra la escuadra inglesa. Una bala penetró en la estancia del almirante inglés, muriendo en el acto los capitanes Clifford y Brown, pero Drake salió ileso.
Los relatos españoles aseguran que Hawkins perdió la vida durante esta acción artillera mientras que las relaciones inglesas afirman que Hawkins falleció por enfermedad el 12 de noviembre cuando los ingleses se aproximaban a Puerto Rico. Sea como fuere, falleció en estas fechas.
En cualquier caso, rápidamente los ingleses, bajo el fuego de los cañones españoles, levaron anclas y se alejaron a una distancia prudente de la entrada al puerto, habiendo perdido a varios hombres sobre todo oficiales. Drake decidió fijar el ataque total para la noche del día 23
El plan inglés consistía en, amparándose en la oscuridad, enviar a varios cientos de hombres en barcazas, quienes se acercarían sigilosamente a las fragatas de Téllez de Guzmán y las quemarían utilizando bombas incendiarias, táctica que ya había resultado efectiva en 1588.
Una vez fuera de combate los buques españoles, los barcos ingleses se adentrarían en el puerto y atacarían los fuertes, mientras los hombres enviados previamente desembarcarían en la ciudad y la tomarían. Así pues, de madrugada, comenzó la estratagema inglesa.
Se enviaron un mínimo de 30 barcazas con 50 hombres cada una, varias de las cuales se acercaron en total silencio a las fragatas españolas. Al llegar a ellas, los ingleses hicieron uso de sus artefactos incendiarios, prendiendo fuego a 3 de los buques españoles.
Las tripulaciones de 2 de las fragatas consiguieron extinguir las llamas, pero la Magdalena se incendió antes de que pudiesen percatarse de lo que sucedía, pereciendo abrasados 42 de sus tripulantes y salvándose el resto lanzándose al agua.
Pero lo que había empezado con un aparente éxito de los ingleses, pronto evidenció el craso error táctico que había cometido Drake. De la Magdalena brotaron unas llamas que iluminaron todo el escenario en cientos de metros a la redonda, quedando las barcazas inglesas descubiertas
Los artilleros de las 4 fragatas restantes pudieron apuntar cuidadosamente antes de abrir fuego. Con unas pocas salvas la flota de barcazas enemiga quedó destrozada, mientras las dotaciones acribillaban incesantemente con sus mosquetes a los soldados ingleses.
Los ingleses perdieron unos 400 hombres y el ataque quedó desbaratado. Tras esta nueva derrota, Drake, resistiéndose a darse por vencido intentó nuevos desembarcos pero las fuerzas inglesas ya fueron rechazadas sin grandes dificultades por la artillería e infantes españoles.
Finalmente, el corsario inglés ordenó la retirada y el 25 de noviembre partió de Puerto Rico. Por su parte, Téllez de Guzmán, tras una prudencial espera para asegurarse de que los ingleses no volvían, embarcó el tesoro de tres millones de pesos y levó anclas el 20 de diciembre.
El convoy llegó a España sin incidentes dignos de mención, dando parte a las autoridades españolas de la situación en el Caribe, tras poner a salvo el tesoro. Tras llegar a España los avisos desde las islas Canarias y América, de la presencia inglesa Felipe II convocó un consejo.
El rey ordenó organizar una flota al mando de los prestigiosos marinos don Bernardino de Avellaneda y don Juan Gutiérrez de Garibay, compuesta por 8 galeones y 15 embarcaciones con un total de 3000 hombres a bordo. La gran escuadra zarpó de Lisboa el 2 de enero de 1596.
Hasta aquí el hilo de hoy, espero que les haya gustado. Mañana el desenlace con la batalla de Panamá y el final de los días de Drake como corsario.

Láminas varias, algunas como siempre de Carlos Parrilla.

Gracias por leer.

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