Los corsarios Drake y Hawkins habían muerto en la expedición a Panamá, y lo que quedaba de la flota inglesa había puesto rumbo a la isla de Pinos para reparaciones y preparar su regreso a Inglaterra, pero allí se toparían con la escuadra de don Bernardino de Avellaneda. Hilo.
Tras las batallas de Canarias, San Juan de Puerto Rico y Panamá, y la muerte de Francis Drake y John Hawkins, habían perdido la vida 15 comandantes y capitanes ingleses y otros 22 oficiales, junto con 2500 soldados y marineros muertos, y otros 500 prisioneros.
En total casi las 3/4 partes de las dotaciones de la expedición, por lo que el oficial que quedó al mando de la flota inglesa, Thomas Baskerville, decidió poner rumbo a la isla de Pinos para realizar reparaciones y preparar el viaje de regreso a Inglaterra.
Tras arribar, los ingleses se dedicaron a reparar sus buques, limpiar sus fondos y proveerse de víveres y agua para su regreso a Inglaterra. Sin embargo, no contaban encontrarse con la flota española de rescate de don Bernardino González de Avellaneda.
La escuadra española, mandada por Avellaneda y por don Juan Gutiérrez de Garibay, había partido de Lisboa el 2 de enero tras el informe de don Pedro Téllez de Guzmán, y tuvo que hacer frente a un feroz temporal en el Océano Atlántico quedando los buques dañados y dispersos.
Los españoles se reunieron en las proximidades de Puerto Rico a lo largo de febrero de 1596 para apoyar a la guarnición contra los ingleses, pero dado el mal estado de los barcos decidieron poner rumbo a Cartagena de Indias, en la actual Colombia, para acometer reparaciones.
El 2 de marzo, mientras los españoles se encontraban en Cartagena, recibieron noticias de la presencia de la flota inglesa en la isla de Pinos, próxima a Cuba, por lo que el almirante Garibay decidió partir inmediatamente al mando de 3 buques en busca de la flota enemiga.
Así, el día 11 de marzo, Garibay, con sus naves prácticamente sin reparar ni avituallar, sorprendía a la flota inglesa anclada frente a la costa de Pinos y con varios botes aún en tierra que ultimaban la recogida de víveres antes de regresar a Inglaterra.
Inmediatamente y a pesar de contar con tan sólo 3 galeones, pero contando con la ventaja del factor sorpresa, Garibay ordenó acometer a los 18 buques ingleses, trabándose un combate en el que fue apresado un galeón inglés con 300 hombres a bordo, y una pinaza con 25 soldados.
Las dotaciones de los botes que se encontraban en tierra fueron también hechas prisioneras. Por su parte los españoles vieron como uno de sus galeones se incendiaba sufriendo 80 bajas entre muertos y heridos. El resto de la flota inglesa, cortó las amarras y se dio a la fuga.
Poco después, llegaba el almirante Avellaneda que se lanzó a la persecución de la flota inglesa, perdiéndola a la altura del canal de Bahama, donde los ingleses decidieron jugarse el todo por el todo arrojando su artillería por la borda y mojando las velas para ganar velocidad.
Finalmente, tras una penosa travesía en la que los brotes epidémicos diezmaron a las tropas inglesas, 8 de los 28 buques que habían partido en 1595 de Plymouth consiguieron regresar a Inglaterra, en estado deplorable y con sus dotaciones desnutridas y moribundas.
Al poco tiempo, llegaba al puerto español de Sanlúcar de Barrameda la flota de Indias, llevando el precioso cargamento de 20 millones de pesos escoltado con la flota de rescate española, habiendo perdido una fragata y un galeón, además de 200 muertos y heridos desde el inicio.
Por la parte inglesa: un galeón capturado, 2 transportes capturados, 17 buques hundidos o abandonados, varios botes y barcazas hundidos o capturados,
1000 muertos en combate y 1500 muertos por enfermedades, además de 500 prisioneros. Un contundente fracaso.
La aplastante derrota sufrida por la expedición de Drake y Hawkins de 1595-1596 supuso la victoria decisiva española en el escenario americano de la guerra anglo-española. Y con la victoria decisiva en el escenario europeo frente a la Invencible Inglesa de 1589, la guerra...
Se decantaría definitivamente hacia el lado español. Los efectos morales, tanto en España como en Inglaterra fueron notables. Por un lado, los ingleses perdieron, tras una serie ininterrumpida de derrotas frente a fuerzas españolas muy inferiores, a sus dos más ilustres marinos.
Por otro lado, los españoles demostraron su capacidad para mantener intactos sus dominios de ultramar, disponiendo de una eficaz Armada, la mejor de su tiempo. Quedó demostrado además, que establecer colonias en América no era tan sencillo como enviar cientos de hombres.
Ni siquiera aun tomando asentamientos previamente establecidos por los españoles. Los poco aclimatados ingleses, se vieron superados por pequeñas guarniciones y partidas españolas que llevaban años acostumbradas a las enfermedades tropicales, que conocían el inhóspito terreno.
Tras conocerse la muerte de Drake en España, el ilustre dramaturgo don Félix Lope de Vega, veterano de la infantería de marina participante en la conquista de la Isla Terceira en 1582 y en el desastre de la Gran Armada de 1588, compuso un poema épico, titulado La Dragontea.
En él narra la derrota y muerte de Drake a manos de los españoles y declaró: “Dos cosas me han obligado a escribir este libro, y las mismas a dirigirme a Vuestra Alteza: la primera que no cubriese el olvido tan importante victoria, y la segunda...
Que descubriese el desengaño lo que ignoraba el vulgo; que tuvo a Francisco Draque en tal predicamento, siendo la verdad que no tomó grano de oro que no costase mucha sangre [...]”. Dedicado al infante, que en el futuro sería el rey Felipe III.
Las negociaciones de paz tendrían lugar a petición inglesa en 1604, plasmándose sus resultados en el tratado de Londres. En dicho tratado se establecían las cláusulas por las que España vería colmados todos los objetivos mayores que se había planteado al empezar la contienda.
Mientras, Inglaterra asumía una rectificación total de su política exterior y quedaría relegada durante un siglo más a un puesto de segundo nivel. La clave de la victoria fue que tanto las defensas españolas como el servicio de información se anticiparon al ataque inglés.
Desembocando la operación defensiva en un nuevo desastre para el corso inglés, que costaría la vida tanto a Drake como a Hawkins, y asentando la hegemonía española en todo el mar del Caribe, a pesar de lo haberle logrado la Empresa de Inglaterra con la Gran Armada de 1588.
Hasta aquí el hilo que completa el monográfico de la expedición de Drake y Hawkins. Espero que les haya gustado. En futuros hilos: el apoyo español a Irlanda.
Láminas y cuadros variados, algunos de Carlos Parrilla.
Gracias por leer.
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Tras el sonado fracaso de Drake en el asalto a Canarias y San Juan de Puerto Rico, el corsario ponía rumbo a Panamá con lo que quedaba de su flota, pero no contaba con que desde Lisboa había zarpado un escuadra de guerra española para interceptarle. El final de Drake. Hilo.
Los ingleses habían puesto rumbo a Panamá con el objetivo de establecer una colonia permanente desde la que amenazar las posesiones españolas en América, usándola como base de aprovisionamiento y refresco para saquear tanto puertos como las rutas marítimas y comerciales de España
Desesperados por la falta de víveres tras el fracaso de Canarias y San Juan donde no sólo no habían conseguido avituallarse sino habían sufrido bajas, desembarcaban en cada población española que veían, pero la noticia de su presencia ya se había difundido por todo el Caribe.
La escuadra corsaria de Drake y Hawkins había fracasado en Canarias pero ponía rumbo a San Juan persiguiendo a un galeón con un gran tesoro y su comandante había enviado aviso a España de su comprometida situación. Don Pedro Téllez de Guzmán, partió presto a su rescate. Hilo.
Don Sancho Pardo Osorio, comandante del galeón Nuestra Señora de Begoña, había conseguido arribar a duras penas a San Juan de Puerto Rico, transportando un gran tesoro valorado en 3 millones de pesos de plata, con la escuadra de Drake a su popa.
Tras tenerse noticia en la corte española del aviso de don Sancho, rápidamente se dispuso para el rescate una flotilla de guerra, al mando de don Pedro Téllez de Guzmán, formada por 5 pequeños buques de nuevo diseño, rápidos, maniobrables y con gran poder ofensivo: las fragatas.
La reina Isabel I de Inglaterra había ordenado una gran operación contra el Caribe español para saquear los asentamientos españoles y establecer una colonia inglesa en Panamá. Con esa orden partieron los famosos corsarios Drake y Hawkins. Pero la empresa fue desastrosa... Hilo.
Tras los fulgurantes éxitos de Inglaterra en las primeras etapas de la Guerra anglo-española (1585-1604), en 1590 la escuadra española al mando de don Alonso de Bazán había derrotado a otra escuadra inglesa en la isla de Flores, en las Azores.
Por ello el desempeño de la contienda había llegado a un punto de inflexión, marcado por la derrota de la Invencible Inglesa de 1589 tras la que la evolución de la guerra comenzaba a decantarse notablemente por el lado español, que incluso pensaba en un desembarco en Inglaterra.
La primera mujer infante de marina del Mundo fue española y sirvió en el siglo XVIII en los Batallones de Marina de la Real Armada; condecorada y ascendida a sargento 1º por su valor y arrojo en la batalla del cabo de San Vicente. Ésta es su historia: doña Ana María de Soto. Hilo
Hija de Tomás de Soto y de María de Alhama, doña Ana María nació el 16 de agosto de 1775 en la localidad cordobesa de Aguilar de la Frontera, y a los 18 años, en 1793, se alistó como soldado en la 6ª compañía del 11º batallón de Marina, la Infantería de Marina española.
Los Batallones de Marina eran el cuerpo de infantería encargado de la defensa de los buques de la Real Armada, ascendiente de nuestra Infantería de Marina y heredero de los Tercios Viejos del Mar de Nápoles, donde sólo servían los más arrojados y valientes infantes españoles.
Muchos me preguntan qué opino de la contienda pública entre el amirante Juan Rodríguez Garat y Arturo Pérez-Reverte, a causa de la decisión del Museo Naval de Madrid de retirar el cuadro El Glorioso, del maestro Ferrer-Dalmau. Pues bien, en primer lugar me produce tristeza.
Y es que cada uno tiene razón a su modo, es un gran cuadro y simboliza a perfección la gesta: Honor, Sacrificio, Pericia. Pero también es cierto que en España parecemos tener una fascinación casi rozando la obsesión por nuestras derrotas, por más gloriosas que sean.
Ahí tengo que estar con el almirante Garat, porque es que existe otro cuadro sobre El Glorioso, mismo navío, misma gesta y hasta mismo pintor; sin embargo, en esta ocasión aparece batiendo con fuego vivo a un navío inglés. Y es un gran cuadro.
¿Sabían que la primera mujer que ostentó en título de almirante fue en el siglo XVI? ¿Que en una expedición por el océano Pacífico descubrió las islas Salomón? ¿Que fue una de las grandes navegantes y marinas de su época? Pues era española: Doña Isabel Barreto de Castro. Hilo.
No se sabe mucho ciertamente sobre la procedencia de Doña Isabel Barreto de Castro, salvo que nació probablemente en Pontevedra en el año 1567. Algunos historiadores apuntan que era nieta de Francisco Barreto, un marino portugués que fue gobernador de la India portuguesa.
Otros historiadores, sin embargo, señalan que sus padres fueron Nuño Rodríguez de Barreto, conquistador del Perú, y Mariana de Castro, ambos naturales de Lisboa aunque de familia castellana. Tenía tres hermanos y tres hermanas. Sea como fuere heredó su pasión por la navegación.