El 6 de agosto de 2013, el reverendo Craig Dixon abrió al público la Catedral Transicional de Christchurch. El primer edificio que se inauguraba después del devastador terremoto de 2011.
Fue una ceremonia doméstica, sin demasiado boato.
A la apertura asistieron algunas autoridades civiles y eclesiásticas y también un buen puñado de vecinos.
Allí también estaba su arquitecto, Shigeru Ban.
En ese momento, bajo la enorme cubierta inclinada de tubos de cartón, recordó una fecha fatídica 18 años antes.
El 17 de Enero de 1995 a las 05:46 horas, la placa tectónica Filipina comenzó un proceso de subducción bajo las placas Pacífica y Euroasiática. La fase duró unos 20 segundos y agitó la falla del Pacífico desencadenando un terremoto de 7.3 grados.
El foco se situó a apenas 16 kilómetros bajo el epicentro, en la prefectura de Hyogo, al norte de la isla japonesa de Awaji. El núcleo de población más cercano estaba a solo 20 kilómetros.
Era la ciudad de Kobe, con un millón y medio de habitantes.
Al seísmo se le conoce como Gran Terremoto de Hanshin-Awaji. Derribó barrios enteros, levantó autopistas.
Se cobró más de 6.500 vidas y dejó sin casa a unas 300.000 personas.
La mayoría de Kobe.
A las 6.500 personas que habían muerto no se las podía salvar, pero había 300.000, TRESCIENTAS MIL personas que habían perdido su casa. Toda la población de Córdoba. Toda la población de Alicante.
300.000 hombres, mujeres, niñas y niños que necesitaban un techo bajo el que guarecerse y una dignidad que recuperar.
Una ciudad entera que no podía esperar a ser reconstruida. Necesitaba recuperar su dignidad ahora. La necesitaba ya.
En 1995, Shigeru Ban era un joven arquitecto de apenas 37 años natural de Tokio, pero que había estudiado en California y Nueva York. Unos días después de la catástrofe, Ban se ofreció a las autoridades de Kobe para desarrollar un proyecto de realojo temporal de los desplazados.
Ban decidió en todo momento que el trabajo sería voluntario, que no cobraría. Nacía así la Red de Arquitectos Voluntarios.
El proyecto se basaba en una edificación reciclada y reciclable, autoconstruible por los propios usuarios y que pudiese levantarse en un tiempo récord.
Lo llamó "La Casa de Papel".
(No, no tiene nada que ver con la exitosa serie española con ladrones que llevan careta y hablan raro)
Y por qué se llamaba "La Casa de Papel". Pues porque, efectivamente, cada cabaña estaba construida esencialmente mediante cartón y papel prensado.
Cada vivienda estaba construida con una doble pared de tubos de cartón, que servían a la vez de cerramiento y estructura portante.
Esa estructura a se vez se apoyaba en una cimentación de cajas de cerveza donadas por la cervecera local.
Aquí se ve bien el sistema.
Esa separación con el suelo permitía aislar de frío y humedad la casa. Por otro lado, el techo era una cubierta textil practicable que permitía levantarse en verano para ventilar y cubrirse en invierno para conservar el calor
La construcción era tan ligera, tan sencilla y tan rápida que los propios damnificados del terremoto la llevaron mayoritariamente a cabo.
Cada familia se levantó su propia casa.
En dos semanas, en solo dos semanas, miles de los damnificados vivían en su propia cabaña, independiente e individual. Construída con sus propias manos y el ingenio de un arquitecto.
Limpios y secos.
Y dignos.
Porque a veces se nos olvida que la casa es el gran refugio de la dignidad humana. Estar seco. Estar limpio. Tener un lugar donde dormir.
Estar a salvo.
Miles de personas que lo habían perdido todo, recuperaron un poco de sí mismos gracias a unos tubos de cartón.
Cada cabaña de 16 m2 tenía un coste aproximado de 1.800 euros que, por supuesto, no tuvieron que desembolsar los habitantes sino que fueron donados, bien por el Estado, bien por las propias industrias locales.
Los propios ciudadanos, al sentirse de nuevo ocupados y útiles y al poder vivir de forma independiente y no en barracones comunitarios, recuperaron parte de la tan necesaria dignidad perdida.
Ban llevaba investigando con materiales constructivos alternativos desde 1986 y había descubierto que, pese a su teórica endeblez, el papel y el cartón, colocados adecuadamente e imprimados para resistir la intemperie, podían resistir casi todo.
El campamento de papel de Kobe permaneció activo durante varios meses, hasta que las familias pudieron realojarse en la ciudad. Después, las casas se desmantelaron y todos los materiales se reciclaron. Las telas, la arena, las cajas de cerveza y los tubos de cartón.
Tras el éxito del campamento de K0be, la arquitectura de papel de Shigeru Ban fue empleada en múltiples situaciones de realojo temporal por todo el mundo. Como el campamento de refugiados de ACNUR en Ruanda en 1999.
Los refugios de emergencia de Turquía en 2000 y de Haití en 2010, o la escuela primaria temporal en Chengdu, levantada también con cartón para alojar a los niños que se habían quedado sin colegio tras el terremoto de Sichuan de 2008.
Esta preciosidad.
Porque la dignidad a veces necesita de algo más para recuperarse. Por eso los proyectos de cartón de Ban también incluyen edificios sociales y comunitarios, como la sala de conciertos de papel de L´Aquila, construida tras el terremoto que agitó esa zona de Italia en 2009.
O la catedral de cartón de Christchurch, Nueva Zelanda.
El sismo de magnitud 6.3 que azotó la ciudad neozelandesa en febrero de 2011 se llevó la vida de 181 personas y redujo a escombros decenas de edificios. Entre ellos la torre y la mitad de la nave de la vieja catedral anglicana.
Era así.
Tras el terremoto quedó en este estado y, finalmente, colapsó.
Poco después del terremoto, el reverendo Craig Dixon invitó a Shigeru Ban y a la Red de Arquitectos Voluntarios para proponerles la construcción de una catedral temporal que sirviese para oficiar, pero también como centro social y sala de conciertos.
Menos de dos años después, el mismo reverendo estaba inaugurando un edificio para 700 personas, construido con cartón, policarbonato, vidrio y apoyado sobre contenedores marítimos reciclados que servían de soporte lateral de la cubierta inclinada.
Como acabo de decir, la Catedral Transicional de Christchurch tardó en construirse menos de 2 años y costó algo menos de 3 millones de euros.
Para que os hagáis a la idea, un edificio "similar", como es el auditorio de Tenerife, de Calatrava, costó 75 millones. 25 veces más.
Pero claro, es que Ban está en el extremo opuesto a Calatrava. Lo que quiere es hacer las cosas lo más dignas, lo más rápidas y lo más eficaces posibles, para atender a necesidades únicas.
Por eso, la Catedral Transicional es un edificio único en su dimensión más amplia.
Una arquitectura de materiales humildes y honestos.
Una arquitectura de espacios sencillos y luz amable.
En mi opinión, por lo que es y por lo que significa, la Catedral Transicional de Christchurch no solo es la mejor obra de Ban sino una de las mejores arquitecturas que se puedan hacer en este siglo raro que estamos viviendo.
Pero no es la obra más emocionante de Shigeru Ban.
La obra más emocionante de Shigeru Ban es el único edificio del campamento de papel de Kobe que sigue en pie.
La Iglesia de Papel.
Como en otras zonas de catástrofe, Ban también había propuesto en Kobe un edificio que sirviese de centro social y de reunión, además de iglesia católica.
Sin emabargo, igual que pasó con el resto del campamento, la Iglesia de Papel también se desmontó.
Y se recicló.
Se recicló en otra iglesia de papel, el Domo de Papel, relevantado igual al de Kobe, pero en Puli, Taiwan.
Epicentro del terremoto de JiJi de 1999.
Allí descansa junto de un lago artificial, aún en pie.
Es un lugar de peregrinaje bastante frecuentado y sirve para recordar a las victimas del terremoto de JiJi.
Shigeru Ban es quizá el arquitecto más consciente de la importancia de la arquitectura como regalo al mundo. Un regalo para todos, para los cultos y los poderosos pero, sobre todo, para los más desfavorecidos.
Porque la arquitectura, la arquitectura bien hecha, bien pensada. La buena arquitectura es el regalo de la dignidad.
Y ese regalo, a veces, viene envuelto en tubos de papel y cartón.
Y con estas cuatro fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos de Shigeru Ban, de la Catedral de Christchurch, del cartón y de #LaBrasaTorrijos de hoy.
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(Es la hora de pasar la gorra!)
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.
Si queréis conocer más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:
David Berridge, Roger Hutchison, Gabriel, Snowgrass, Shigeru Ban Architects, Jun Hungo, Hiroyuki Hirai, Takanobu Sakuma, Stephen Goodenough, Didier Boy de la Tour, Jocelyn Kinghorn y Bridgit Anderson.
(Fin del HILO ⛪️🗞️)
(Y en el episodio de la semana que viene vamos a conocer la historia de un pintor y un escritor, de un animal casi imposible y de una abadía donde se practicaban aquelarres)
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Antes de entender cómo es y para que sirve la arquitectura que se hace en mi país, la arquitectura tiene que interesarme. Tiene que ENTRETENERME. Tiene que DIVERTIRME.
Sin entretenimiento no hay comunicación.
No podemos "acercar la arquitectura a la sociedad" si seguimos hablando solo para arquitectos. Si necesitamos que quien nos escuche haya hecho cinco años de carrera y un master.
Nuestra historia comienza en el Madrid de mediados de los 60. Una ciudad con SEAT seiscientos, donde se rodaban películas de Conchita Velasco y Tony Leblanc, donde jugaba el Real Madrid Ye-Yé.
Un par de kilómetros al sur del estadio de Chamartin, en la plaza de Colón, la inmobiliaria Osinalde acababa de comprar unos edificios residenciales en la esquina noroeste de la plaza.
Otra cosa que hacen en Wetaca y que a mí me parece guay es que también te llevan a casa materia prima directa de sus proveedores, todos locales: patas de pulpo, entrecots, fruta y un café que tiene muy buena pinta, la verdad.
Como ya dije un día, son una empresa de Villaverde (barrio obrero del sur de Madrid, donde yo vivo, además) y han estado dando de comer en la pandemia a un montón de gente.
En los 60, Nueva York proyectó una mega-autopista y construyó dos Torres Gemelas. Y para ello derribó medio Bajo Manhattan: 24 hectáreas de historia.
Por suerte, alguien fotografió todo antes de caer.
En #LaBrasaTorrijos de hoy, Danny Lyon y la muerte del viejo mundo
HILO 👇
Una mañana de marzo de 1967, un joven fotógrafo de miraba por la ventana de su apartamento del Bajo Manhattan. Acababa de regresar de Chicago y había encontrado un alquiler bastante barato en el sur de la isla.
Al otro lado de la ventana, los edificios empezaban a caer.
La historia de Nueva York está llena de destrucción de la ciudad—de destrucciones, en realidad— llevadas a cabo por la propia Nueva York.
En el capítulo del Triángulo de Hess contamos una de ellas y su (divertido) resultado.
Si ampliamos la foto, vemos que es un trozo de ladrillo encatrado en un pavimento como de asfalto. Si abrimos el campo, vemos que, efectivamente, tiene algo menos de un metro de ancho pero es bastante largo. Unos 30 metros en total.
¿Y esa línea blanca de la derecha?
Resulta que esa banda de algo menos de un metro de ladrillo no está en la calle. Como podemos adivinar por el nombre de la web de la que he extraído la foto, esa banda de ladrillo encastrada en un suelo de asfalto está en un circuito de carreras.