El entrelazamiento histórico de la revolución burguesa y proletaria y el nacimiento del comunismo, «la premisa histórica general de todo el Ciclo de Octubre» (reconstitucion.net/Documentos/LP_…). Hilo con extractos de 𝐿𝑜𝑠 𝑜𝑟𝑖́𝑔𝑒𝑛𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑠𝑜𝑐𝑖𝑎𝑙𝑖𝑠𝑚𝑜, de G. Lichtheim.
La 𝑚𝑎𝑟𝑐𝑎 𝑑𝑒 𝑛𝑎𝑐𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 del comunismo en el contexto del segundo ciclo revolucionario burgués, un hecho históricamente indiscutible que tendría consecuencias de gran calado y que el comunismo hegemónico se resiste a ver aún:
Lichtheim es tan explícito que afirma que «el liberalismo, el republicanismo el comunismo y el bonapartismo nacieron todos al mismo tiempo». Estamos ante el «trauma natal del comunismo francés y del naciente proletariado de Francia», que dejaría una profunda huella.
La Conspiración de los Iguales y el babuvismo desempeñaron un papel de importancia trascendental en el nacimiento del proletariado y el comunismo en Francia. El movimiento de Babeuf «marcó (…) la línea divisoria entre la democracia rousseauniana y el comunismo»:
El babuvismo constituyó «el ala radical de un “frente unido” [de] antiguos robespierristas, supervivientes del hébertismo y un puñado de auténticos “comunistas”, opuestos todos al Directorio republicano». La «transición de la democracia al comunismo se efectuó poco a poco».
El babuvismo, en palabras de George Lichtheim, fue el «antecesor directo del comunismo». Comunismo que, dicho sea de paso, no sería plenamente identificado con el ateísmo hasta después de la Revolución de 1848.
El comunista Cabet expuso cómo la tradición babuvista militante sirvió «de puente para acceder a las sociedades secretas». En las mazmorras de la Monarquía de Julio, «los republicanos de la clase media conocieron a los obreros revolucionarios».
Momento de fusión entre «el jacobinismo de las sociedades secretas y el nuevo movimiento de la clase obrera». Lichtheim es una muy buena fuente materialista, y ajena a desvaríos conspiranoicos, sobre los vínculos entre la masonería, las sociedades secretas y el primer comunismo.
En este sentido, Cabet jugó un papel de «intermediario» entre «la tradición jacobino-babouvista y el movimiento obrero naciente», apelando «a los principios de 1789 y 1793 para dar fundamento a su igualitarismo radical».
El fourierismo y, sobre todo, el sansimonismo, nacidos tras el segundo gran ciclo de revoluciones burguesas, marcaron su impronta en el socialismo y el comunismo. Aunque hubo algún precedente británico, al francés Leroux se le atribuye la voz moderna 𝑠𝑜𝑐𝑖𝑎𝑙𝑖𝑠𝑚𝑜.
Saint-Simon encarnaría a la perfección el entrelazamiento histórico revolucionario burgués y proletario. Lichtheim lo define como pensador que en materia social «ocupa la divisoria entre liberalismo y socialismo».
Los primeros estallidos espontáneos, de masas, con un mayor protagonismo del joven proletariado francés se vincularon primeramente con el republicanismo burgués, radical, y posteriormente con el socialismo. Republicanismo y socialismo aún marchaban unidos.
Unidos, pero ya diferentes desde sus inicios. Lichtheim señala al respecto que el «republicanismo revolucionario era todavía algo muy distinto del socialismo (y mucho más violento que éste)».
Hacia 1834, los republicanos franceses pasaron a controlar los nuevos sindicatos, que tuvieron a su vez como antecedentes las agrupaciones obreras ilegales. El ala más radical del republicanismo llegó «al socialismo a través del credo democrático, que todavía era revolucionario».
De hecho, la insurrección proletaria de 1834 fue organizada por la Société des Droits de l’Homme, dirigida «por jóvenes intelectuales a los que seguían trabajadores», pero «cuyos objetivos eran democráticos y no específicamente socialistas».
Durante el estallido de 1834, «las sociedades secretas republicanas de París fueron a las barricadas por solidaridad con los huelguistas de Lyon». La Société des Saisons (antes, Société des Familles) de Blanqui, Barbès, etc., continuó la lucha de la Société des Droits de l’Homme.
El cambio de denominación, al decir de Lichtheim, «correspondía a una radicalización progresiva que al final borraría la separación entre democracia y comunismo». El blanquismo, como continuador consecuente del llamado «comunismo jacobino», fue un protagonista en este sentido.
Así define Lichtheim el blanquismo, que se separó de los elementos más conciliadores del republicanismo y aun del socialismo reformista de Blanc, un precursor «de la peculiar variante de socialismo que más adelante adquiriría importancia en Inglaterra gracias a los fabianos».
Blanqui «encabezó la transición desde la militancia neojacobina hasta la rebelión proletaria». Tanto Blanqui, heredero de Babeuf y Filippo Buonarroti, como Blanc tenían en común el deseo de que «la fe republicana se amalgamara con el nuevo credo».
Los Blanc, Leroux, Buchez y Pecqueur anunciaban «la socialdemocracia madura del futuro». El blanquismo, por su parte, era el resultado de la fusión de dos fuerzas: «trabajadores rebeldes de una parte, republicanos armados de otra».
Lichtheim dedica un apartado en su libro a definir el ideario de Louis-Auguste Blanqui (1805-1881), en tanto que continuador de la tradición demócrata radical de Hébert y Babeuf. Blanqui dejaría una profunda impronta en el posterior movimiento obrero y comunista de Francia.
Un blanquismo cuyos cuadros se nutrieron sobre todo de la intelligentsia radical republicana, y no del movimiento obrero, el cual era todavía muy inmaduro históricamente. Pero Blanqui ya divergía del republicanismo, incluso del radical, en «su vinculación (…) al comunismo».
Desde el punto de vista teórico y filosófico, el principal «defecto» de Blanqui fue, para Lichtheim, su insuficiente y tardío conocimiento y comprehensión del materialismo alemán, en particular el de Feuerbach.
Además de un voluntarismo acentuado y una gran «impaciencia para lo teórico», de funestas consecuencias para el comunismo de Francia, Europa y el mundo entero. Sea como fuere, el blanquismo de matriz jacobina se fundiría con «una forma primitiva de comunismo».
1848 marcó «el colapso del frente unido formado por los “republicanos burgueses” y sus aliados socialistas». Lenin, en «Material explosivo en la política mundial» (1908), sancionaría la solución (falta) de continuidad entre el republicanismo y el movimiento obrero revolucionario.
Lichtheim recuerda cómo Blanc, que se negó a apoyar la Comuna de París, se aproximó al final de sus días a la izquierda republicana del verdugo de obreros Clemenceau, cuya formación, el Partido Radical, gobernaría Francia de forma casi ininterrumpida desde 1900 hasta 1940.
Si la Revolución francesa «había hecho nacer el movimiento demócrata», la Revolución industrial «trajo consigo el movimiento obrero». Lichtheim explica de forma muy ilustrativa, a su modo, el entrecruzamiento histórico entre revolución burguesa y proletaria:
A la hora de relatar el momento de necesaria inmadurez de la joven clase obrera, Lichtheim se sitúa en el terreno del materialismo histórico, al concluir que el movimiento proletario, socialista y comunista partía de unas posibilidades políticas determinadas históricamente:
Incidiendo una y otra vez en los mismos aspectos, Lichtheim asevera que es imposible «trazar una divisoria clara entre los demócratas y los socialistas alemanes de este período», como lo atestigua la figura de Georg Büchner, cuyo hilo rojo llegó hasta la Comuna de París y Bebel:
La cuestión es que, además de que «hasta 1848, y durante algunos años después, el “comunismo” no supuso otra cosa que el igualitarismo radical», entre 1830 y 1848 «no se sabía dónde acababa la democracia y empezaba el socialismo».
Con relación al «movimiento obrero alemán de entre 1830 y 1848, el paso decisivo en la transformación del republicanismo conspiratorio en comunismo utópico lo dio el grupo de exiliados que en 1836 formó la sociedad secreta autodenominada Liga de los Justos (Bund der Gerechten)».
La Liga de los Justos, que daría lugar a la Liga de los Comunistas, procedía de la Liga de los Proscritos (Bund der Geächteten). La Liga de los Justos tuvo la novedad de que marcó una línea de ruptura incipiente con las fratrías republicanas de matriz carbonaria.
Una Liga de los Justos que defendía en el artículo II de sus estatutos la necesidad de una revolución democrática en Alemania, haciendo «un llamamiento a las clases trabajadoras de todos los países para que tomaran conciencia de cuanto sus objetivos tenían en común».
Como ejemplo prístino, a nivel orgánico, del solapamiento entre revoluciones burguesas y proletarias, la Liga de los Justos «mantuvo relaciones amistosas con la Société des Saisons» de Blanqui y Barbès, participando en la insurrección blanquista de mayo de 1839.
Uno de los miembros de la Liga, Karl Schapper, quien anteriormente había militado con Büchner y con Mazzini, se convertiría con posterioridad en un miembro de renombre de la Liga de los Comunistas.
Dos fueron las principales corrientes que convergieron en las filas de las sociedades obreras durante 1830-1848:
Nos encontramos de nuevo con los dos grandes condicionantes históricos que delimitarían el desarrollo del sujeto proletario durante el Ciclo de Octubre: el entrecruzamiento de revoluciones burguesas y proletarias, y la lucha de clase proletaria en su periodo infantil.
En Alemania, Weitling «pasó a convertirse en el eslabón entre los herederos de la Revolución Francesa y el inmaduro movimiento obrero alemán de su tiempo». Su figura representaba en cierta medida la corporeización de dicho entrecruzamiento de revoluciones.
Lichtheim, lo suficientemente inteligente y honesto para advertirlo, relata que sería necesario «explicar por qué Marx, que asistía como delegado de la Asociación Democrática de Bruselas, salió de un mitin organizado por los Demócratas Fraternos…
… para acudir directamente a un cónclave privado de la 𝐴𝑟𝑏𝑒𝑖𝑡𝑒𝑟𝑏𝑖𝑙𝑑𝑢𝑛𝑔𝑠𝑣𝑒𝑟𝑒𝑖𝑛 (Asociación Educativa Obrera) de los comunistas alemanes». En aquellos momentos, «el concepto de comunismo resultaba más o menos intercambiable con la idea de democracia radical».
El académico berlinés, citando al final a Nicolaevsky y Mänchen-Helfen, enuncia una serie de hechos en gran medida olvidados respecto a la revolución democrática alemana y el papel de Marx y Engels, así como de la 𝑁𝑒𝑢𝑒 𝑅ℎ𝑒𝑖𝑛𝑖𝑠𝑐ℎ𝑒 𝑍𝑒𝑖𝑡𝑢𝑛𝑔, hasta fines de 1848.
Declaración lapidaria de Lichtheim: «la “revolución proletaria que preveía [el 𝑀𝑎𝑛𝑖𝑓𝑖𝑒𝑠𝑡𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑃𝑎𝑟𝑡𝑖𝑑𝑜 𝐶𝑜𝑚𝑢𝑛𝑖𝑠𝑡𝑎] seguía el patrón de la Revolución Francesa —en otras palabras, de la revolución 𝑏𝑢𝑟𝑔𝑢𝑒𝑠𝑎».
Con mayor contundencia aún: el «comunismo de 1848 se había formado en medio del reflujo de la Revolución Francesa, esto es, de una revolución 𝑏𝑢𝑟𝑔𝑢𝑒𝑠𝑎», que, «en cuanto tal, sirvió de modelo a Lenin en 1917».
Raymond Aaron, parafraseado por Lichtheim, afirma que ya no es posible concebir la emancipación de la clase obrera según el modelo de la revolución burguesa. ¡Ahora solo falta que todo militante comunista honesto y consecuente extraiga todas las lecciones pertinentes al respecto!
El «camino recorrido hacia el Levante es el del creciente auge de la subjetividad y la conciencia revolucionarias. El entrelazamiento histórico, el impulso del trampolín democrático, no es coartada de derrota...».
reconstitucion.net/Documentos/LP_…

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24 Oct
Contribución personal a un balance histórico de las fuerzas y fracciones burguesas que pugnan durante las cuatro décadas en que se mantiene en pie el Estado franquista hasta la conversión de este en la infecta democracia burguesa española, cuya crisis es hoy manifiesta.
Será un hilo largo, pero al final compartiré un enlace de descarga al texto por si alguien quiere leerlo de esta forma. El documento fundamental del que me valdré es esta importantísima obra de Tuñón de Lara y Biescas.
Recordatorio, antes de entrar de lleno en la cuestión: aquí () compartí un enlace con un resumen, y múltiples fragmentos transcritos inclusive, del libro de Biescas y Tuñón de Lara.
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2 Aug
«La desproporción entre el mercado —los sujetos del intercambio— y el capital, la desproporción de la producción en un país determinado, impele hacia el mercado mundial (...) La [producción proporcionada] (...) de la industria moderna requiere (...) el globo terrestre».
Y requiere el globo terrestre «para suscitar por medio de la producción la producción de un equivalente y, por tanto, una demanda activa».

Marx. Cuaderno de extractos VIII, sobre David Ricardo. Grundrisse.
El capital es, al pasar «por encima de las barreras y prejuicios nacionales», al desdivinizar la naturaleza como un poder ajeno al ser humano y al aumentar de una forma inédita el intercambio humano, históricamente revolucionario.
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13 Jul
Una de las mejores caracterizaciones que hizo Marx sobre lo inmanente al dinero, que bajo el reinado del capital deviene la forma más desarrollada de autonomización de la riqueza universal respecto a los productores mismos.

Grundrisse, Cuaderno I.
Inaugura una nueva universalidad que abre la posibilidad histórica de creación del individuo social libre, pero al precio de que la dictadura del capital se imponga negando y cancelando todo carácter propio de cualquier actividad social.
El carácter y la forma social de producción se manifiestan como producto ajeno a su creador, como cosas frente a los individuos que pasan a «estar subordinados a relaciones que subsisten independientemente de ellos y nacen del choque de los individuos recíprocamente diferentes».
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7 Jul
No creo que nadie pueda negar una cierta originalidad, y aun lucidez diagnóstica, a los documentos de Tiqqun o el Comité Invisible. El problema central: ¿hay contenido (revolucionario) más allá de la fraseología? Veamos esta conferencia transcrita.

elestadomental.com/diario/propaga…
Si desempolvara unos comentarios críticos de «La insurrección que viene», se vería que las críticas del documento arriba enlazado, que para mí es una buena síntesis de lo mejor y lo peor de este tipo de planteamientos, van en una dirección casi idéntica.
El capital no se podría sostener únicamente bajo la pura represión (de hecho, esta es en general solo el último recurso, el que «pone orden» allí donde el normal caos capitalista se disloca temporalmente). Pero no basta con decir que también se sostiene porque «es deseable».
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1 Jul
Decía Lenin en 𝑀𝑎𝑡𝑒𝑟𝑖𝑎𝑙𝑖𝑠𝑚𝑜 𝑦 𝑒𝑚𝑝𝑖𝑟𝑖𝑜𝑐𝑟𝑖𝑡𝑖𝑐𝑖𝑠𝑚𝑜 que la economía política es una «ciencia 𝑑𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑖𝑑𝑜», y que los «profesores de Economía política no son, en general y en su conjunto, más que sabios recaderos de la clase capitalista».
Pero, a la vez, es deber del comunismo revolucionario «saber asimilar y reelaborar las adquisiciones de esos "reaccionarios"», pues «no dar[emos] (...) ni un paso en el estudio de los nuevos fenómenos económicos sin tener que recurrir a los trabajos de esos recaderos».
En ese sentido, también es misión del marxismo revolucionario «𝑠𝑎𝑏𝑒𝑟 rechazar su tendencia reaccionaria, saber seguir una 𝐥𝐢́𝐧𝐞𝐚 𝐩𝐫𝐨𝐩𝐢𝐚 y luchar 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑙𝑖́𝑛𝑒𝑎 de las fuerzas y clases que nos son enemigas». (La negrita es mía.)
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23 Jun
Notas sobre el marxismo y la igualdad. ¿Cuál es el punto de vista del comunismo revolucionario respecto a la idea de igualdad? Merece la pena rescatar la interpretación y el recorrido histórico y político que acomete Engels en su obra “Anti-Dühring”.
Para refutar la exposición “trivial y chapucera” de Dühring sobre la igualdad, Engels reivindica a Rousseau, gracias al cual la igualdad juega “un gran papel teórico y, desde la Gran Revolución (…) [es] un elemento considerable de agitación socialista en casi todos los países”.
Si bien la noción —y el anhelo— de igualdad es muy vieja, la concepción moderna de igualdad reviste una naturaleza muy distinta, tanto por sus fundamentos como por sus reivindicaciones. Engels:
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