Thread by @monicanienor

Hay tuits que empujan a ir más allá.

De Annie Lennox a Henry Purcell.
De Purcell a la trágica Dido.

Dido, virtuosa y fiel, dueña de su destino.
Dido, condenada y suicida, ejemplo de concupiscencia.

Ofrezcamos nuestros respetos a la reina de Cartago.

DENTRO HILO! 🧵

https://twitter.com/RCArmitage/status/1330543657171247112

"La muerte auto-infligida es vida".
Es el lema que le asigna un valiente Raimondi en un exitoso grabado de 1510, inspirado en un dibujo de Rafael.
No nos engañemos, no nos habla de la Dido que construyó Virgilio en su Eneida, sino de la Dido "histórica" de Justino.

Es Elisa, la hija del rey de Tiro, la hermana del codicioso Pigmalión -asesino su esposo Siqueo-, fundadora y primera reina de Cartago, a quienes los nativos llamaron Dido. Fue conminada por el rey vecino Yarbas a elegir entre la guerra o el lecho.
Dido escogió la muerte.

Se convertía así en mujer ejemplar, el paradigma de la fidelidad conyugal más allá de toda esperanza pues prefería inmolarse antes que faltar a su palabra de fidelidad, antes que romper su "fides", el lugar donde residía su fama y su virtud.

Esta es la Dido que conmemoraron y defendieron Petrarca y Bocaccio en el siglo XIV, incómodos por la versión que Virgilio había dado de una Dido quitándose la vida por el abandono de Eneas.
¿Cómo el fundador de Roma iba a a cumplir un destino heroico con tal peso a su espalda?

Pero la que caló hondo fue, sin duda, la Dido de Virgilio. El Libro IV de la Eneida está lleno de entrega, de engaños, de convicciones que se tuercen, de destinos que se han de cumplir, de amor y desesperación.
Y esa fue la reina de Cartago que consagró el Arte.

En la Eneida, el troyano Eneas es arrojado a las costas de Cartago. Dido, viuda convencida, queda atrapada por su belleza:
"Solo este ha hecho fuerza al casto intento,
y mi ánimo hasta ahora firme y fuerte
vacilar hace en gran desasosiego:
siento en mi un rastro del pasado fuego"

Es aquí donde entra en juego la caprichosa voluntad de los dioses. Venus, madre de Eneas, quiere asegurarse la ayuda de Dido y envía a Cupido disfrazado de Ascanio, el hijo de Eneas, para que clave sus mortíferas flechas en el corazón de la reina.

Dido cae herida por ellas y le entrega todo a Eneas: su reino, su fama, su nombre. Pero Juno, herida aún por el desplante del troyano Paris, trama contra Venus, buscando que Eneas no cumpla su destino.
Y así, intentando engañarse entre ellas, precipitan el fatal destino de Dido

Dido y Eneas saldrán a cazar y Juno convocará una tormenta para obligarles a refugiarse. Allí se consumará la unión:
"Dársela he por mujer como a marido
En nudo conyugal permaneciente:
Y cumplirase de ambas el deseo,
presente a todo el ínclito Hymeneo".

Dido y Eneas vivirán su amor para vergüenza de los dioses y la Historia. Él renunciaba a su destino heroico en los brazos de ella y esto, para Júpiter, era inadmisible. Ella se convertía en un concupiscente obstáculo a la virtud de Eneas y esto, para la moral, era imperdonable.

Júpiter no consentiría que Alba Longa no fuera fundada, ni que Eneas hiciera oídos sordos a su destino y el de su hijo Ascanio.
Envió a Mercurio a mostrar al héroe de Troya cuál era el camino de la virtud, cuál era su fatum ineludible. Y Eneas... aceptó.

Es aquí donde Dido se convierte en la personificación de la sensualidad perversa que aparta del camino recto a los hombres.
Hoy perdido, Volterra dejó un lienzo sobre los dos caminos de Eneas: la virtud mostrada por Mercurio o el placer de Dido desvelada sobre el lecho.

El delicioso estudio del desnudo nos lleva a la Bacanal de los Andrios de Tiziano, a la Noche de las tumbas mediceas de Miguel Ángel, a la Ariadna dormida de los Museos Vaticanos, por cierto, también engañada y abandonada.

Volterra trata este desnudo femenino como fuente Belleza suprema de raigambre neoplatónica, pero también como arma. No en vano, está siendo desvelada del mismo modo que la equívoca ninfa es desvelada por el incontinente fauno en la Hypnerotomachia Poliphili.

Eneas toma sus naves y abandona a Dido, que se lamenta, suplica, maldice y desespera. Se queda sola a merced de su hermano Pigmalión, del rey Yarba, de su propio pueblo y de una vida sin honra ni Fama.

Dido lo acusa de perfidia, y no es sólo un insulto. Eneas había faltado al "foedus amoris", había roto la "fides", el pacto tácito y privado que se contrae con un beso y dándose la mano derecha.
Y quien rompe la "fides" sólo puede ser pérfido.

Abandonada, y pérfida ella también al haber roto la promesa hecha a Siqueo de serle fiel, ordena preparar una pira ritual con las ropas, las armas de Eneas y el lecho que compartieron. En su mano, la espada del troyano.
Ovidio, en sus "Heroidas", da voz a Dido en este trance...

¡Cuán bien cuadra con mi fin funesto
El don cruel, la espada que me diste!
Cual lo pretendes, todo se ha dispuesto.

A poca costa mi sepulcro hiciste,
Mi pompa funeral y honra postrera
con suma brevedad la dispusiste"

Dido se arroja sobre la espada pero la muerte no llega ante el horror de todos. Juno se apiada de ella y envía a Iris a cortar el mechón rubio de su cabello que la desate del mundo:
"Esta ofrenda a Dite / recojo como se me ordena y te libero de este cuerpo".

"Esto dice y corta un mechón con la diestra: al tiempo todo /calor desaparece, y en los vientos perdió su vida".

Así termina el Libro IV de la Eneida y así terminó Dido, la reina de Cartago.

Su epitafio, imaginado por Ovidio:

"Eneas dio la causa de esta muerte;
la espada dio también como inhumano,
y Dido, tan amante como fuerte,
Murió herida con su propia mano"

...y ahora, hacedme caso, escuchad estas dos bellezas.

El "Dido's Lament" de la ópera Dido and Aeneas, de Henry Purcell.

Y la maravillosa versión de Annie Lennox, y su voz inconfundible, con que abría el hilo.



Remember me...

Thanks, Mr. @RCArmitage, for the spark.

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