Como sois varios los que me habéis enviado este hilo de @alcachofit4, voy a matizar algunos aspectos técnicos que contiene y de paso aprovechamos para hablar de peinados femeninos en la antigua Roma.
Lo primero y realmente casi lo único que debo criticar de este hilo es que hay que tener más cuidado con las afirmaciones rotundas que no están basadas siquiera en lo que dice la propia investigadora en cuestión.
Es cierto que son pocos estudios sobre el tema, algo que tiene que ver con las tendencias de la academia que, por suerte, poco a poco van cambiando según acceden a ella personas con mentalidades más abiertas.
La investigación histórica ya no se limita a los emperadores como en el pasado, sino que también importan todos los demás, a los que Knapp llamó "los olvidados de Roma".
Niños, esclavos y, especialmente, mujeres, siempre mal representadas en la historia y la historiografía.
Por eso estudios como el de Stephens (y otros que ahora veremos) siempre son una buena noticia.
Por eso es importante darlos a conocer pero de una manera argumentalmente sólida y documentada.
El hilo asegura que antes de que esta investigadora publicara su artículo en 2008, "los arqueólogos creían que los peinados de la antigua Roma eran pelucas".
Por una parte, encontramos estudios anteriores, especialmente el de Barman (2001) que, aunque escasos, demuestran que en esto Stephens no fue la 1ª.
En este estudio (bibliografía al final del hilo), la investigadora habla sobre el uso de peinados y pelucas de forma indistinta.
Esto nos hace ver que la situación no es pelucas sí o no, sino que había mujeres que las usaban y otras que no.
Era algo que podía depender de motivos estéticos y estilísticos o de necesidad por calvicie.
Una vez más, cuidado con las afirmaciones rotundas no demostrables.
Donde reside el verdadero mérito de Stephens es en la recreación técnica de los peinados, basados en las representaciones marmóreas y numismáticas.
Por otro lado, aunque escasas, tenemos fuentes escritas que hablan del uso de pelucas, tanto en mujeres como en hombres, aunque en estos últimos era un juego peligroso entre intentar disimular la calvicie y tratar de no parecer afeminado (con lo que eso suponía en Roma).
La propia Stephens comienza su artículo con un listado de fuentes en referencia a este tema. Aquí demuestra que domina las fuentes y que, como mínimo, partimos de una base sólida a leer su artículo.
Permitidme un pequeño desvío que me ha parecido curioso.
Algunos hombres como César optaron por llevar la corona de laurel a todas horas para ocultar la calvicie y otros, como Domiciano (Suet. Dom. 18) u Otón (Suet. Otho. 11) optaban por la peluca (¿la llevará en la imagen?😅)
Y a este respecto, el emperador Domiciano estaba tan preocupado por su calvicie que escribió una obra llamada “De cura capillorum” (sobre el cuidado del pelo).
Por desgracia, se ha perdido, pero suena divertidísima 👨🦲
Volviendo a las fuentes con las que contamos, más allá de las escasas referencias escritas, lo mejor es volver la vista hacia las estatuas.
Por ellas y por algunas de las menciones texturales sabemos que se usaban extensiones y pelucas que solían ser de pelo humano importado.
Sin embargo, el uso de pelucas, como recoge Bartman, no era tan frecuente como se suele pensar. Aquí es donde investigadoras como ella o Stephens son muy necesarias para eliminar #BulosHistóricos, incluso entre los investigadores.
Los peinados que vamos a ver a continuación, en su mayoría, estaban hechos con el propio pelo de la mujer, usando agujas, cintas y, como destaca Stephens, cosiéndolo.
Aquí podemos ver la recreación de un peinado de finales del s. I a. C. al estilo de Livia.
Fijaos en los hilos que sujetan el moño trasero y bajo que junto con el tupé alto crean este estilo relativamente simple conocido como nodus.
Por cierto, estas fotos las tomé yo mismo en Italica hace unos años mientras acompañaba a @HispaniaRomana en una de sus recreaciones históricas.
Es importante que los grupos de recreación histórica no se centren solo en las armas y la guerra...
En época Flavia los peinados llegaron a ser muy elaborados haciendo necesaria la utilización incluso de pequeños armazones internos sobre los que se sostenía el pelo real o, efectivamente y en algunos casos, pelucas.
Estos peinados eran tan exagerados que Juvenal le dedicó un pasaje de su Satira VI (502)
¡Cuántos pisos la oprimen! ¡Cómo yergue la cabeza realzada aún más por tantas estructuras!
En época severa (comienzos del s. III) el uso de las pelucas parece que se extendió como una moda lanzada por Julia Domna, la emperatriz que inauguró esta dinastía junto a su esposo, Septimio Severo.
En esta cabeza del mismo periodo es claro y evidente que se ha querido representar el uso de una peluca.
No hay más que fijarse en las dos lineas de pelo claramente marcadas sobre la frente. La primera es natural y la segunda, que la cubre, una peluca.
También existieron estatuas a las que se les podía reemplazar el pelo (algo así como una peluca de mármol).
Igual que los cuerpos y las cabezas se fabricaban por separado porque era más barato, hacer una estatua con un pelo reemplazable abarataría costes si decidía cambiarse.
Ojo, esto último no es para nada común. Existen pocos ejemplos.
Esto me ha recordado a las estatuas de tipo acrolítico, hechas por piezas y con partes de madera y tela. La más famosa es, sin duda, la de Constantino que se ergía en la basílica de Majencio.
Y no hablemos ya de cabezas de mármol restauradas desde el renacimiento en las que se ha vuelto a tallar el pelo y que suponen también un problema interpretativo si no se identifican correctamente.
Esta ni siquiera pertenecería a una mujer, sino al emperador Heliogábalo.
También podríamos pensar que una cosa es el mármol y otra el día a día. Aunque no existen (ya nos gustaría) muchos ejemplos, se han conservado en condiciones muy particulares, algunos fragmentos de pelo humano en enterramientos de época romana en Gran Bretaña, Francia y Egipto
Ya sea por el clima muy húmedo o muy seco que han permitido la conservación del material orgánico.
Estos hallazgos, el de la imagen pertenece a Les Martres-de-Yeyre en Francia, confirman que los intrincados estilismos que vemos en las esculturas, eran usados en la vida real.
En conclusión, estas investigaciones no son solo necesarias, sino muy interesantes, como hemos comprobado.
Sin embargo, la generalización y ciertas afirmaciones rotundas no son buenas para la divulgación y pueden generar roces innecesarios que se pueden evitar fácilmente.
Donde no cabe discusión es en el hecho de que Stephens puede ser peluquera (en este caso es una ventaja de hecho) o lo que le de la gana.
Cualquier persona se puede acercar a la divulgación y a la investigación siempre que se siga un método basado en el rigor
y en unos mínimos de calidad investigadora consistentes aprender a buscar e interpretar fuentes (de todo tipo) y en desarrollar un espíritu crítico que nos capacite para valorar la calidad de las mismas.
Nadie debería juzgar una investigación por lo que la persona que investiga haga después de escribir un artículo.
Solo se debe juzgar el artículo en sí y, en este caso, el resultado es satisfactorio en lo que a calidad investigadora se refiere.
Solo como detalle final, el hilo sobre el que estamos tratando, incluye después algunos ejemplos más que evidencian la presencia de mujeres y niños en la antigua Roma (y en general en la historia), lo cual, como he comentado antes, es estupendo.
Pero una vez más, encuentro afirmaciones demasiado rotundas, como la de los famosos dodecaedros. Es posible que sirvieran para tejer dedos de guantes, pero tal vez no. O tal vez no todos, porque entonces un dodecaedro como el de la imagen, sin agujeros, no tendría sentido.
Lo que quiero decir con esto es que la historia suele ser bastante más complicada de lo que parece al primera vistazo.
Con esto no quiero decir que haya que rendirse y decir que no podemos saber lo que ocurrió (no me seáis positivistas…) sino toto lo contrario.
Hay que profundizar más en los estados de la cuestión para descubrir todo lo que se sabe al respecto y poder opinar con fundamento.
Que lo de que cualquier opinión (aunque ésta no sea informada) es válida, vamos a dejarlo...
Por cierto, esta imagen representa perfectamente lo que quiero decir.
De ahí que sea tan importante la labor de los investigadores y los divulgadores.
Y para que estos últimos no se queden en meros vulgarizadores, es fundamental el rigor y la #DivulgaciónDeCalidad
Y no tengamos miedo de plantear varias posibilidades u opciones. La historia no está hecha en blanco o negro, sino en una amplia variedad de colores que tenemos que ir mezclando y descubriendo poco a poco.
En fin, espero que este #HiloRomano improvisado os haya ayudado o, como mínimo entretenido.
A mi me ha encantado darme un pequeño paseo por la bibliografía relacionada con el peinado de las mujeres romanas.
-Bartman, E. 2001, “Hair and the artifice of roman female adrnment”, American Journal of Archaeology, Vol 105, nº1, 1-25.
-Kleiner, D. E. E; Matheson, S. B. 1996, I Claudia. Women in anciient Rome. Yale University.
-Stephens, J. 2008, “Ancient roman hairdressing: on (hair)pins and needles”, Journal of Roman Archaeology, Vol 21, 110-132.
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Fuego griego es una denominación genérica y ciertamente ambigua de un arma que los propios romanos de oriente (los mal llamados bizantinos) conocían como fuego líquido (ὑγρὸν πῦρ) pero también como fuego marino o fuego romano (recordemos que ellos seguían siendo romanos).
Incluso recibe en algunas fuentes el nombre de fuego medo, porque para elaborarlo se usaba aceite persa.
Este fuego, que parece que ardía incluso en el agua, era un arma muy poderosa que en su forma más canónica apareció a finales siglo VII, atribuida a un tal Kalinikos.
Hoy en el 49 a. C. Julio César dio el paso más importante de su vida cruzando el río Rubicón al volver de la Galia, declarando en la práctica una guerra civil.
Y lo hizo con una famosa frase que la tradición no ha transmitido todo lo bien que debería... #HiloRomano #IactaAleaEst
El río Rubicón, situado al norte de la actual Italia, a mediados del siglo I a. C. era la frontera natural que separaba la provincia romana de Italia de la Galia Cisalpina.
Ninguna legión romana podía cruzar esa frontera simbólica sin antes desarmarse.
El Senado romano, especialmente influido por Catón el joven, trató de eliminar el poder político y militar de César. Así se convertiría en un privatus, un ciudadano corriente al que podrían juzgar.
El honor de ser el primer romano inmortalizado en vida en una moneda, concretamente en una serie de denarios de plata, la tiene Julio César y lo consiguió en el año 44 a. C., poco antes de que fuera asesinado en las idus de marzo.
Pero, ¿por qué hasta entonces nadie lo hizo? 👇
Colocar la cara de César en una moneda era algo que estaba totalmente prohibido en la antigua Roma.
Hasta el 44 a. C. las monedas romanas solo habían representado personajes divinos o antepasados ya fallecidos de los magistrados que se encargaban de las acuñaciones de cada año.
En este sarcófago del s. IV conservado en los Museos Vaticanos en el que entragan los regalos al niño Jesús junto a sus camellos, se les representa con gorros frigios para denotar su origen oriental.
El primero de ellos señala la estrella que les ha guiado hasta Belén.
Este y otros sarcófagos similares del siglo IV son las representaciones más antiguas de la adoración de los magos.
Se les representa con ropas de estilo persa, incluyendo pantalones y los tres tienen la misma edad, algo que no cambiaría hasta la Edad Media.
¿Has cambiado ya el calendario en la pared de la cocina?
¿Sabías que los de los romanos estaban tallados en piedra o pintados?
¿Te das cuenta que seguimos usando el mismo calendario que en la antigua Roma?
Vamos a hacer un viaje por el calendario romano en este #HiloRomano
El calendario romano más arcaico del que se tiene constancia era atribuido por los romanos a Rómulo, fundador mítico de Roma. Contaba con 10 meses (de marzo a diciembre) y 304 días.
Los primeros meses estaban dedicados a divinidades, marzo a Marte, junio a Juno...
Pero a partir de julio (Quintilis), los nombres de los meses derivaban de su posición en el calendario. Agosto (el 6º mes) era Sextilis, septiembre (7º) September y desde ahí, October, November y December para completar los diez meses.
Vamos a empezar el año hablando sobre el inicio del año romano y eliminando algunos #BulosHistóricos al respecto.
Gaudete romani! Hodie incipit mensis Ianuarius.
¡Bienvenido enero! Hoy comienza el mes de Ianuarius, dedicado a Jano, dios de los finales y los comienzos.
Con una de sus dos caras mira al pasado y con la otra al futuro.
Esta lucerna conservada en el @metmuseum nos muestra símbolos de celebración del nuevo año.
Una Victoria sujeta un escudo en el que se lee ANNV NOVM FAVSTVM FELICEM MIHI “feliz año nuevo para mi”, debajo dos manos se felicitan junto a un caduceo y a la dcha aparece Jano Bifronte