Ok, me pasó algo que… bueno, les cuento. Estoy en la caja de IKEA para pagar unas cosas que no necesito, pero que compré igual. Ya saben, la cinta magnética. La chica o el chico de turno con cara de culo y la fila.
Siempre la misma secuencia, con la diferencia de que es mi primera vez en IKEA. Si no estás al tanto, dejame ponerte en contexto: IKEA es una megatienda sueca que se instaló en todo Europa y se dedica a la venta de muebles y decoraciones para el hogar…
y todo lo que se pueda meter en el hogar. Uno llega y ve un galpón enorme azul, de esos contra los que se estrellan los pájaros distraídos, y el nombre “IKEA”, todo en mayúsculas escrito a lo Hollywood, en letras amarillas enormes.
Y uno entra. Entrar a IKEA es entrar en la mente de un diseñador de interiores con asperger. Es perfecto. Pero para que algo sea perfecto necesita de imperfecciones:
ahí es donde entro yo, ustedes, la señora de más allá, el señor con shorts, medias de nylon y mocasines y camisa manga corta adentro del pantalón. La perfección atrae la imperfección y uno compra. Uno emula y uno termina en la fila, en la caja, donde empieza esta historia.
Donde debería terminar. Igual no todo es una máquina de consumo enorme y nada más. Hay un alma atrás de todo eso que hace que IKEA sea IKEA.
A ver, todos esos paisajes soñados de sábanas y respaldos de camas, de banquetas y de 4500 tipos de relojes de acuerdo con la personalidad de cada uno, todo, todo tiene un código.
Entonces uno anota el código y va al depósito y se lleva lo suyo embalado, en cajas de cartón con las letras de la megatienda sublimadas y un nombre impronunciable que marca el producto. Pero antes, antes de todo eso, uno puede pasar por el restaurant y comerse unas albóndigas.
Sí. Otra de las cosas que hacen IKEA a IKEA son las albóndigas. Nada de otro mundo. Dos variedades: vegetarianas, normales. Varias salsas y extra-económico.
A ver: marche un banco de plaza, unas albóndigas con salsa tártara, una silla de diseño de Erika Pekkari, cuatro platos grandes, un vaso de vidrio con burbujas naturales integradas, muestra de que fueron hechos especialmente por la tribu de los lo-que-sea.
IKEA crea un nido y te llena la panza. Está diseñado, como todos los interiores que uno desea. Diseño. Una vez leí que cuando algo se complica, uno tiene que seguir a los suecos. Después de terminar de recorrer IKEA y comer mis albóndigas, digo que sí. Sigan a los suecos.
Ahora que conocés IKEA, vení. Vamos a la caja. Estábamos en la caja, ¿recordás? OK.
La cinta magnética. El cajero de turno y la cara de culo. Los separadores: allá tus mierdas, acá las mías. Eso y las miradas.
El juicio del otro, como diciendo, “Vaselina, una pata de una mesa y medio kilo de tornillos. A alguien le gusta divertirse, ¿no?”. Allá tus mierdas, acá las mías. Los separadores y la fila. Los separadores y la fila y el tipo que me sigue.
Yo y mis ojos: Sin querer veo que el tipo que me sigue tiene un pito del tamaño del Empire State Building, o de Suecia, si es que lo queremos poner en contexto. El problema no es su pito. El problema soy yo, que me quedé mirando… por demasiado tiempo.
No es que me sintiese atraído, ¡pero el tamaño! Digo, ¡estoy seguro que hasta venía con una rutina de alimentos propia, número de seguridad social y estaba invitado a un after después de comprar! En fin. Cúlpenme, soy escritor y me gusta contar historias.
El tema es que cuando veo algo que me llama la atención, parece como si el tiempo se me detuviese. Sí, ahí delante de la cara.
Y pienso cosas, me imagino situaciones: lo incómodo que debe ser subirse a una bicicleta, o la cantidad de comentarios que uno se puede comer en un baño público. ¿Lo tapará o lo dejará libre, orgulloso, mientras habla de economía en el vestuario del club?
¿Qué pensarán otros de ese monstruo, de ese matafuego? Dios mío, ponerse shorts en verano. Mis ojos están acá, señora. Señor.
Cuestión que mientras pienso todo esto y le pongo cara a sus vecinos, me imagino su casa, sus hobbies, al desgraciado o desgraciada de su pareja porque no, gente, no podemos mentirnos, no puede ser sano ni legal bailar un pax de deus con eso; me llama la cajera para que pague.
“132.23, sir. 132.23, sir. Your total is 132.23, sir”.
Aparentemente lo hizo varias veces porque están todos mirándome mirarle el pito a un tipo que tengo a dos metros por puro distanciamiento social. Gracias al cielo nadie dice nada, pero todos saben que sé que saben.
Eso lo sabemos solo el hombre-pito y yo, pero el hombre-pito no sabe que sé. Pago y me voy con una historia para contar. Con una historia que estoy contando y con una situación incómoda. Vergonzosa. Pero me gusta verles el lado positivo a las cosas. Ok, no tan positivo.
Era demasiado grande, lo sé. Pero el lado positivo que digo es que todas las personas de la fila se llevaron una historia y deben estar riéndose en sus casas. Yo me llevé una historia y ahora ustedes la tienen en sus manos. Porque más vale historia en mano que… bueno, ya saben.
FIN
GRACIAS a todos por leerme, comentar y compartir. Me ayudan muchísimo a seguir haciendo lo que amo!
Me dijeron que pedir por una buena causa, en este caso la artística, nunca está mal, así que me tiro un lance y le pido a don @ale_turner si le pega una leída a algunos de mis textos ;)
DESDE YA, gracias!
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Primero quiero pedirte perdón, perdón por contarte todo esto, pero creo que tenés que saber. Si la televisión no existiese, no estaría contando esta historia. Estaría contando otra, seguramente más feliz.
No es que no fuese feliz, el problema es que lo era demasiado.
Demasiado feliz. A ver, digamos que era lo que podemos llamar rutinariamente-feliz. Rutinariamente-feliz. Sí, suena a algo que hoy diría. Quedémonos con ese nombre. Digamos que para hacerle honor al nombre, íbamos todos los años a la playa.
Familia completa, varios autos, un trailer enganchado al Renault 12 y porta equipajes. Todos los años, segunda quincena de enero, Santa Teresita. Era genial. Digamos que para ser rutinariamente-feliz, comíamos los lunes milanesas de pollo,
Siempre digo que escribo sobre personas que empiezan mal y terminan peor. Eso no significa que todo es tragedia muerte y viejas comidas por castores, sino solo el terreno donde me siento más cómodo.
Pero hay una realidad, cada vez que uso este tip en una de mis historias, el conflicto crece de forma tan robusta que hasta se siente real.
Les debía un #hilo con libros de #meditación, así que arranco dividido por niveles. Antes de empezar me gustaría aclarar algunos puntos porque hay toneladas de confusiones sobre el tema:
1. Meditar, si bien es una actividad que generalmente se practica con un objetivo (relajarse, dormir mejor, reducir el estrés), tiene como objetivo volver a la fuente de lo que uno es realmente, volverse uno con la naturaleza de la consciencia en donde el pensamiento no existe.
2. Meditar no es algo que se hace, es lo que uno es. Ser un ser separado es lo que uno hace o crea, no lo que uno es.
3. Meditar no es algo en lo que uno se vuelve mejor. No hay meditadores sean mejores que otros, no existen niveles ni grados.
#Branding Tomando Mate #04:
Hoy no necesitamos demasiado para ver cómo una marca está manejando su estrategia de #marketing. Un golpe de vista a su feed de Instagram o una lectura rápida de sus últimos diez tweets, nos puede dar un panoraba 90% acertado del camino que tomaron.
Ahora, por qué digo todo esto? Porque si bien tenemos toda la información ahí, hay una enormidad de marcas que siguen comunicando como hace 50 años.
Si hay algo que aprendí es que las marcas no deben ser estáticas, sino fluir.
Así que hoy les traigo 10 items con la nueva realidad de las marcas, para que puedan ir evaluando el cambio o al menos analizarlo.
1. El poder cambió de manos. En lugar de tenerlo las compañías, ahora está en manos del consumidor.
Ayer se cumplió un año desde que presenté mi renuncia al amarillito para venirme a vivir con mi hijo. La nostalgia de haber dejado una compañía que amé sumado a las noticias del cierre definitivo de el aeropuerto de #ElPalomar, me tiene con un nudo en la garganta.
Así que, como tal vez muchos no sepan, les voy a contar qué significa El Palomar, visto desde la perspectiva de alguien que lo vio nacer junto a las low costs desde adentro.
En primera instancia voy a recordar. Éramos poquitos y EPA era un sueño, una idea hermosa.
Me acuerdo que fui mil veces a EPA, en el auto del CEO a sacar fotos, a mirar la pista, a ver dónde, cómo, por qué y cuándo. Me acuerdo de haber salido del aeropuerto y que alguien me dijese desde el asiento de adelante: "¿creíste que estaba loco?". Le dije que éramos varios.
No esperaba esto sinceramente, pero sus comentarios no solo me dan fuerza para seguir escribiendo, sino que también me hacen sonrojar, emocionar y saltar en la cama (esa parte no la cuenten). Gracias por apoyar el arte autogestivo!
Recuerden que sigue mi regalo navideño adelantado hasta el 15 de diciembre: Pueden descargar #Etcétera, mi primer libro, GRATIS en amzn.to/37fSLgb
Los que puedan y quieran colaborar conmigo, este es el link de mi Patreon: patreon.com/urieldesimoni
No es mangazo, es una ayuda para que pueda seguir produciendo contenido.